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Tenis

El magnífico renacer de Roger Federer

"Es el jugador más importante de la historia del tenis. Tiene esa fuerza y talento. Toma buenas decisiones en la cancha". Fernando González

"Es el jugador más importante de la historia del tenis. Tiene esa fuerza y talento. Toma buenas decisiones en la cancha". Fernando González

Foto:AFP / Julian Finney

Superó una ausencia de 6 meses, por lesión, para volver a su más alto nivel.

“Están siendo unos resultados de ensueño. Y esto prosigue mi regreso de cuento de hadas”, expresó Roger Federer una vez ganó el Masters 1.000 de Indian Wells y teniendo en su museo, que bien grande e imponente debe de ser, el trofeo del Abierto de Australia, que alcanzó hace unos cuantos meses. Y es que para el suizo, a sus 35 años, todo su mundo es una fantasía, un libro de cientos de páginas rellenas con una pluma de oro y que muestran una leyenda del deporte viva, un ave fénix que resurgió de sus propias cenizas, casi apagadas por las lesiones.
Julio Cortázar plasmaba, en su libro Rayuela, que “la esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”, y ese juego de palabras, que se han mantenido vigentes durante muchas décadas, es la perfecta descripción para un Federer que se ha mostrado a lo largo de su vida como un tipo elegante, pero sencillo, genuino y competitivo. Desde sus primeros años, cuando creció en un entorno de ganaderos y agricultores, fue forjando un carácter ganador; siempre quiso sobresalir, y con el paso de los años fue encontrando la madurez y las maneras para estar en la élite del deporte. Su ilusión por marcar una época dorada lo mantuvo siempre trabajando por no solo estar en el podio junto a los mejores, sino en el olimpo como el rey... como ‘Su majestad’. ( Lea también: El mundo, rendido a los pies de 'Su Majestad', Roger Federer)
Hace algunos años, el ganador de 18 títulos de grand slam afirmaba en una entrevista: “Una vez que llegué a un cierto nivel, miré a los grandes atletas y deportistas de todos los tiempos, como Michael Jordan, Tiger Woods, Valentino Rossi y Michael Schumacher, para motivarme. Gente que lo hizo tanto tiempo, tantas veces, y yo me preguntaba: ‘¿cómo lo hacen?’. Sé que quería estar cerca de ellos, acercarme un poco a la historia que han conseguido, aunque sea un poco... Ellos fueron, sin duda, para mí, una gran motivación, y por eso seguí trabajando duro”. Algunos imaginaban tímidamente que Federer iba a estar junto con ellos; otros, no. Pero en la cabeza del suizo se veía que el trabajo y el despertar cada día queriendo ser el mejor lo motivaban a centrar sus esfuerzos en mejorar cada hora, cada minuto, cada segundo.
Hoy, con cerca de casi dos décadas de deleitar con su exquisito juego, su elegancia a la hora de impactar la pelota, la madurez a la hora de entrar a las diferentes pistas del mundo y de romper muchos registros, Roger Federer se mantiene vigente; y no solo vigente: es el mejor jugador de este arranque de temporada. Atrás quedan los rumores de un posible retiro. Su segunda juventud le llegó a los 35 años de edad, y tiene mucha más calidad que cuando fue el número uno del escalafón mundial.

Punto de quiebre

“Luego de consultar a mis médicos y mi equipo, tomé la difícil decisión de poner fin a mi temporada (2016) porque necesito más rehabilitación después de la operación de la rodilla”, anunciaba Federer el 26 de julio del año pasado.
La noticia no caí nada bien. Su ritmo venía cayendo, las grandes victorias no llegaban y la aparición de nuevas estrellas en el tenis mundial ponía a Federer en un laberinto en el que no encontraba la salida. La posibilidad del retiro atemorizaba a todos, y más cuando su despedida no podría ser al compás del redoblante, con la banda marcial guiando sus pasos, los aviones dibujando la bandera de suiza con sus grandes títulos, mientras los millones de fanáticos le agradecían y le mostraban su cariño.
En medio de su decepción por perderse los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, competición en la que le quedará la cuenta pendiente de consagrar su laureada carrera deportiva con el baño de oro cuando gane el metal dorado en sencillos, decidió irse a Suiza, a su casa a orillas del Rin, en la capital del cantón de Basilea, en donde vivió en su niñez. Allí, con el dolor de no jugar durante seis meses, fue planteándose sus nuevos objetivos. En cada entrevista que concedía se veía en su rostro pasar la amargura de no estar en cancha. Su familia, cuerpo técnico y médicos lo apoyaron, no lo dejaron desanimar, porque cuando ya había conseguido la gloria, por qué exponerse a complicaciones de salud futuras.
Federer comenzó, de esta manera, lo que él no sabía que sería su segunda juventud. Trabajos específicos fuera de las pistas de tenis. Mucho fortalecimiento en el gimnasio, jornadas de trote, reflejos y relevos hicieron prácticas de un menú muy bien estudiado para regresarlo a la gloria. Sus sensaciones las fue plasmando en las redes sociales.
“Espejito, espejito, ¿quién es el más rápido ahora?”, publicó en Instagram cuando estaba cerca de su regreso.
“Raramente sentía lo bien que es estar de vuelta en las canchas”, afirmó días después en sus redes sociales cuando se acercaba su regreso.

La hora del regreso

Es el jugador más importante de la historia del tenis. De verdad que tiene esas ganas, esa fuerza, ese talento, no solamente para trabajar en la cancha, sino para preparar el día tras día.

“Sé que no han oído muchas noticias de mí mientras me he estado recuperando. Emocionado por volver a jugar al tenis en enero en la Copa Hopman. ¡Me siento sano y preparado!” fue el mensaje que publicó en diciembre del año pasado para anunciar su regreso. Se lo veía con una sonrisa enorme, quizá tan enorme como todo su palmarés.
Expresaba tener nervios y parecía un niño pequeño cuando tomó por primera vez su raqueta.
Más allá de este torneo, el verdadero reto para el que se había preparado era el Abierto de Australia. Un torneo que había ganado hasta antes de arrancar en cuatro oportunidades. El primer reto en el cual se concentraron las miradas de casi todo el planeta fue contra el austríaco Jürgen Melzer. El partido terminó 7-5, 3-6, 6-2, 6-2 a favor del suizo.
Las eliminaciones tempranas y sorpresivas de Andy Murray y Novak Djokovic, primero y segundo del mundo, respectivamente, quedaron como una anécdota. Con el paso de los días, Federer mostraba una exquisitez en su juego.
Su juego de revés a una mano era poderoso, nadie encontraba cómo hacerle frente. La madurez la imponía en el dominio de cada punto. Al igual que una serpiente, fue envolviendo lentamente a sus rivales sin que ellos se percataran, y muy sigilosamente mandaba su feroz ataque. Así fue como llegó a la final frente a su más íntimo oponente: Rafael Nadal.
“Es el jugador más importante de la historia del tenis. De verdad que tiene esas ganas, esa fuerza, ese talento, no solamente para trabajar en la cancha, sino para preparar el día tras día. Toma buenas decisiones, pero el haber parado siete meses no es fácil, todos le tienen miedo a eso. Es un tenista que siempre hace la jugada correcta”, le afirmó el extenista chileno Fernando González, quien enfrentó al suizo en varias oportunidades, a EL TIEMPO.
En la final fue una más de sus sinfonías: pese a rivalizar con un combativo Nadal, el tenista suizo mostró su fase rejuvenecida. Atrás quedaron los diferentes dolores que lo aquejaban. Sabía que no había un mañana y que si quería volver a estar con los grandes, debía ganar. Y así fue. Golpes al fondo y las esquinas de la cancha, elegantes globos y perfección sin igual. Así ganó su título de grand slam número 18. Rey de reyes.
“Felicidades a Roger y a todo su equipo, es increíble cómo está jugando después de tanto tiempo sin competir. Es muy, muy difícil”, dijo aquel día Nadal, bastante sorprendido por el nivel que mostró Federer.
Unos cuantos días después, el recital cambió de lugar, pero los resultados siguieron siendo los mismos. Federer usó su raqueta como un pincel para llenar de magia a Indian Wells. Cada vez más imponía su juego con mayor claridad.
Y así, en plena segunda juventud, Federer volvió para reclamar el trono que hace algunos años había dejado vacante mientras reinventaba su juego.
La leyenda seguirá escribiéndose, y ojalá que las páginas aún sean pocas para la gloria que aún le haga falta alcanzar, porque sus fans sueñan con nunca verlo decir adiós. Por ahora, su juego sirve para ganar un nuevo título en el Masters de Miami. Ha venido jugando a un nivel muy alto. Parece no tener rival. Con maestría ha ganado todos sus partidos y se acerca a la tercera corona de este 2017.
“No creo que nadie pueda llevar su juego a la perfección. Bueno, solo si eres Federer”, dijo Djokovic.
Felipe Villamizar M.
Redactor de EL TIEMPO
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