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El sacrificio de quienes murieron por la patria

En el reinado de Fernando VII (izq.) y a manos de Pablo Morillo, España fusiló a una generación de intelectuales patriotas.

En el reinado de Fernando VII (izq.) y a manos de Pablo Morillo, España fusiló a una generación de intelectuales patriotas.

Foto:Archivo particular

Se cumplen este miércoles 200 años del fusilamiento de Mariano Grillo y José Joaquín Grillo.

La patria es la tierra de nuestros mayores. La patria “es la tierra natal adoptiva a la que un individuo se siente ligado por vínculos de diversa índole, como afectivos, culturales o históricos”.
Conciencia de patria es tener claridad sobre el pasado y el proceso histórico vivido en esa tierra a la que nos sentimos profundamente atados.
Toda comunidad requiere tener conciencia de patria; conciencia de su pasado. Toda sociedad necesita que sus integrantes tengan conocimientos y claridad sobre los aspectos que le permiten profundizar en sus raíces históricas para valorar las ideas y sacrificios que la han forjado y poder así contribuir a unificar criterios básicos en la construcción de su futuro común.
Por estos días y los que restan del presente año, es necesario recordar en Colombia el atribulado periodo que se vivió hace exactamente doscientos años, cuando fue sacrificada toda una ilustre generación de criollos que seis años atrás se habían atrevido a deponer la autoridad española que encabezaba el virrey o habían participado en los hechos que siguieron a este acontecimiento.
El 31 de agosto, corresponde recordar a Mariano Grillo Flórez y José Joaquín Grillo Ramos, padre e hijo respectivamente, quienes fueron fusilados ese día de 1816 en Facatativá. Para recuperar su memoria acaba de publicarse el libro Los Grillo, mártires de la Independencia en 1816 del historiador Luis Guillermo Valencia Santana; obra que, en buena hora, nos ofrece una aproximación biográfica y contribuye a rescatar del olvido a estos dos criollos que bien pueden representar a tantos otros que, por estar avecindados en la provincia o tener menor posición social que los más reconocidos líderes de la capital, su aporte a la libertad ha sido desdibujado.
En su obra Valencia centra la atención en el padre y nos recuerda que “Mariano se desempeñó como soldado del rey, por lo que ejerció su carrera militar en el Virreinato de Nueva Granada hasta el año de 1804, cuando se hace acreedor de su premio o mejor conocida como pensión…” y pone de presente que por estos años Mariano se muestra partícipe de la causa independentista: “De tal forma que el 20 de julio (de 1810) pertenece al primer escuadrón de milicias dirigido por el coronel Pantaleón Gutiérrez en Santafé, en el cual Mariano fue nombrado teniente de la 2.ª Compañía; en agosto 9 fue ascendido a capitán dentro de las filas del ejército patriota”. En esa vocación de servicio a la patria lo siguió su hijo Joaquín.
¿Qué venía sucediendo de tiempo atrás? Para finales del siglo XVIII, el territorio que hoy es Colombia era una colonia española. Las ideas llamadas de la ilustración que difundían los conceptos novedosos de independencia, libertad, igualdad y solidaridad encontraron una gran difusión con el estallido de la Revolución francesa en 1789.
Estas ideas poco a poco y con reserva se fueron conociendo en nuestra sociedad, que debatía sobre ellas en entusiastas tertulias políticas disimuladas de literarias adonde llegaban libros, revistas y periódicos de Europa que eran leídos con avidez y cuidado.
Son los días en que Antonio Nariño, gracias a un libro que le presta un asistente del recién llegado virrey Ezpeleta, conoce el texto de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y procede a traducirlos e imprimirlos, con el entusiasmo de haber encontrado compendiado en ellos los principios fundamentales de sus ideas revolucionarias. Estas ideas lideradas por Nariño fueron ganando adeptos y generándose todo un movimiento independentista que se concreta el 20 de julio, cuando un incidente, provocado en la tienda de un español, logró, de acuerdo con el plan previsto por los patriotas, convertirse en un alzamiento contra la autoridad española que termina depuesta. El Virrey finalmente es apresado y luego enviado preso a Cartagena, junto con su esposa, para que de allí fueran embarcados hacia España.
En nuestro territorio, el mundo para los españoles cambió abruptamente. Para los criollos también. Pronto se tuvo una primera constitución y pasamos de ser súbditos españoles a ser ciudadanos del nuevo Estado de Cundinamarca. Nace la que hoy debemos recordar como primera República.
Entre los criollos afloraron grandes diferencias sobre el sistema de gobierno que debía imperar. Unos abogaban por un sistema centralista y otros, por uno federalista. Los partidarios del federalismo, liderados por Camilo Torres en calidad de presidente del Congreso de las Provincias Unidas, se organizaron en Tunja. Antonio Nariño lideró desde Bogotá las ideas centralistas, señalando que era necesario estar organizados para enfrentar a los españoles que algún día no lejano vendrían a retomar el dominio de nuestras tierras.
Los enfrentamientos entre los dos bandos, las dificultades para organizar un gobierno fuerte y las reacciones de los españoles que se habían refugiado –al norte, en Santa Marta y al sur, en Popayán y Pasto– coparon los años siguientes. Y lo temido aconteció.
En 1815, la corona española envía al mariscal Pablo Morillo al frente de un enorme contingente y flota militar a retomar el dominio del otrora virreinato de la Nueva Granada. Primero fue el sitio Cartagena, la ciudad fortificada que resistió durante 105 días, hasta el 6 de diciembre que se rindió. A comienzos del año siguiente, los líderes de la resistencia fueron ejecutados y se organizaron cuatro excursiones que penetrarían con el objetivo de “pacificar” el interior del país.
Debemos ahora recordar que, con la llegada de Morillo a Santafé se instala en el mes de mayo el ‘régimen del terror’. El 6 de junio de 1816 fue sacrificado el primero de los patriotas que había intervenido en los hechos del 20 de julio y los días siguientes, Antonio Villavicencio.
El preparativo de su recepción como Comisionado Regio de las Cortes españolas había servido de pretexto para desencadenar los hechos del 20 de julio que cada año celebramos como el día de la Independencia Nacional.
Luego de su arribo a Santafé en los días posteriores al levantamiento criollo, Antonio Villavicencio se sumó a la causa patriota y por ello sería degradado como militar y juzgado como traidor a España. Para honrarlo, la capital del departamento del Meta lleva su nombre.
Son muchos los patriotas que en los días y meses siguientes serían ejecutados. El 19 de junio 1816 fue sacrificado José María Carbonell, recordado como el ‘chispero’ del alzamiento independentista. El 6 de julio lo sería Jorge Tadeo Lozano, científico y primer presidente del Estado de Cundinamarca.
A las ejecuciones en la capital del virreinato siguieron otras en la provincia que buscaban igualmente sembrar escarnio en toda la población. El 3 de agosto fueron sacrificados seis patriotas en la plaza mayor de Zipaquirá. Fueron ellos: Agustín Zapata, Juan Nepomuceno Quiguarana, Francisco Carate, José María Riaño Cortés, Luis Sarache, José Luis Gómez. Hechos prisioneros en Santafé fueron llevados a pie y encadenados el 2 de agosto para ser ejecutados al día siguiente.
Este año los seis mártires zipaquireños han sido particularmente honrados en la capital salinera, que conserva un obelisco construido en piedra en cuya base están gravados sus nombres. Así mismo, la ciudad guarda, con devoción que cautiva y como mudo testigo de aquellos trágicos acontecimientos, la puerta que cerraba uno de los locales de una destacada morada del costado occidental de la plaza que fue tomado como celda, y acogió la vigilia previa a la muerte de los sacrificados.
Al finalizar agosto, Mariano y Joaquín Grillo son conducidos fuertemente escoltados, desde la capital donde habían sido apresados, hasta Facatativá para ser ejecutados en la plaza pública, frente a los vecinos que los conocían y los habían visto actuar con diligencia y gran entusiasmo en pro de la causa patriota. Tal como lo recoge Valencia en su libro, “Para el caso de Mariano y su hijo Joaquín, estos padecieron el mismo protocolo (que se aplicaba a los patriotas en Santafé) con la única diferencia de que les aumentaron el traslado atados de manos desde la cárcel del Rosario”. Su memoria también se honra en Facatativá, la ciudad que vio correr su sangre, con obelisco en piedra.
Es pues, hace doscientos años, cuando el comandante español logra que el terror se apodere de nuestra patria. A Morillo lo sucedería en tan sanguinaria tarea Juan Sámano, quien asume como comandante militar y luego, en 1818, es nombrado virrey.
En los meses siguientes tendremos muchos más nombres para recordar; entre ellos, el 5 de octubre, el de Camilo Torres Tenorio, el destacado jurisconsulto, y el 19 del mismo mes el del sabio Francisco José de Caldas.
Ciudades, poblaciones, establecimientos escolares, instituciones de diferente índole honran con su nombre a muchos de estos personajes a todo lo largo y ancho del territorio nacional. Los colombianos debemos volver por estos días la atención sobre las páginas de nuestra historia patria y recordar cómo el sacrificio de tantas personas valientes alimentó el proceso de organización del ejército que habría de sellar más tarde la independencia absoluta, el 7 de agosto de 1819, en el campo de Boyacá.
Los españoles creyeron que ajusticiando a los signatarios del Acta de Independencia, a los más destacados líderes que contribuyeron al movimiento de insurrección y a los que participaron en la organización de la primera República quedaba cortado todo asomo de insurrección hacia la corona española. Su accionar, si bien cegó una generación de gente brillante y valiente, alimentó una gran reacción que llevó a organizar el ejército patriota que los derrotó militarmente.
Viene bien instar a los colombianos a volver su atención sobre esos difíciles días que segaron la vida de todos aquellos que se atrevieron a luchar por la independencia, la libertad y la democracia. En nuestras mentes debemos tener claro que es allí donde se origina este sistema democrático que aun hoy no acabamos de consolidar. Prestemos atención a nuestra historia, forjemos conciencia de patria que bastante la necesitamos hoy.
J. DAVID RUBIO RODRÍGUEZ
Especial para EL TIEMPO
* Academia de Historia de Cundinamarca y Vicepresidente del Colegio Máximo de las Academias de Colombia.
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