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Jessica, la líder colombiana que se tomó la ONU

Jessica Hernández, en su taller de costura de ropa infantil, en Soacha.

Jessica Hernández, en su taller de costura de ropa infantil, en Soacha.

Foto:Cortesía Bancamía

Fue escogida entre más de un millón de mujeres latinoamericanas para hablar sobre cómo ha surgido.

El pasado 5 de marzo, Jessica Hernández, una humilde emprendedora colombiana, se convirtió en la voz de cientos de mujeres latinoamericanas de iguales condiciones en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, donde tuvo la oportunidad de contarle y demostrarle al mundo que cuando hay sueños, propósitos, voluntad y apoyo se puede salir adelante.
Ese día, invitada por la Fundación Microfinanzas BBVA y Bancamía, que la escogieron entre más de un millón de mujeres de esta parte del mundo para contar su experiencia de emprendimiento y superación en medio de las adversidades, asistió al recinto en el que grandes líderes debaten sobre los temas más álgidos que afectan a las naciones del mundo, un lugar en el que nunca imaginó estar.
Allí fue recibida por María Emma Mejía, embajadora de Colombia ante la ONU; más de 103 representantes de diversos países y un sinnúmero de periodistas, a quienes les contó cómo, desde su arribo a Bogotá con apenas 14 años de edad, ha venido forjando el futuro de su familia, hoy integrada por Karen, de 7 años; Justin, de 5; Sofía, de 4, y Camilo, de tan solo 2 años.
“Ellos son el motor de mi vida, los que me motivan a diario a salir adelante”, dice esta madre cabeza de familia que, pese a sufrir las angustias de una vida carente de comodidades, siempre está pensando en cómo ayudar a más mujeres que, como ella, batallan cada día por sobrevivir.
La historia de Jessica es, sin lugar a dudas, el retrato de la vida de miles de mujeres latinoamericanas golpeadas por la violencia social, el abandono de sus parejas y del Estado mismo, pero que han logrado surgir con valentía y decisión.
Nacida en Bucaramanga (Santander), llegó junto con su padre a Bogotá en 2004, huyendo de la violencia. Hoy, con 28 años, cuatro hijos, una carrera de mercadeo a medio terminar y dos pequeños negocios en desarrollo, de los que deriva el sustento de su familia, se ha convertido en un ejemplo de superación.
Llegar hasta allí no ha sido fácil. A diario recorre las empinadas calles del barrio Altos de la Florida (Soacha), donde vive, llevando en hombros lavadoras que alquila por horas a los vecinos y habitantes de la zona.
“A 2.000 (pesos) la hora, tres por 5.000 y seis por 10.000”, recita Jessica casi que de forma mecánica esa oferta que por años le ha servido para dar de comer a sus hijos, pero también para ahorrar e iniciar un nuevo negocio: la elaboración de ropa para niños en un pequeño taller que funciona en la casa de su exsuegra, doña Margarita Cordero, con quien tiene una buena relación, quizás la que no pudo mantener con el padre de sus cuatro hijos.
Empezó con tres lavadoras que le donó la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), luego de participar en un programa de formación de líderes comunitarios. Ese fue el ‘plante’ de su negocio ‘Lavaflex’, que cuenta hoy con siete de esas máquinas.
De a poco las fue comprando. La séptima, gracias a un primer crédito de 500.000 pesos que tomó con Bancamía, por sugerencia de una vecina quien la animó. Parte del dinero lo invirtió en repuestos para arreglar algunas lavadoras desgastadas por el uso.
“Yo misma lo hago, me volví experta en repararlas porque traer un técnico a estos lados cuesta unos 30.000 pesos y eso no es rentable para el negocio”, comenta.

Yo misma lo hago, me volví experta en repararlas porque traer un técnico a estos lados cuesta unos 30.000 pesos y eso no es rentable para el negocio

¿Cómo logra un préstamo bancario sin tener el respaldo financiero que estas entidades exigen?
“El mismo banco me ayudó a organizar mis finanzas, a crear un estado de cuenta (balance), me brindó orientación acera de cómo pagar mis cuentas sin descuidar mi casa, mi familia, y aun así salir adelante con mi negocio, creo que eso es lo verdaderamente demostrable, que uno cuando quiere y se lo propone puede salir adelante”, explica esta emprendedora.
Llevar a cuestas tantos años esas lavadoras le han dejado graves consecuencias a su salud –problemas de espalda– por eso ha comenzado a darle un giro a su negocio enfocándose más en la elaboración de ropa para niños, a la que también le ve gran futuro.
Su propósito, dice, “es seguir creciendo en mi taller de costura porque, primero, abarca más mercado y segundo, no tengo que cargar nada… Quiero, además, ayudar a más personas que, como yo, necesitan sacar adelante a sus hijos, quiero darles oportunidad a esas mujeres que están en su casa sin hacer nada para que puedan surgir”.

Quiero, además, ayudar a más personas que, como yo, necesitan sacar adelante a sus hijos, quiero darles oportunidad a esas mujeres que están en su casa sin hacer nada para que puedan surgir

Quizás por eso su jornada inicia todos los días a las 5 de la mañana, hora en la que comienza a alistar a sus hijos para el colegio. El resto del día lo distribuye entre el negocio de las lavadoras, el taller de costura, los oficios de la casa y, cuando hay un espacio, en empacar frutas en la central mayorista de Abastos o arreglar casas de familias.
“Nosotras las mujeres tenemos esa ventaja, podemos hacer varios oficios al tiempo sin problema”, dice Jessica entre risas.
El empuje de esta mujer no se detiene. Piensa tocar las puertas de su banco por tercera ocasión. Esta vez va por 2 millones de pesos, que ya sabe en qué invertirá.
“El dinero que requiero es para materia prima: telas, hilazas, herrajes… ah y una troqueladora para los botones, porque ya tenemos una máquina plana, una fileteadora y hace poco compramos una collarín. Con el banco me ha ido muy bien, por eso no he tenido necesidad de cambiar”, advierte.

‘Mi meta ahora, estudiar confección industrial’

El conversatorio sobre los ‘Objetivos de Desarrollo Sostenible e Inclusión Financiera’, llevado a cabo el pasado 5 de marzo en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, fue más que una prueba para Jessica Hernández, quien participó en representación de miles de emprendedoras latinoamericanas, quienes, como mujeres, deben perder el miedo a empezar y desarrollar nuevas ideas para sus vidas.
Fue el mensaje que desde ese nuevo mundo para ella les envió a todas las mujeres del planeta, a quienes invitó a seguir adelante con sus proyectos.
“Nunca imaginé que mi labor fuera a tener esa repercusión, pero el objetivo siempre ha sido sensibilizar. Doy gracias a Dios, a Bancamía y a la Fundación porque así pasó”.
Su reto, ahora que está de nuevo con sus hijos y al frente de sus negocios, es estudiar confección industrial, en cinco años tener su título y luego aprender algo de finanzas para seguir creciendo y aportando.
CARLOS ARTURO GARCÍA M.
artgar@eltiempo.com
En Twitter: @CarlosGarciaM66
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