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Sector Financiero

México busca en China al nuevo Estados Unidos

Esta relación es desequilibrada: por cada dólar que México exporta al gigante asiático recibe importaciones por valor de 13.

Esta relación es desequilibrada: por cada dólar que México exporta al gigante asiático recibe importaciones por valor de 13.

Foto:REUTERS

Varios expertos consultados subrayan el potencial de la relación bilateral.

“Los milagros no existen”, dice Enrique Dussel, coordinador del centro China-México de la Unam y uno de los mayores escépticos con el cambio de parecer de las autoridades mexicanas. “No tengo nada que objetar a la diversificación de las exportaciones, pero parece que solo miramos a China desde que Trump nos sacó la lengua”.
Aunque la presencia económica del gigante asiático en el país norteamericano no es, ni mucho menos, una novedad –desde el 2003 es su segundo socio comercial–, la relación entre ambas naciones es muy desequilibrada: por cada dólar que México exporta al gigante asiático recibe importaciones por valor de 13.
Y esta disparidad, lejos de equilibrarse, ha tendido a exacerbarse en los últimos años, en los cuales el país norteamericano ha perdido una oportunidad de oro para posicionar sus productos en China.

En el 2016, México exportó menos al gigante asiático que en el 2011.

En el 2016, por ejemplo, México exportó menos al gigante asiático que en el 2011. ¿Por qué? “México no está institucionalmente preparado para llevar una relación de mediano o largo plazo con China. Falta preparación de las empresas y del sector público; fallan en temas tan básicos como concretar los perfiles de los consumidores chinos o las reglas sanitarias”, añade Dussel.
“Quienes dicen ‘Ahora nos vamos a poner a exportar a China’ solo demuestran una ignorancia absoluta”, sentencia. A esos problemas de origen se le añade otro fundamental: “China, en realidad, son muchas Chinas; cada provincia es un mundo. Las hay más pobladas que todo México, y cada una tiene unas características muy distintas entre sí”.
Incluso, antes de 1994, cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hoy puesto en tela de juicio por el Gobierno estadounidense, el comercio mexicano ya estaba fundamentalmente enfocado en su vecino del norte.
Era algo natural, dictado por la geografía, pero al priorizar ese mercado sobre el resto, se perdieron jugosas oportunidades que hoy es muy difícil aprovechar. "La prioridad otorgada a América del Norte y el efecto inercia del mercado estadounidense impidió ver otras opciones, como China. Y eso fue un error mayúsculo”, apunta Jorge Eduardo Navarrete, economista y exembajador de México en el país asiático.
“No veo a Pekín como pieza de recambio de Washington; los enfoques mecanicistas no funcionan en nuestro tiempo y parece, más bien, que México se agarra a un clavo ardiendo. Se puede plantear un acercamiento, pero concretar acuerdos va a tomar tiempo y va a haber que hacerlo caso por caso, industria por industria”.
En síntesis: China representa una oportunidad, pero no es la panacea para los problemas de México.
A la dificultad de tener que llegar a acuerdos de forma acelerada, al ritmo que marcan los incendiarios tuits del nuevo presidente estadounidense, hay que sumar la tensión que ha predominado los últimos años en la relación bilateral.
“En las últimas décadas, las relaciones han sido nefastas”, señala Alicia García Herrero, economista jefa del banco francés Natixis para Asia-Pacífico.
La escasa fluidez en el diálogo se ha visto potenciada –u originada– por la competencia de ambos países por vender sus productos en el mercado estadounidense: las exportaciones chinas a la primera potencia mundial son muy similares a las mexicanas en términos de valor agregado, lo que convierte a ambos países en competidores.

China representa una oportunidad, pero no es la panacea para los problemas de México.

Esta situación marca una diferencia importante respecto a otros países latinoamericanos como Brasil, Chile o Venezuela, mucho más centrados en la exportación de materias primas. Aunque México también es una potencia en ese ámbito, su inclinación hacia las manufacturas añade complejidad en su relación con Pekín.
Sin embargo, las andanadas del magnate republicano sobre el país norteamericano han dado un giro de 180 grados en la orientación comercial mexicana: de mirar casi en exclusiva al norte, ha pasado a tener una visión eminentemente oriental: hacia Europa y, sobre todo, hacia China.
“Si México se queda fuera de su gran mercado, tendrá que buscar nuevos socios a la desesperada. Y Pekín lo va a aprovechar: es un país estratégico para ellos por su posición geográfica. Los chinos quieren aprovechar la debilidad de EE. UU. con Trump, y México es un plato fuerte y simbólico”, añade García-Herrero.
IGNACIO FARIZA - XAVIER FONTDEGLORIA
Ediciones EL PAÍS, SL 2017
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