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Música y Libros

Crónica de un encuentro extraordinario con el Soweto Strings Ensemble

En julio del 2011 los 27 jóvenes del grupo estuvieron en Colombia.

En julio del 2011 los 27 jóvenes del grupo estuvieron en Colombia.

Foto:Archivo particular

El Colegio del Cuerpo le ofrece a Colombia como regalo la gira de este grupo sudafricano.

Diana Rincón
Hace más de seis años, en una noche de mágico desvelo descubrí por azar, en el Canal Británico Film & Arts, la existencia de un hermoso proyecto que se convertiría para nosotros, en El Colegio del Cuerpo, en un poderoso motor de inspiración especular.
El documental Soweto Strings, realizado por Mark Kidel, narraba la increíble historia de la violista inglesa Rosemary Nalden, una hermosa mujer ya mayor, con su piel y su pelo blancos como la nieve, poseedora de una seductora y dulce sonrisa y, a la vez, irradiando una fuerza y convicción subyugantes.
Recién superado el oprobioso régimen del apartheid en Sudáfrica, Rosemary decide trasladarse a Johannesburgo para sacar adelante ¡sola! una precaria escuela de música que había conocido durante una de sus giras con el gran director sir John Elliot Gardiner, en el emblemático e histórico asentamiento de Soweto.
Símbolo de la lucha anti-apartheid, Soweto no era precisamente el lugar más seguro del planeta para que una mujer europea –insisto– sola y blanca como la nieve, se embarcara en una aventura semejante: las secuelas y las heridas aún abiertas de una de las peores infamias recientes de la Humanidad, como fue la segregación racial en Sudáfrica, aún supuraban.
Rosemary lo sabía y sin embargo pudo más su fe en el talento de estos niños y jóvenes y en el poder reconciliador y dignificador de la música y se entregó en cuerpo y alma a una empresa admirable que está celebrando también, como la nuestra, sus primeras dos décadas de vuelo.
Esa misma noche, gracias a la magia instantánea del internet, embargado por una profunda emoción y aún con lágrimas en los ojos, me dispuse a escribir la que Rosemary Nalden calificó en una entrevista –modestia aparte– como una de las cartas de amor más hermosas que había recibido en su vida. En ella volqué la historia de mi propia lucha y convicción sobre lo que la educación artística puede hacer en sociedades desgarradas y divididas por el color de la piel, la condición socioeconómica y las diferencias de clase. Sudáfrica, el país del apartheid descarado (y por fin destronado) y Cartagena de Indias, la ciudad del apartheid silencioso y soterrado, comparten muchas coincidencias y similitudes a pesar de las enormes diferencias y particularidades históricas y culturales.
La lucha de Nelson Mandela y el sendero de reconciliación que él lideró, contra viento y marea, siempre me parecieron paradigmáticos y ejemplarizantes para iluminar el camino de nuestro propio tortuoso y maltrecho proceso de reconciliación.
En mi carta le expresé a Rosemary mi admiración por su valentía y por la calidad artística de su trabajo, así como mi deseo de que un día nuestros caminos se entrecruzaran y que sus jóvenes músicos pudieran tocar para nuestros bailarines. Música y danza, hermanas gemelas, aunadas además por la misión y la vocación social y política de nuestros proyectos.
Al día siguiente recibí una carta también emocionada y apasionada y de inmediato entendí que estábamos hechos de la misma fibra. Me manifestó que estaría interesada y dispuesta a venir a Cartagena con sus muchachos y que, casualmente, estaba en conversaciones con el Sistema de Orquestas de Venezuela para visitarlos en un futuro no muy lejano, con el apoyo de la petrolera francesa Total.
Le dije que la distancia entre Caracas y Cartagena no era muy grande y que era recorrible, incluso por tierra y empezamos desde ese momento a conspirar y a urdir un plan para encontrarnos. A las pocas semanas recibí otra carta en la que Rosemary me confesaba, triste y a la vez disgustada, su decepción ante la falta de respuestas y de comunicación fluida con los responsables del Sistema: el éxito planetario del extraordinario proyecto de José Antonio Abreu los había convertido en estrellas inalcanzables y en una suerte de multinacional de la música, un tanto excluyente y arrogante.
Rosemary Nalden, violista inglesa, es fundadora de la agrupación sudafricana Soweto Strings Ensemble.

Rosemary Nalden, violista inglesa, es fundadora de la agrupación sudafricana Soweto Strings Ensemble.

Foto:Cortesía Soweto Strings Ensemble

Ya tenía los recursos de Total asignados para el viaje a Suramérica, pero de repente se había encontrado sin interlocutores. Rosemary me dijo entonces: “El Sistema no nos quiere y tú, en cambio, estás dispuesto a acogernos: pues ¡al diablo Venezuela! ¡Nos vamos para Cartagena!”. Logró convencer a sus patrocinadores del cambio de destino y el primero de julio del año 2011 aterrizaron en Cartagena de Indias 27 jóvenes del Buskaid Soweto Strings Ensemble, acompañados por su directora, la inefable Rosemary Nalden ¡en silla de ruedas!
El viaje Johannesburgo-París-Miami-Cartagena fue una odisea extraordinaria. Total insistió en este absurdo itinerario: puso como condición, para otorgar el patrocinio, que el grupo no pasara por Bogotá, ciudad con una terrible reputación internacional.
Al llegar Rosemary a Miami, con sus 27 muchachos a cuestas (en edades entre los 9 y los 30) con sus violines, violas, violonchelos y contrabajos se encontró con uno de esos misteriosos descalabros cibernéticos que ocurren durante los viajes: todas las reservas de Avianca habían sido canceladas.
A las 4 de la mañana recibo una llamada, de una Rosemary exhausta y en pánico luego de más de 30 horas de vuelos y escalas, pidiendo mi ayuda. Después de varias horas, con el apoyo de la Presidencia de la República y la de Avianca, se pudo resolver el entuerto. Pero en el entretanto Rosemary, agotada sufrió una aparatosa caída y tuvo que ser trasladada de urgencia al hospital de Miami: se temía una fractura de cadera. Cuando le avisaron que ya estaba resuelto el lío y que los mandarían por Panamá, abandonó como pudo el hospital, en contra de la voluntad de los médicos, y llegó a Cartagena en medio de terribles dolores... y en silla de ruedas.
Todas las actividades que estaban previstas se cumplieron al pie de la letra: varios conciertos conjuntamente con nuestros bailarines en el Teatro Adolfo Mejía, visita al barrio Nelson Mandela, intercambio con la Orquesta Filarmónica Joven Bolívar/Davivienda, charlas y talleres.
Rosemary, transida de dolor y bajo los efectos de fuertes analgésicos, nos demostró con su temple de acero, cómo es que ha llevado sobre sus hombros sola durante veinte años esta titánica empresa. Al final de cada concierto se sentaba a llorar y, entre lágrimas, a planear las actividades del día siguiente.
El paso de Buskaid por la ciudad dejó una huella indeleble: la altísima calidad interpretativa y la impecable afinación y disciplina de sus jóvenes pupilos impresionaron a todos.
Además del exigente repertorio clásico (Bartok, Rameau, Jenkins, Bocherini, Bach, entre otros) el Soweto Strings Ensemble interpreta canciones sudafricanas de resistencia, llamadas kwela, pertenecientes al periodo del apartheid y que cantaban cuando iban en las patrullas camino a los sitios de detención... y tortura.
Al regresar Rosemary a Sudáfrica le diagnosticaron multiple spinal fractures, motivo de su terrible sufrimiento cuando estuvo entre nosotros.
Al año siguiente nos reencontramos con ellos en su tierra. Fuimos invitados a bailar en Johannesburgo y Pretoria. Visitamos Soweto, las instalaciones de la Escuela de Buskaid, la casa de Nelson Mandela, el Museo del Apartheid.
El encuentro con Sudáfrica fue profundamente conmovedor y aleccionador. Y aún más, ver a Rosemary en su hábitat y en medio de su admirable lucha cotidiana.
Un par de años más tarde la cita fue en Londres. Fuimos invitados por el periódico The Observer, tanto Rosemary como yo, a dar una charla TED en el grandioso Teatro Sadler’s Wells.
Allí se reencontraron sus muchachos y los nuestros junto con Marie France Delieuvin, codirectora de El Colegio del Cuerpo, y compartimos con el público londinense nuestra visión común sobre el poder transformador del arte.
Hemos logrado conspirar una vez más para que Buskaid regrese a Colombia a concelebrar con El Colegio del Cuerpo nuestro aniversario. Esta vez apoyados por el Consejo de las Artes de Sudáfrica.
Hoy Rosemary Nalden y sus extraordinarios músicos de Soweto estarán en Bogotá sosteniendo un intercambio con Batuta y dando un concierto el 10 en el auditorio del Museo Nacional. A Cartagena llegarán el 11 de julio.

Presentaciones en Bogotá y Cartagena

En Bogotá: Lunes 10 de julio, en el
auditorio Teresa Cuervo del Museo Nacional de Colombia.
Concierto del Soweto Strings Ensemble. Hora: 6:00 p. m. Entrada libre.
En la Heroica: - Jueves 13 de julio: El Colegio del Cuerpo y Buskaid se presentarán en el auditorio Getsemaní del centro de convenciones Entrada libre. Hora: 7 p. m.
- Viernes 14 de julio: en el corregimiento de Pontezuela tendrán un encuentro con la comuni- dad en el parque, donde El Colegio del Cuerpo y la institución educativa del lugar tienen su Semillero de Talento (proyecto piloto de Educación para la Paz a través del Arte).
Hora: 4 p. m.
- Lunes 17 de julio: concierto espiritual en la iglesia de San Pedro Claver. Hora: 7 p. m. Entrada libre.
- Martes 18 de julio: concierto conjunto con El Colegio del Cuerpo en el teatro Adolfo Mejía (‘Negra/Anger’-homenaje a Nina Simone.
Hora: 7 p. m. Entrada libre.
ÁLVARO RESTREPO
Fundador y director de El Colegio del Cuerpo, cuya sede es Cartagena.
Diana Rincón
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