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La mano caritativa de Yuri Alvear

Yuri Alvear, deportista colombiana.

Yuri Alvear, deportista colombiana.

Foto:Reuters

Sencilla, de buen corazón, amable y muy callada, pero siempre es positiva.

Marlén Rodríguez es una joven judoca vallecaucana, de Jamundí, el mismo municipio que vio nacer a Yuri Alvear al 29 de marzo de 1986. Pues, bien, Marlén es una de las nuevas generaciones de este rudo deporte, en ella hay esperanzas de que comience a figurar en el próximo ciclo olímpico que terminará en los Juegos de Tokio 2020.
Y en la vida de Rodríguez hay una persona que le ha ayudado mucho, quien le ha tomado tanto cariño que es su madrina en el deporte: Yuri Alvear.
Hace unos dos años largos, Yuri la vio competir y se reflejó en ella, tanto, que comenzó a apoyarla. Marlén le debe todo a Yuri, pues la medallista olímpica colombiana le ayuda con la alimentación, la vivienda, entrena en Jamundí y Alvear ha sido su mano derecha, su mentora.
Así es Alvear, sencilla, de buen corazón, amable y muy callada, es una mujer de pocas palabras, pero con una actitud positiva para salir adelante.
Mide 1,74 metros, pesa 70 kilos, y es la adoración de Miryam y Arnoi, y de su hermano, Harvy, el núcleo familiar que a pesar de las dificultades se ideó la forma de buscarle su propio patrocinio para que ella viajara a competir: rifas, entradas a bailes y hasta venta de empanadas, eso tuvieron que hacer ellos y los padres de Luz Adiela Álvarez, otra judoca colombiana, la mejor amiga de Yuri y quien la conoce a la perfección.
Los vecinos le colaboraron siempre, ellos también son partícipes de este éxito de la vallecaucana
En el estudio le iba bien, no era brillante, pero se defendía, así como cuando sube al tatami en busca de una victoria en la categoría de los 70 kilos. Su profesora Rosalía Mafla siempre habló bien de ella, disciplinariamente no tuvo ninguna queja, cuando curso la primaria. Terminó el bachillerato en el Liceo Técnico Comercial de Jamundí y en ese momento el deporte ya era su pasión, su vida, su meta. En ese colegio una amiga la invitó al gimnasio, ella entrenaba judo, Yuri aceptó y allá conoció al DT, Ruperto Guauña, quien fue el primero que la llevó por la senda del triunfo.
La Escuela Nacional del Deporte en Cali la tuvo como estudiante por varios semestres, hasta que se graduó de profesional en actividad física y deporte, a lo que se piensa dedicar cuando se retire del judo, deporte al que llegó sin darse cuenta, sin tenerlo planeado.
Sus padres no vieron bien que ella se dedicara al judo, decían que no era para mujeres, pero cuando los triunfos llegaron, pues la apoyaron.
Yuri siempre ha sido entregada a Dios. Era una líder juvenil de la Iglesia Cristiana Misiones y nación en Jamundí y tenía una casa de paz, a donde reunía a jóvenes y les hablaba de Dios.
En las noches, orientaba un grupo de mujeres a quien le programaba su rutina deportiva.
Se declara buena bailarina, algo que no puede hacer mucho por sus concentraciones, viajes y competencias, pero cuando tiene tiempo libre se divierte. Eso lo demostró mucho en el colegio, porque era una de las encargadas de montar las coreografías. Lleva la música en su corazón, le gusta tanto que hasta compuso una canción: ‘Mamá, yo quiero ser cantante’.
Colecciona billetes de todo el mundo y uno de los regalos que no puede faltar para su mamá es un imán para la nevera que siempre le lleva a su mamá. No sabe qué llevarle de Río de Janeiro, porque un Real y el imán del Cristo Corcovado los compró en 2007, cuando en los Juegos Panamericanos de 2007 fue medalla de bronce, pero ese es un tema que no le mata la cabeza, porque qué mejor detalle que la segunda presea que ha obtenido en los Juegos Olímpicos.
LISANDRO RENGIFO
Enviado especial de EL TIEMPO
Río de Janeiro
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