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Meluk le cuenta… (La indiferencia de la gente buena)

Ante medida inútil de Dimayor, asombra indolencia de directivos, hinchas y prensa buena...  

Gabriel Meluk
Que castiguen con unos partidos a puerta cerrada al Cali y al América y cierren unas tribunas por los escalofriantes disturbios a bala y puñaleta de sus barras criminales y que suspendan las transmisión en directo de TV y radio e impidan el acceso a la prensa escrita y de web para que los brutos de Cali y América no puedan ver los definitivos juegos de sus equipos contra Millonarios y Bucaramanga, respectivamente, es recetar un desenfriolito para el pavoroso cáncer de las barras criminales. La determinación bien puede ser calificada como una ‘Dimayorada’.
Está claro que es una sanción sui géneris, polémica, impopular y evidentemente corta e inútil para extirpar la malignidad. Los funcionarios están para dar soluciones, no para improvisar ridículos. Están para tomar medidas serias, no para dar palos de ciego y justificarse después. Están para expedir medidas sesudas y de peso, no para improvisar banalidades.
Este viernes, una tutela en defensa del derecho de la información y la libertad laboral, reversó la medida. La radio puede transmitir, los periodistas pueden entrar a informar. Pero la TV (RCN y Win Sports) por "común acuerdo con la Dimayor" no lo hará.
Esa medida sonaba a chiste, más cuando la batalla en las calles y el estadio de Cali pasó solo un día después de que los presidentes de los 36 equipos de la Dimayor le escurrieran el bulto a un paquete de sanciones reales, serias y osadas, pero ya usadas con éxito en el primer mundo del fútbol.
Pudieron haber votado Sí (como lo indica la decencia) a la quita de puntos, descensos, suspensiones para participar en torneos y sanciones muy severas y multas millonarias para los equipos y directivos que patrocinen y mantengan contactos y nexos con las barras criminales.
El fútbol, sus equipos y directivos volvieron a defraudarnos. Perdieron una oportunidad histórica de demostrar su sincero interés en acabar con este mal, de rechazar de manera vehemente a sus barras criminales y asumir la iniciativa de las medidas que deben tomarse para alentar, entonces, a las instancias gubernamentales y legislativas para invertir en infraestructura de seguridad en los estadios y expedir severas normas de castigo en la justicia ordinaria. Pero salieron otra vez con un chorro de babas.
Es inocultable que varios de los más importantes clubes mantienen una connivencia maligna con el hampa de las tribunas: les han dado la logística de los partidos, tiendas y negocios para su explotación, boletas para la reventa, plata, viajes nacionales e internacionales, suministro de implementos...
¡Pero el fútbol no tiene nada de culpa! ¡Sepulcros blanqueados! Resulta caradura que los directivos de los equipos castigados por los recientes disturbios afirmen que no comparten la sanción y, si es el caso, la recurrirán y apelarán.
El fútbol nunca tiene la culpa de nada de lo que le pasa. No es culpable de la violencia ni de las barras criminales... La culpa es de la desigualdad de clases y la falta de soluciones sociales del Estado, y es al Estado el que le toca resolver. Y la prensa cae en eso. Ese temor a quedar mal con las fuentes...
Ahora es cuando deben ser suspendidos los juegos y los campeonatos; multados y sancionados los equipos con pérdida de puntos y categorías, y expulsados de la actividad (¡y encarcelados!) los cómplices en los clubes.
Los directivos aseguran que son actuaciones, opiniones y conductas individuales de sujetos en las que el fútbol no tiene la culpa. Se meten a las canchas los bárbaros de las barras criminales bravas, agreden jugadores, corretean policías, sacan puñaletas, demoran e interrumpen partidos, y los dirigentes dicen que ellos no tienen la culpa, que los equipos son inocentes y que la responsabilidad es de la Policía y el Estado.

Indiferentes y egoístas

Los hinchas de Millonarios y Bucaramanga, que no verán por TV a sus equipos en los partidos decisivos, pusieron el grito en el cielo al ser los justos que pagarán por los pecadores. Además, recibí quejas muy fuertes e indignadas de colegas que alegaron censura y limitación a los derechos a la información y al trabajo.
Me resulta inevitable recordar la frase de Martin Luther King, uno de los símbolos de integridad más grandes del siglo pasado en el planeta: “No me duelen los actos de la gente mala. Me duele la indiferencia de la gente buena”. Así estamos. En serio.
Es claro que la prohibición de las transmisiones de esos dos partidos es una medida inane. Pero le rescato algo: intenta crear conciencia de que el problema de la violencia de las barras es de todos y que la gente buena no puede hacerse más la de las gafas, como los directivos de los equipos.
Así estamos: indiferentes y egoístas frente a un problema mayor: el de las barras criminales. Mientras no les afecte a los ‘hinchas buenos’, allá el resto de la humanidad. Allá si se matan, allá si convirtieron los estadios en ollas de microtráfico. ¡No ven las vigas en sus propios ojos: las barras criminales están por todos los estadios del país, regando su podredumbre mafiosa!
¿Cuándo les va a empezar a doler? ¿Cuando les disparen o acuchillen a alguien cercano? ¿Cuando ellos mismos sean las víctimas? ¿Cuando los asalten o los apuñalen llegando al estadio? La gente buena también es muy buena para ser indiferente.
Y la prensa, que reclama ser otro ‘daño colateral’, también hace cosas de ‘gente buena’. Todos los periodistas, y empiezo por mí, como lo he repetido tantas veces, hemos sido ayudantes de Frankenstein al celebrar el color, la fiesta de humo y papel picado y los cantos en las tribunas en las que se levanta el monstruo. De nosotros el que menos ha pecado lo ha hecho, al menos, por omisión.
Hay franjas completas de programación pensadas en las barras de las curvas norte y sur. Usan sus canciones, sus palabras, sus dichos, sus tonos y sus ideas. Mientras tanto, en los medios se pide paz como la reina que repite que su personaje más admirado es la madre Teresa de Calcuta.
Sin embargo, la prensa en masa e indignada reclamó por la censura. La Acord expidió un comunicado muy fuerte. Y me pregunto: ¿dónde están los informes y denuncias generales, los vetos reales contra las barras criminales y su submundo de microtráfico, intimidación y muerte? Son pocos los medios que lo han hecho.
Insisto: en medio de lo inútil y blando de la no transmisión por TV de los partidos Cali-Millos y Bucaramanga-América, espero que la gente buena, los directivos buenos, los hinchas buenos y la prensa buena asuman una posición real de ‘tolerancia cero' frente a las barras criminales.

Algunas soluciones de fútbol para el fútbol

A los hooligans en Inglaterra y Holanda los sacaron de los estadios hace ya 20 años en una combinación de fuerzas represivas tomadas por los gobiernos, parlamentos, el fútbol y el sistema policivo y judicial. Los criminales no dejan alternativa diferente a las medidas de choque.
Las medidas que debe tomar el fútbol para el fútbol están probadas en otros lugares del mundo. Aquí, algunas ya escritas tantas veces en esta misma columna:
1. Expulsar de los clubes a los presidentes y dirigentes de equipos que apoyan a las barras criminales con boletas, pago de transporte, patrocinios, entrega de logística y locales comerciales, y las han convertido en sus brazos armados para atacar a jugadores, entrenadores y críticos.
2. Impedir el ingreso de las barras criminales a los estadios de un plumazo, ya sean locales o visitantes, así como prohibir las tribunas reservadas para estos criminales.
3. Empadronar a los hinchas sospechosos para facilitar la ubicación de los hampones y prohibirles de por vida el ingreso a las canchas.
4. Establecer pérdida de puntos, descensos de categoría y hasta exclusión de torneos a los equipos incapaces de garantizar la seguridad en sus estadios y por los actos violentos de sus hinchas.
5. Incrementar ostensiblemente el precio de las entradas y balancear su flujo financiero con los millones de pesos que reciben por la venta de sus derechos de TV cerrada y abierta (que en Colombia representan, mal contados, 20 millones de dólares). Pero ¿aquí quién asume el costo político de que les quitaron el fútbol a los menos pudientes?
6. Suspender los torneos hasta que la Policía impida el traslado entre ciudades (o dentro de ellas) de grupos de barras criminales.
Meluk le cuenta…
GABRIEL MELUK
Editor de Deportes
En Twitter: @MelukLeCuenta
Gabriel Meluk
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