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Ciclismo

El campeón que aprendió a vivir con el dolor en su cuerpo

Alejando Perea en el momento del remate de la prueba del ‘scratch’, su especialidad.

Alejando Perea en el momento del remate de la prueba del ‘scratch’, su especialidad.

Foto:Cortesía Fedeciclismo

Alejandro Perea es doble campeón mundial de paraciclismo. Su mejor analgésico es montar bicicleta.

El vestir por primera vez el uniforme de una selección nacional, y en un mundial, prácticamente le dio las suficientes alas a Alejandro Perea Arango, el joven antioqueño que en marzo se colgó dos medallas de oro en el Mundial del Paraciclismo que tuvo lugar en Río de Janeiro (Brasil), cita en la que de paso se convirtió en el primer deportista con discapacidad que en una competencia universal de la especialidad logra dos títulos mundiales.
El ciclista fue el mejor en la prueba de kilómetros en la categoría C2 (discapacidad física) y en la del ‘scratch’; esta última, su gran especialidad y en la que se impuso relativamente fácil, pues les tomó vueltas de ventaja a todos sus competidores.
Sobrado pasó la meta, y su festejo fue especial. Se abrazó con su mamá, Gloria Arango; su hermano José Orlando y su sobrino Daniel, hijo de Esteban, que no pudo viajar. Ellos acompañaron a Alejandro en ese momento de inspiración y de conquista. El entrenador nacional José ‘Chepe’ Castro también hizo parte de esa imagen, en la que con el resto de compañeros del equipo nacional se abrazaron y gritaron a rabiar la obtención de ese par de metales dorados.
Sin duda, fue uno de los momentos más felices que ha vivido Alejo en los pocos años que lleva como ciclista competitivo, cuando en el 2013 decidió que esta actividad deportiva sería su nueva manera de disfrutar la vida. Y en ese tiempo, en menos de cinco años, ya ha marcado diferencia y tiene un buen puñado de triunfos en su historial.
“Yo he trabajado muy duro a nivel nacional, porque no había tenido la oportunidad de hacerlo en el exterior. He sido campeón cinco años consecutivos en Colombia, y tres años múltiple campeón nacional. Siempre he trabajado fuerte, con entusiasmo, y me exijo al máximo. No es una labor fácil, requiere de muchos sacrificios. Por eso, es satisfactorio cuando se logra una medalla; esa es la mejor recompensa que se puede recibir después de tantos esfuerzos. Mis entrenadores han tenido mucho que ver en estas primeras conquistas, a ellos también les agradezco”, asevera Alejandro.
Ahora ya recoge los frutos este chico de 21 años, nacido y criado en el barrio Belén, de la capital antioqueña, pero la verdad no ha sido nada fácil y menos para un joven que todos los días debe librar una permanente batalla contra el dolor físico, en muchas ocasiones agudo y, también por momentos, la congoja mental.
Alejandro, nacido el 15 de marzo de 1997, padece displasia epifisaria múltiple, una enfermedad genética que afecta el crecimiento y la formación de los huesos; y espasticidad, un trastorno que ocasiona que los músculos se tornen rígidos, problema surgido en su nacimiento en el momento que por unos segundos no llegó oxígeno a su cerebro y algunas células blancas se alcanzaron a morir.

Los golpes mentales son más dolorosos que los físicos. Esos se curan con terapias, los mentales
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La bici, su mejor medicina

“Ya convivo con eso, me acostumbré, lo tolero, a tal punto que no tomo medicamentos; en muy pocas ocasiones, quizá un analgésico, un acetaminofén, pero mi mejor medicina es salir a montar en bicicleta. Eso es lo que me da vida, me refresca, me renueva y me reconforta”, confiesa este doble campeón mundial mientras luce con orgullo la camiseta arcoíris que lo identifica como campeón mundial de paraciclismo.
El antioqueño que ostenta el récord nacional de la persecución individual 3.000 metros con un tiempo de 3.39,338 minutos, y que alcanzó tres metales de oro en el Campeonato Nacional de Paraciclismo en Cali, en febrero pasado, desde niño siempre estuvo ligado a la bicicleta y aprendió a montar muy rápido. Casi que fue como por instinto.
Una pequeña bicicleta roja fue su compañera de aventuras desde que tenía 3 años.
“Gracias a la bicicleta fortalecí la pasión por este deporte. Me acuerdo de que yo estudiaba a las 7 de la mañana, pero me levantaba a las 5 para poder montar antes de ir al colegio. Nadie me dijo nada, fue por voluntad propia, por gusto, y miren donde ya voy”, advierte el deportista, quien ahora, tras lograr las medallas de oro en pista, ya sueña con estar en la competencia de los Paralímpicos de Tokio 2020.
“Las medallas quedan ahí, se cuelgan y se exhiben, pero para llegar a eso se requiere haber realizado un proceso y, también, de mucha motivación. Eso ayuda a superar los innumerables tropiezos que uno se encuentra en el camino y a sortear las dificultades. Por eso, esas victorias son reconfortantes y ayudan para seguir en la lucha por conquistar nuevas batallas en la bicicleta”, reconoce el hijo mejor de la familia conformada por Gloria Eugenia Arango (su mamá), Orlando (su papá) y sus hermanos Carlos Esteban y José.
Para Alejandro, la medalla más luchada fue la del ‘scratch’, su especialidad.
“Esa competencia fue la que más me costó ganar, era una prueba de 60 vueltas con un nivel muy fuerte, en la que los otros competidores no permitían ninguna fuga y lo logré en las últimas dos vueltas, con lo que se pudo obtener la segunda medalla de oro. Sabía que tenía con qué ganar. Fue algo sorprendente. Después de obtener la primera medalla me sentí con más confianza para correr. Ha pasado buen tiempo de esas jornada y solo hasta ahora lo estoy comprendiendo, es una maravilla”, recuerda Alejandro con una sonrisa de oreja a oreja.
La bicicleta, entonces, ha sido fundamental para la evolución médica y emocional de Alejandro. Lo que en un comienzo fue un pasatiempo, posteriormente, por recomendación de los especialistas, fue la mejor terapia para evitar que se atrofiaran las articulaciones.
Luego le llegó el momento de montar y entrenar con ciclistas convencionales, y descubrió la alegría que le proporcionaba la bicicleta con las nuevas aventuras. Pero fue su amigo Carlos Mario Arcila, otro ‘enfermo’ por la bicicleta, quien lo motivó y le dio el impulso para que llegara al ‘paracycling’.

Quiero que las personas que en estos momentos están postradas en una cama se sacudan y se levanten, le abran los ojos al mundo; hay que mirarlo y enfrentarlo

Un campeón de entrada

“Recuerdo que en mi primera competencia, en Santander, gané cinco medallas de plata, en las pruebas del ‘scratch’, el kilómetro, la persecución y también en ruta y contrarreloj. Ese fue mi despegue; sabía que tenía una discapacidad, pero que también podía alcanzar logros deportivos”, rememora el antioqueño, de 1,62 de estatura, 57 kilos de peso, y que siempre está acompañado por un pequeño y liviano bastón que usa para sostenerse cuando está de pie.
Y así como ha ganado mucho en tan poco tiempo, también ha sufrido fuertes y dolorosas caídas que han dejado algunas profundas heridas, raspones y cicatrices, cada una con su historia; otros golpes de la vida, pero que no han aplacado el ímpetu y el camino victorioso del joven que cuenta con la ayuda de Indeportes Antioquia y hace parte del programa Talentos Postobón, que le ha proporcionado una nueva bicicleta Fuji, de color negra y verde, bien armada electrónicamente, con ruedas de carbono, y además le ayuda con sus estudios universitarios en administración de empresas.
“Recuerdo una caída en el aeroparque Juan Pablo II. Estaba en una carrera y de repente se fueron al piso muchos competidores, se formó una montonera y todos me cayeron encima. Muchas laceraciones y cortes, pero lo más doloroso fue la pérdida de la bicicleta; quedó destruida. Lo bueno es que eso sirvió para tener una nueva, una mejor, que es con la que entreno y compito. Claro que, sin duda, los golpes mentales son más dolorosos que los físicos. Esos se curan con terapias, los mentales no”, confiesa el bicampeón mundial de ‘paracycling’.
Lo que sí le hace falta, y lo pregona cada vez que puede, es que un campeón necesita tener su techo propio, su casa.
“A mí y a mi familia lo que nos falta es tener un techo propio. Eso es básico para cualquier campeón, contar con una casa, y bueno, tener también el material deportivo adecuado para poder entrenar sin problemas. Una casa da tranquilidad, paz mental, el tener a donde llegar a dormir y quitarse esa bendita preocupación. En eso estamos”, admite el joven deportista.
Su próximo compromiso internacional será en Italia, en agosto, en el Mundial de Ruta de Paracycling, que tendrá un circuito para la prueba de gran fondo y una contrarreloj individual.
Pero su objetivo a largo plazo es conquistar una medalla paralímpica. “Sueño con ese momento, por eso es que entreno a diario sin bajar los brazos. Eso hace parte de un proceso, y para lograrlo también debo contabilizar puntos en las copas mundo y en los mundiales. Antes, la idea es lograr el cupo a los Parapanamericanos de Lima 2019. Esa es otra cita importante a la que hay que ir a ganar”, describe.
“Sé que la discapacidad, el dolor físico y el dolor mental dejan en muchas ocasiones un nivel de depresión, de tristeza absoluta. Por eso, quiero que las personas que en estos momentos están postradas en una cama se sacudan y se levanten, le abran los ojos al mundo; hay que mirarlo y enfrentarlo. Eso es muy motivante y de verdad sirve para levantar el espíritu, el ánimo. Se sentirán mejor”, puntualizó el portador de la camiseta arcoíris del paraciclismo.

‘Alejandro tiene talento propio’

El seleccionador nacional José ‘Chepe’ Castro destacó el resultado de su equipo en el Mundial de Río, donde se alcanzaron dos preseas de oro, una de plata y otra de bronce. Y tuvo palabras de apoyo para sus dirigidos, incluyendo a Perea. “Afortunadamente tenemos un grupo que quiere conseguir objetivos, que lucha y se esfuerza para lograrlos. Trabaja muy duro para dejar en alto la bandera de nuestro país. Alejandro fue una grata sorpresa. Sabíamos de sus condiciones, pero nunca había estado con la selección y, bueno, de entrada se colgó dos oros. Es muestra de su potencial deportista para tener en cuenta en los próximos compromisos”, resaltó Castro, quien lleva 10 años trabajando en el paraciclismo.
JAVIER ARANA
Redactor EL TIEMPO
En Twitter: @arana_javier
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