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Cortes

Firma del acuerdo final abre nueva era para el país

El presidente Santos en la ONU.

El presidente Santos en la ONU.

Foto:Justine Lane / EFE

Este lunes, en Cartagena, se pondrá fin al último conflicto armado del hemisferio occidental.

Redacción El Tiempo
Este lunes, en Cartagena, se firmará el final de una guerra que empezó hace más de 52 años en las montañas del Tolima (escenario, en 1964, de la famosa Operación Marquetalia) y cuyas víctimas, entre muertos, desplazados, despojados y desaparecidos, se cuentan por millones: la guerra entre el Estado y las Farc.
Son casi 19.000 días con sus noches los que han hecho del conflicto interno colombiano el más antiguo del mundo y también uno de los más degradados. De hecho, según el Informe de la Comisión de Memoria Histórica, de las 220.000 muertes directamente relacionadas con la violencia ocurridas en el país entre 1958 y el 2012, más del 80 por ciento corresponden a civiles desarmados.
Tras cuatro años de negociaciones, el presidente Juan Manuel Santos acudió esta semana a la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York para dar parte: “Ha terminado el último y más viejo conflicto armado del hemisferio occidental”.
De la trascendencia del ‘Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera’ –que no implica el fin automático de la violencia, pero sí es un paso fundamental porque decide la desaparición de la ‘marca’ más vieja y poderosa entre los actores armados irregulares en el país– puede dar alguna idea la lista de países y organismos internacionales que le apostaron al proceso.
Empieza por Noruega y Cuba (sede de las negociaciones) e incluye a los Estados Unidos, además de toda la región. También aparecen el Vaticano, las principales potencias europeas, las Naciones Unidas, la OEA, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, entre muchos otros. Quince presidentes y jefes de Estado, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, y el poderoso secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, figuran entre los asistentes a la histórica firma de la paz en Cartagena.
Incluso, dice el profesor de la Universidad del Rosario Andrés Molano, el Acuerdo podría marcar un hito frente a la Corte Penal Internacional, que a lo largo del proceso ha mantenido prudente distancia. “Es el primero que se logra en la vigencia del Estatuto de Roma y por eso es innovador en muchos aspectos, que incluso pueden convertirlo en un modelo para el mundo”, dice Molano.
Vecinos como Ecuador y Venezuela, que han sentido los efectos de la guerra en Colombia a través de las oleadas de refugiados o por la presencia de campamentos de los irregulares, también sentirán la paz en sus zonas de frontera, dicen los internacionalistas.


Las cifras de la guerra

El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, fue el primer mandatario en llegar a Cartagena. Foto: Cancillería

El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, fue el primer mandatario en llegar a Cartagena. Foto: Cancillería

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Este viernes en San Vicente del Caguán, y pendientes de la decisión que tomen los colombianos en una semana, en la votación del plebiscito, las Farc cerraron su último encuentro como grupo alzado en armas. La Décima Conferencia avaló plenamente los acuerdos de Cuba y la decisión de entregar las armas, desmovilizarse y someterse a la Justicia Especial para la Paz.
Desarme, desmovilización y sometimiento a la justicia, además de ruptura total con el narcotráfico, fueron términos que ni siquiera llegaron a discutirse oficialmente en los tres intentos anteriores de paz con la guerrilla de ‘Manuel Marulanda’.
La negociación con el gobierno de Pastrana, que duró tres años largos (1998-2002) e incluyó el despeje de 42.000 kilómetros cuadrados en los que la guerrilla fue la autoridad imperante, terminó sin un solo acuerdo firmado y con varios pueblos de Huila, Meta y Tolima destruidos por tomas de guerrilleros que salieron de la famosa zona de distensión.
La caída en la intensidad de la guerra a lo largo del actual proceso es una de las características que marcan diferencias. Las estadísticas del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), observatorio que le ha seguido el pulso a la negociación, señalan que han pasado más de 1.250 días desde que las Farc atacaron una población; 590 sin retenes ilegales, 383 días sin emboscadas a la Fuerza Pública; 371 sin atentados contra la infraestructura petrolera o energética y 246 sin secuestros atribuidos a esa guerrilla. La extorsión y la persistencia en negocios de narcotráfico y minería ilegal fueron las notas en rojo en la conducta del grupo ilegal durante la negociación.
¿Qué cambió desde el Caguán? Claramente, la realidad del campo de batalla las llevó a la mesa. El general Alberto José Mejía, comandante del Ejército, dice que el acto de mañana es “la traducción de la victoria militar” del Estado, que en la última década asestó a las Farc los golpes más contundentes, incluidas las muerte de su ícono militar (‘Mono Jojoy’ en 2010) y el máximo jefe del Secretariado (alias Alfonso Cano, en 2011).


El futuro

firma del acuerdo oportunidades

firma del acuerdo oportunidades

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Los registros de la Unidad de Víctimas tienen 2’795.000 personas que denunciaron crímenes de las guerrillas. Más de la mitad de ellas fue atacada por las Farc. El grueso de la estadística corresponde a desplazamiento forzado. No menos de 8.500 personas, entre 1985 y 2015, fueron secuestradas por esa guerrilla, de acuerdo con cifras del Gaula. Entre el 2011 y el 2015, atentados contra la infraestructura petrolera originaron el derrame de 340.000 barriles de crudo. En ese periodo, las Farc estuvieron por encima del Eln en esa práctica depredadora.
Con unos 6.300 hombres en armas y un número similar de milicianos –en su momento cumbre, a comienzos de la década del 2000, llegó a tener 18.000 combatientes–, la guerrilla sigue siendo un reto para la seguridad en departamentos como Cauca, Caquetá, Nariño, Meta, Antioquia, Norte de Santander, Putumayo y Guaviare.
Más grave, incluso, que su capacidad de daño, era su presencia para llevar a cabo misiones que son imprescindibles para el futuro, como arrancar la amenaza de las minas antipersonas. Colombia es el segundo país con más víctimas de minas en el mundo, después de Afganistán, con 11.000 muertos y heridos desde 1990. Cuatro de cada diez víctimas eran civiles. Ahora la guerrilla debe ayudar a ubicar y destruir las trampas mortales que enterró por todo el país a lo largo de décadas, bien para frenar el avance de la Fuerza Pública o para proteger los cultivos de coca.
La participación de las Farc en esta tarea va a ser fundamental para hacer más rápidamente y más eficiente la labor de limpieza del territorio”, dice Sergio Bueno, el hombre que encabeza esa importante labor. Ya están definidos 48 municipios que serán prioridad de los equipos de desminado y en los que se concentra el 38,5 % del riesgo en el país.
El mismo escenario aplica para la lucha contra los narcocultivos, que están disparados y que, sin la protección armada que brindaban las Farc, en teoría deberían empezar a caer en los próximos meses, de la mano de los programas de sustitución y desarrollo alternativo.
El punto es clave porque el narcotráfico es el mayor riesgo para el país. La presencia del conflicto es funcional a los narcos y sus siembras, pues crea territorios sin control donde pueden desarrollar sus negocios. A su vez, los bandos en guerra se nutren de las economías ilegales. En un escenario sin las Farc, que controlaban las áreas de siembra, el reto del Estado está en impedir que el Eln y las bandas se tomen las zonas.
La firma de la paz va a cambiar la historia del país”, dice el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas. “Empieza un futuro para los colombianos, para los jóvenes, para los colombianos que todavía no han nacido: un país diferente, un país que puede concentrar su energía en desarrollarse, en alcanzar sus ideales, en atraer a esa cuarta parte de Colombia que está en el siglo XIX al progreso del siglo XXI que ya ha alcanzado la mayoría del país”.
Las posibilidades de desarrollo que se abren son enormes. Por eso, el empresario Arturo Calle está seguro de que el fin de la guerra es lo que le conviene al país, y que hacerlo posible es responsabilidad de todos: “Tenemos que darle la paz a todo el campo de este país, silenciar los fusiles. Todos los colombianos tenemos que estar comprometidos con que en este país haya un cambio”.
JUSTICIA
Redacción El Tiempo
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