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Música y Libros

‘Nos habría ido mejor como guerrilleros’: Rodrigo Silva

El maestro Rodrigo Silva integró el afamado y reconocido dueto de música colombiana Silva y Villalba.

El maestro Rodrigo Silva integró el afamado y reconocido dueto de música colombiana Silva y Villalba.

Foto:Juan Carlos Escobar

El cantautor, fallecido el lunes, dio esta entrevista en el 2016, bodas de oro de Silva y Villalba

El hombre empieza a morir el día que nace y a valer el día que muere. Aquí yacen los huesos de un hombre y los restos de una historia.
Nacho, Rodrigo Silva
Rodrigo Silva Ramos dice ser precavido al guardar en una libreta de la mesita de noche el epitafio que quiere para él.
Esta premisa casi se cumple en el 2004, cuando José Antonio Hakim le practicó una cirugía en la boca que duró 23 horas, la más larga de las ocho que le han hecho desde 1999, por un terrible mal.
En el 2000, este juglar de la música colombiana sufrió otra tragedia: su hija María Carolina partió a la eternidad con apenas 5 años. Y así por el estilo: muertes del cuerpo y del alma, funerales del amor no correspondido, pérdidas económicas, duelos. Y, las más lacerantes, las de la ingratitud.
El 30 de abril del 2016, Rodrigo Silva y Álvaro Villalba (el legendario dueto Silva y Villalba) celebraron en el teatro Jorge Eliécer Gaitán 50 años como uno de los hermanazgos más sólidos del folclor andino. Dos días antes hubo una rueda de prensa. Acudieron cuatro reporteros: dos de la provincia cundinamarquesa, un camarógrafo y una universitaria que cultiva desde niña el gusto por su música.
Tiene razón de dolerse Rodrigo Silva, no solo de los cataclismos del músculo y la sangre testimoniados por las cicatrices, sino de la insensibilidad ante el enorme patrimonio que él y su compañero –con un brazo inerte por una isquemia cerebral– empezaron a construir en una refresquería de El Espinal.
Huérfano de padre al año y medio de nacido, Silva –a quien Fernando Ayala Poveda dedicó un capítulo de su novela ‘No tengo un peso y me llamo Silva’– aprendió por su cuenta a ejecutar una veintena de instrumentos y a interpretar las músicas de diferentes regiones, incluidos varios ritmos mexicanos.
A los 15 años quedó matriculado con el dueto y el repertorio de los Andes colombianos a partir de la invitación que un tío le hizo a su finca de Usme, donde se celebró un ágape con Garzón y Collazos. Eso marcó al jovencito, que poco después formó su primer dueto: Silva y Faccini. Años más tarde, en 1966, justo para unas celebraciones sampedrinas en El Espinal, conoció a Álvaro Villalba, quien integraba el dueto Guzmán y Villalba. Fue amor a primera vista: afinaron cuerdas, intercambiaron compañeros y se soltaron a desgranar las páginas de un rico inventario discográfico, 12 en vinilo y 28 en CD, para un total de 40 producciones.
¿Qué tiene de especial el tiple?
Es uno de los instrumentos de acompañamiento más agradables al oído.
¿Es cierto que quien aprende a ejecutarlo se le mide a lo que sea?
Es un mito. De hecho, la persona con suficiente oído musical aprende a ejecutar varios instrumentos.
¿Cómo era su ‘Viejo Tolima’ en los años de la adolescencia?
Un paraíso que comprendía dos grandes territorios (Huila y Tolima), pero malogrado por la violencia. De allí nació mi tema ‘Viejo Tolima’.
¿Cómo se imaginaba el mundo?
Tal y como es ahora, porque desde esa época ya se presagiaba el desastre.
¿Qué libros llegaron entonces a sus manos?
‘La vorágine’, de José Eustasio Rivera; ‘El conde de Montecristo’, de Alejandro Dumas, y ‘Anna Karenina’, de León Tolstói.
¿Cree que por su pariente José Eustasio Rivera (primo de su abuelo paterno) se le encendió el bombillo de la escritura?
Es muy posible.
¿Les escribía a las muchachas?
Más que todo a las novias, que no fueron pocas.
¿Cuál es su fórmula a la hora de componer?
Con la guitarra, letra y música al tiempo.

La única ayuda para ese tema fue la tristeza de ver cómo la chusma desalojó a mis tíos de sus tierras

¿Cómo fue brotando ‘Viejo Tolima’?
La única ayuda para ese tema fue la tristeza de ver cómo la chusma desalojó a mis tíos de sus tierras. Aún lo recuerdo con nostalgia.
¿Qué logró salvar del rancho en la huida?
Eso les tocó a mis tíos, que salieron con lo que llevaban puesto. Yo tenía muy pocos años y solamente iba para las vacaciones.
Sus melodías son intemporales, como si el país no cambiara...
Es increíble que el mundo en general esté como está y que los culpables seamos nosotros mismos.
¿El Tolima ya no es la tierra que conoció?
Ni parecida.
¿Qué lo inspira?
La niñez, la pobreza, el desempleo, la forma superficial de enseñanza en los planteles. Todo esto me hace fluir la inspiración.
Hablemos de la radio, ese aparato que nos enseñó a descubrir nuestra bella música.
Eso también me da nostalgia: la radio y los medios en general son los culpables de los cuidados intensivos en que se encuentra la música tradicional.
¿En su casa también había un Telefunken alemán de nueve bandas, de esos que seguían sonando luego de darle vuelta al botón de apagado?
Eran de tubo y había que esperar un buen rato a que prendieran, después de que se calentaban los tubos. Claro que teníamos.
¿Qué artistas sonaban en esa época?
Los más grandes de la historia: Pedro Infante, Jorge Negrete, Los Panchos, Los Ases. En Colombia eran figuras El Charro Latuada, Los Isleños, Buitraguito y Garzón y Collazos.
¿Sigue siendo un radioescucha?
Poco, porque me deprimen las noticias trágicas y sinvergüenzas, que son la especialidad de los medios. Mejor toco algo.
¿Cómo descubrió a Jorge Villamil?
Cuando daba sus primeros pasos en la composición, Villamil iba a la casa de mi hermana Solita, en Neiva, a que mi cuñado, que también era médico, lo acompañara en el piano. Yo, muy pequeño, me sentaba a escuchar a quien años después habría de entregarnos su música para que la interpretáramos.
¿Fue Jorge Villamil el más certero retratista de la colombianidad?
Fue uno de los compositores más completos. Manejaba los paisajes de una manera magistral.
¿Cómo supera tantas tragedias?
Acepto la voluntad de Dios. Me siento resucitado y creo que mi trabajo es servir de testimonio y de ejemplo para personas forzadas a afrontar las durezas de un sufrimiento.
¿Tocar y cantar para purgar esos dolores?
Es la mejor terapia.
¿Qué puede decir de las mujeres que lo han acompañado?
Que a todas entregué, sincero, mis sentimientos de amor mientras se pudo.

Soy de pocos amigos reales. Amigo es aquel que en las buenas viene cuando se le llama y en las malas, sin necesidad de llamarlo

¿Y de los amigos?
Soy de pocos amigos reales. Amigo es aquel que en las buenas viene cuando se le llama y en las malas, sin necesidad de llamarlo.
¿Álvaro Villalba es como un hermano?
Hace 50 años que es compañero, socio y hermano.
¿Qué no le perdona a este país, maestro?
La pasividad con que ve los problemas de corrupción y pobreza que producen sus gobernantes.
¿La ingratitud es el mayor de los males?
Cincuenta años de labores musicales llevando con orgullo la bandera nacional por varios rincones del mundo, y el Gobierno no acepta pensionarnos... Nos habría ido mejor como guerrilleros: hoy tendríamos pensión, casa propia, territorio especial y derechos para ser hasta presidentes de la República.
¿Cuánto hace que no brinda por la vida?
Siempre y muy seguido brindo por la vida, aunque, como dice el poema de León de Greiff, “de todos modos la llevo perdida”.
¿Cómo reivindicar el amor por lo nuestro?
El día que los medios dejen sus intereses únicamente comerciales e involucren amor a lo nuestro, ese día será la resurrección de la música vernácula, pero lo veo lejano.
¿Qué tal abuelo es?
Soy mal abuelo. Creo que se debe a que siempre he tenido hijos pequeños, que han sido mi entretención, y a la falta de cercanía con mis nietos que viven en Bogotá.
¿En qué anda en el terreno literario?
Ya terminé una novela llamada ‘Nacho’ y estoy preparando un libro de cuentos cortos.
¿Es creyente?
Sigo siendo creyente, aunque a veces las circunstancias me hacen dudar.
¿Cómo es su relación actual con el tiple?
El tiple siempre ha sido y será parte de mi existencia. Si tengo la fortuna de morir en mi cama, quiero que frente a mí cuelguen un tiple y una guitarra.
¿Qué le gusta tocar en el piano?
No me atrevo a tocarlo cuando hay cerca un verdadero pianista. Me gusta tratar de interpretar bambucos, pasillos o boleros.
¿Cómo son sus afectos con la música clásica?
Me gusta escucharla solo.
¿Es de los que van de Bach al vallenato?
La música culta y la romántica me mueven el alma. El vallenato es para mover los pies.
Cuando va en el carro, ¿qué le gusta poner?
Me gusta que los paisajes se combinen con la música nuestra, para que el recorrido tenga sabor a patria.
¿Qué música sugiere para enamorar?
Colombiana y boleros.
¿Y para sentirse joven y hacerle un guiño a una veinteañera?
Todavía me siento joven. A las veinteañeras escasamente las miro y las admiro, pero no me ilusiono para no perder el tiempo.
¿Qué música les recomendaría a los líderes de las Farc?
Ninguna. La música es para almas sensibles.
¿Usted sí cree en una paz definitiva?
Mientras el hambre y la pobreza estén presentes, la guerra seguirá siendo nuestro pan de cada día.
¿Repetiría su vida en otro tiempo y lugar?
No sé. Estoy satisfecho solo con una parte de mi vida. La indiferencia me ha hecho mucho daño.
Si pudiera volver a sus 20 años, ¿qué sería lo primero que haría?
Componer y cantar para tanta mujer bonita.
¿Cómo es su cuadre de caja con la existencia?
Mi saldo marca en rojo en salud y economía.
¿En qué pasaje está abierta su Biblia?
Zacarías, capítulo 9, versículo 7, con el que Dios, antes de mi operación, prometió salvarme. Y lo hizo.
¿A qué renunció?
A nada. Las cosas llegan en cualquier momento.
¿De vez en cuando un aguardiente?
A eso no he renunciado.
¿El aguardiente sirve para ahogar las penas?
Al contrario: en vez de ahogarlas, las saca a flote.
¿Cómo es el túnel que lleva a la luz eterna?
Gracias a Dios no lo vi... Creo que se lo mandaron a hacer a los Nule.
¿Cómo será el cielo?
No me lo imagino, para no dañarme la sorpresa.
RICARDO RONDÓN
Para EL TIEMPO
En Twitter: @PacoApostol
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