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Música y Libros

Vida y milagros de Piero, más allá de ‘Mi viejo’

Desde 1996, Piero es ciudadano colombiano y ha ejercido el derecho al voto.

Desde 1996, Piero es ciudadano colombiano y ha ejercido el derecho al voto.

Foto:Archivo Piero

Maureén Maya escribió la biografía autorizada del cantante que más suena al llegar el Día del Padre.

Andrea Morante
“Yo tenía 14 o 15 años y estaba estudiando para una prueba de geografía”, recuerda el músico argentino León Gieco (compositor de Solo le pido a Dios) sobre el momento en que conoció la voz de Piero. 
“Al rato se produjo un momento mágico, algo que nos atravesó a los tres por igual: comenzó a sonar una canción (...) Esa letra y esa música cantada de una forma relajada, con pausas y silencios, se impuso ante las miradas, primero sorprendidas y luego llorosas. Era Mi viejo, cantada por un muchachito que se abría paso a la popularidad (...) Yo amaba a mi papá, era una persona extraordinaria (...) Y dije: ‘Esta canción es para él’. Qué iluso, todos los que la escucharon alguna vez pensaron igual”.
Este fragmento sirve de preludio a la biografía autorizada de Piero, el creador de ese himno a la paternidad titulado Mi viejo y quien lleva más de 50 años desgranando canciones, a veces sentimentales, a veces explosivas.
El testimonio de Gieco está incluido en la biografía autorizada Piero, mi querido Piero, de la escritora Maureén Maya, quien además de haber investigado su vida, asesora al músico en temas colombianos:
“Desde hace siete años trabajo con él, he estado en varias de sus giras porque necesita alguien que le ayude con la producción y que le sirva de filtro, ya que hay códigos del ser colombiano que nosotros entendemos y él no. Una vez, una gente rara lo sacó de un concierto en Medellín, él los acompañó de manera inocente y luego, con armas, lo obligaron a seguir cantando solo para ellos”.
A comienzos de los 70, Piero fue vetado en Colombia.

A comienzos de los 70, Piero fue vetado en Colombia.

Foto:Archivo Piero

No es el único episodio de peligro que Maya tuvo que documentar. El comienzo de su libro parece una escena de suspenso que data del 29 de julio de 1976, a las cuatro de la madrugada.
A esa hora, la hermana de Piero timbró en su puerta y lo sacó de la cama, de su apartamento, de su país: alertada por un amigo oportuno, le advirtió que los militares que habían instaurado la dictadura cuatro meses antes iban a detenerlo, como habían hecho con muchos opositores que luego nunca aparecieron.
Piero cruzó la calle solo con una maleta, y fue recibido por sus amigos Arturo Puig y Selva Alemán. Apenas diez minutos después, un automóvil sin placa se detuvo al frente, seis hombres irrumpieron a patadas en su apartamento, sacudieron cada rincón y volcaron su frustración por no encontrarlo, mientras el músico fugitivo atisbaba su milagrosa salvación, tras las cortinas, en la acera opuesta.

La memoria es una invención. Para complementar la memoria frágil de Piero, investigué y entrevisté a personas cercanas

“Comencé con ese episodio, porque supone una ruptura en la vida de Piero y es muy fuerte –dice Maya, experimentada periodista y defensora de derechos humanos, que lleva a cuestas otros cinco libros–. Quería mostrar no solo la parte hermosa, sino los desafíos. Mucha gente piensa que los artistas viven en un lecho de rosas, ajenos a las tragedias. Pero en ese momento, la carrera de Piero se fracturó, y lo llevó al exilio en España”.
En efecto, Maya relata lo dulce y lo amargo, éxitos e infortunios como el de haber perdido a su primer hijo, Mariano, a los 40 días de nacido, por muerte súbita infantil.
Piero De Benedictis, nacido el 19 de abril de 1945 en Gallipoli (Italia), ha sido un errante trovador que ha pasado largas temporadas no solo en España o en Italia, sino también en la Panamá de su amigo Ómar Torrijos, o en Colombia, donde recibió la ciudadanía hace 21 años.
Con nuestro país ha tenido una relación estrecha, de amor lacerado por las cicatrices de la violencia, y al comienzo de rechazo porque en 1972, el DAS amenazó con expulsarlo tras un concierto en la Universidad de los Andes que terminó en manifestación política contra el gobierno. Y un año después, fue peor: se le negó, de plano, la entrada en el aeropuerto El Dorado.
“En Colombia le han dado duro, pero también le han dado amor –sostiene su biógrafa oficial–. Él dice que nunca sintió tanto afecto como con el público colombiano. Siempre recuerda un concierto en la Media Torta con 70.000 personas. O el de los Andes, con una multitud de muchachos colgados de las ventanas para escucharlo. Y otro en 1989, dos días después del asesinato de José Antequera (dirigente de la Unión Patriótica)”.
Este episodio es particularmente significativo, pues Maya cuenta que el ambiente estaba enrarecido por la masiva presencia policial, la rabia manifiesta de los asistentes y las consignas que fueron subiendo de tono hasta que los uniformados terminaron entre el escenario y la multitud. Mientras llovían botellas y otros objetos, Piero retó a los policías: “O ustedes cantan con nosotros o se van. Esto es un concierto”.
Hincha del club de fútbol Banfield, seminarista inconcluso y nombre de postín en conciertos de cantautores latinoamericanos, Piero se convierte en voz inevitable cuando se acerca el Día del Padre. En miles de emisoras suena Mi viejo, su composición más conocida, aunque es autor de clásicos de lo que solía llamarse ‘música protesta’ como Para el pueblo lo que es del pueblo o Que se vayan ellos; de cantos profundos como Soy pan, soy paz, soy más o Tengo la piel cansada de la tarde, y de baladas populares como Llegando llegaste o De vez en cuando viene bien dormir.
Para hacer la biografía, Maya entrevistó a la gente de su entorno, a su única hermana (Gabriela), a su mánager (Sergio Perata), a los músicos de su banda y a colegas cercanos como el mencionado León Gieco y el cantautor Víctor Heredia. Tuvo acceso al archivo personal del músico, lleno de cajas etiquetadas por décadas: los 60, los 70, hasta este siglo XXI.
Fueron cerca de tres años para reconstruir la vida andariega de un hombre que ha compartido escenario con grandes nombres de la música. Y que se confesó influido por la chanson de Jacques Brel y George Brassens, pero también por el folclor de Atahualpa Yupanqui y Horacio Guaraní.
De sus encuentros con amigos nació su trabajo a cuatro manos con José Tcherkaski, autor de la letra de Mi viejo, quien en 1969 y en un rapto de inspiración escribió ese coro inmortal, como quien toma un dictado de alguna divinidad: “Viejo, mi querido viejo / ahora ya camina lerdo / como perdonando el viento”.
Ese momento es uno de los más emotivos de Piero, mi querido Piero. Maya pone en palabras del propio cantautor el instante en que, emocionado, corre a cantárselo a su padre, don Lino, de sangre italiana:
“Cuando levanté la mirada, me di cuenta de que mi viejo estaba con un pañuelo secándose algunas lágrimas, nunca lo había visto así (...) cuando terminé, apoyé los brazos sobre la guitarra y los dos, en el mismo instante, nos soltamos a llorar (...) Mi viejo se recompuso, se limpió la cara, se incorporó en la silla y me miró fijamente a los ojos.
—Ma, ¿quién camina lerdo? ¡La p... que te parió!”.
JULIO CÉSAR GUZMÁN
Editor Cultura y Entretenimiento
Andrea Morante
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