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Música y Libros

Piazzolla según Piazzolla: el espectáculo en conmemoración a su abuelo

Además de su trabajo en Escalandrum, el ‘Pipi’ toca batería en otras bandas y dicta clases.

Además de su trabajo en Escalandrum, el ‘Pipi’ toca batería en otras bandas y dicta clases.

Foto:Juan Pablo Soler / La Nación

A 25 años de la muerte del músico Astor Piazzolla, su nieto Daniel habla del legado de su abuelo.

Oslo, Noruega. Toc. Toc. Toc. Toc. Ese hombre no es normal. Toc-toc. Toc-toc. Daniel el ‘Pipi’ Piazzolla. Toc-toc-toc-toc-toc. Tras un viaje que empezó hace más de 24 horas, cuando salió de su casa de Núñez, en Buenos Aires, está sentado en el ‘lobby’ del elegante hotel Clarion, en pleno centro de la capital noruega, con un par de palillos en la mano. Tiene los audífonos conectados al teléfono, a una app con un metrónomo que le marca el ritmo. Tototoctoctoctoc. Con los palillos le pega a su pad de práctica.
Pero él dice que no está tan loco. “¿Qué hace un futbolista cuando no tiene nada que hacer? Juega al fútbol en la playa, con su hijo, hace jueguitos. A mí lo que me gusta es tocar la batería, tener mi técnica bien pulida. Y después de un viaje tan largo, medio que te endurecés, ¿viste?”, argumenta. Aunque le cuesta, abandona los palos para conversar un rato.
El ‘Pipi’ llegó a esta ciudad para presentar el espectáculo ‘Piazzolla Plays Piazzolla’ en el Oslo World, un festival de músicas del mundo donde compartió cartel con artistas como Calypso Rose (Trinidad y Tobago), Stanley Clarke (EE. UU.), Rossy de Palma (España), Luciano Supervielle (Uruguay), Bonga (Angola) y Derek Gripper (Sudáfrica), y en el que Escalandrum, el grupo de ‘jazz’ que fundó hace 18 años, se potencia con la cantante Elena Roger.
“Ella nos había ido a escuchar en el Birdland, de Nueva York. Y con Martín (Pantyrer, clarinetista) fuimos a verla actuar en ‘Evita’, en Broadway. Un tiempo después, íbamos a compartir un ‘show’ con ella y su banda en Mar del Plata. Pero sus músicos tenían otro compromiso, así que al productor se le ocurrió que podíamos acompañarla. Ella aceptó con la condición de que el repertorio fuera de Piazzolla. Pero había un problema: ella estaba en Ushuaia y nosotros en Buenos Aires. Entonces le mandamos unos audios con la música del ensayo y ella nos iba diciendo lo que necesitaba. La primera vez que nos encontramos fue en Mar del Plata, para la prueba de sonido. Era un ‘show’ al aire libre, para 5.000 personas, y salió perfecto. Como estuvo tan bueno, empezamos a hacer otros trabajos. Y hace un año grabamos el disco y armamos este proyecto”, cuenta el baterista, que esta semana llevó a Escalandrum al flamante Blue Note de Río de Janeiro.
El disco al que se refiere el ‘Pipi’ se llama ‘3001 Proyecto Piazzolla’ e incluye algunas de las obras cantadas más emblemáticas de Astor, en colaboración con poetas como Horacio Ferrer (‘Chiquilín de Bachín’, ‘Balada para un loco’), Fernando Pino Solanas (‘Vuelvo al Sur’) y David McNeal (‘Oblivion’). Con ese espectáculo se presentaron en Canadá, Noruega, Francia, España, Israel, Brasil, Chile, Uruguay y casi todas las provincias argentinas. La gira se cerró en el Teatro Colón de Buenos Aires, con un concierto inolvidable. Antes de eso, viajó a China para tocar con el acordeonista francés Richard Galliano.
En el medio, el ‘Pipi’ hizo un espacio para grabar el nuevo disco de Escalandrum en los legendarios estudios de Abbey Road, en Londres. “Fue una idea de Horacio Sarria, nuestro mánager –dice–. Pensamos que se había vuelto loco, pero vimos que, de gira por Europa, era posible. Y lo terminamos haciendo. A pesar de los nervios por grabar ahí, el lugar suena tan bien que terminamos tocando mejor que nunca. Ahí los discos salen bien porque las condiciones son espectaculares”.
¿Se puede abstraer del peso de la historia de esos sitios?
Nunca le di importancia al peso del lugar. Me siento en la batería, me aseguro de que suena bien, escucho a mis amigos y no pienso en eso, sino en lo bien que lo estoy pasando. Creo que, por el abuelo que tuve, soy un tipo particular: puedo ver que ahí afuera está Sean Connery y no se me mueve un pelo. Lo admiro, lo aprecio, lo que quieras, pero no siento esa emoción. También soy un tipo al que no le importa el qué dirán: no me importa el peinado ni que la ropa esté planchada. No es una falta de respeto hacia nadie, simplemente vivo así. Tuve que pasar por mucho para sentirme tranquilo tocando, porque soy el nieto de uno de los músicos más grandes que dio la Argentina.
Le llevó muchos años tocar la música de su abuelo Astor con el grupo. ¿Cómo fue ese proceso?
Hice terapia y obviamente apareció en primer lugar la figura de mi abuelo. Me hizo muy bien hacer terapia. Yo estaba muy loco, era un petardo. No podía parar de joder, practicaba todo el día y toda la noche estaba fuera de mi casa, dormía dos horas por día. Y llegó un momento en que conocí a la que ahora es mi mujer y, de golpe, dije: “Tengo que ser una persona de familia”, y empecé a hacer terapia. Y fui resolviendo muchas cosas. Lo de mi abuelo era gran parte del problema: la búsqueda de la perfección, la exigencia con la puntualidad, que nadie pueda cometer un error; cosas horribles, que te limitan.

Toqué Piazzolla millones de veces, pero con Escalandrum quería hacer otra cosa. Pasó que cuando cumplimos diez años queríamos sonar un poco más urbanos

¿Usted sentía la exigencia?
Esa es mi naturaleza. La mía, la de mi papá, la de mi hermana. Yo por suerte la pude modificar para bien, porque me hacía mal. Y volviendo a la música de Piazzolla, mi primer show como baterista profesional fue con Julio Pane en bandoneón, Horacio Ferrer recitando, Hernán Salinas en la voz y el octeto electrónico de mi abuelo, pero dirigido por mi papá (Daniel), tocando Piazzolla.
Toqué Piazzolla millones de veces, pero con Escalandrum quería hacer otra cosa. Pasó que cuando cumplimos diez años queríamos sonar un poco más urbanos. Yo me tomé un mes de vacaciones por primera vez en mi vida, sin los palillos, y me fui a Uruguay. Ahí me saltó la ficha. Yo venía tocando la música de Piazzolla con un montón de gente que lo hacía igual que mi abuelo. Y pensé que con Escalandrum, como no tenemos ni bandoneón ni violín, podíamos darle un encare que no se pareciera a lo que hacía mi abuelo. Que en esencia estén las melodías y todo, pero con otra sonoridad. A la vuelta, en el asado para festejar los diez años, tiré la idea arriba de la mesa. Nunca ninguno de ellos había sugerido hacer Piazzolla.
¿Y cuál fue la reacción de sus compañeros?
Se quedaron en ‘shock’, pero les encantó. Y ensayamos como seis meses, tuvimos que tener en cuenta un montón de detalles para que sonara bien; a veces tocar tango con los saxos como lo tocaría en bandoneón queda de muy mal gusto. Entonces tuvimos que buscar una articulación onda ‘Blue Train’ (John Coltrane) y un par de detalles. En la batería no hacer el ritmo típico, sino más sobrevolar, junto con el bajo, en la melodía más que nada, y por atrás un poquito más de libertad.
O sea que tomaron referencias jazzísticas...
Totalmente. Con nuestra formación, si queríamos sonar igual que un bandoneón iba a ser imposible, teníamos que buscar nuestra manera. Entonces pensamos en nuestros discos favoritos. La música de mi abuelo es una música con mucha profundidad y hay temas de ‘jazz’ que tienen eso.
A él le gustaba mucho el ‘jazz’. El pianista Jorge Navarro contaba que su abuelo iba a escucharlo en los años 60.
Sí, mi abuelo era fanático del jazz, de la clásica y del tango, y su música es un equilibro perfecto entre esas músicas. Es una música del mundo porque tiene esas tres cosas. Para nosotros es un tango moderno, la música de Buenos Aires, pero sí, es una música nueva para todos.
¿Alguna vez se preguntó qué hubiera pensado él de la reelaboración de su música que hace Escalandrum?
Trato de no pensar en esas cosas, pero con que le guste a mi papá es suficiente.
A 25 años de la muerte de Astor, ¿qué representa su abuelo hoy?
Mi abuelo es lo máximo de la música mundial. El máximo referente, el máximo inspirador, el que más se sacrificó, el que dio todo y hasta se alejó de sus seres queridos por la música. Se alejó en el buen sentido, para imponer lo suyo en otros países, porque en su país no le daban bola. Y creó una música que es muy distinta de las demás, que te llega al corazón, que por momentos es agresiva y por momentos muy contemporánea, todo en el mismo tema. Es algo mágico, es increíble, creó todo un vocabulario. Yo lo amo.
Me imagino lo loco que será para usted lidiar con que ese tipo que es su máxima referencia es, además, su abuelo...
Me preguntan por él desde que voy al jardín de infantes; para mí no era más que mi abuelo. Me da bronca a veces que me preguntan: “¿Che, cuándo murió tu abuelo?”. Y entonces yo digo: “¿Cuál de los dos?”. A veces cuento cuando mi abuelo me enseñó a hacer el huevo batido con espuma. Entonces aclaro: “El papá de mi mamá, eh”. A ver si se piensan que Piazzolla me enseñó a hacer el huevo batido. ¡Ni en pedo!
¿Y tiene algún recuerdo musical con Astor?
Escuchar en el ‘living’ (sala) de su casa al Keith Jarrett Trio. Los dos solos, el disco entero. Me decía: “Vos tenés que escuchar esto”. Yo era pendejo, no entendía nada. Yo escuchaba Rush, pero me encantó, y siempre tuve en cuenta ese “tenés que escuchar esto”. Para mí fue como palabra sagrada.
HUMPHREY INZILLO
LA NACIÓN (Argentina) - GDA
En Twitter: @LANACION
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