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Meluk le cuenta... (Bicicleta con alas)

Nairo escribió un nuevo poema del deporte colombiano al firmar el título de la Vuelta a España.

Gabriel Meluk
Sigiloso, agazapado, al acecho, con pedalazos silenciosos y atentos. Con el cálculo tan frío como la madrugada boyacense, Nairo Quintana escribió un nuevo poema del deporte colombiano al firmar el título de la Vuelta a España, una de las tres grandes pruebas de la ruta mundial, como antes había ganado el Giro de Italia. Otra vez dinamitó la montaña, se lanzó al viento en la llanura y deslizó la bajada.
La vida gira como las ruedas de su bicicleta. Este domingo se brindó con burbujas de oro la merecida victoria. Apenas un mes y 19 días atrás, un Nairo bajo de forma, entre versiones de enfermedades y alergias, acababa un Tour de Francia agridulce: no le fue mal porque terminó de tercero, pero no le fue bien porque tras dos subtítulos su objetivo repetido era el título.
Una victoria que consiguió ahora cuando recuperó el acero de sus piernas. Lo recobró en la montaña, en la décima etapa, la de Lagos de Covadonga, en la que con la fuerza del azadón abrió el surco de tiempo para cultivar el triunfo final sobre Chris Froome. Después regó esa semilla de triunfo con una escapada larguísima en la etapa 15, la de Formigal en la que, cometa de luz y fuego, prendió la llama de la gloria en la planicie.
Luego, el Nairo de siempre escribió su verso de laurel con esa tinta trabajadora, calma, cautelosa y sagaz que tiñe de rojo campeón la sangre de su raza boyacense frente a la reverencia y el aplauso del ‘rey de Inglaterra’, de Froome.
Este triunfo de Nairo, que lo dejó de primero del escalafón mundial, es un hermoso y emotivo poema de victoria en el que “hizo rodar nuestro mundo y al mundo bajo sus ruedas”, como cantó Toquinho; en el que nos montó en sus pedales “chorreando sudor, enfilándose como loco por subidas inaccesibles”, como ‘pintó’ con palabras Salvador Dalí; en el que “casi volando, casi sin frenos, el sol giró en sus ruedas veloces y de cada uno de sus radios llovieron chispas de su bicicleta azul”, en la letra de un romancero español –no podía ser otro–.
Como escribió Pablo Neruda, “cuando los muchachos levanten la copa de vino para brindar, en la puerta espera la bicicleta inmóvil porque solo del movimiento fue su alma”, y agregaría, con atrevimiento, porque solo del impulso de Nairo fue su alma.
Sí. La de Nairo es esa ‘bicicleta con alas’ del poeta Rafael Alberti, que nos llevó al cielo para tocarlo, en la que durante 21 días a toda velocidad y de cara al viento montó nuestra inmensa felicidad y nuestro infinito orgullo. 
Meluk le cuenta...
GABRIEL MELUK
Editor de Deportes
@MelukLeCuenta
Gabriel Meluk
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