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Música y Libros

‘Mi éxito más grande no lo he grabado todavía’: Checo Acosta

El Checo Acosta cuenta sus años de carrera desde el momento en que decidió fundar su propia orquesta.

El Checo Acosta cuenta sus años de carrera desde el momento en que decidió fundar su propia orquesta.

Foto:Óscar Berrocal / EL TIEMPO

Celebra tres décadas de carrera con un álbum conmemorativo presentado en vísperas de carnavales.

Diana Rincón
La primera canción que los colombianos oyeron del Checo Acosta fue lo que él llama “un éxito cachaco que ni sonó ni sonará en Barranquilla”. El título, Mi pequeña Nathaly, lo puso a sonar en emisoras del interior de Colombia, mientras que en su tierra costeña, la canción que oían era Morenita caribeña. Fueron éxitos simultáneos, cuando era conocido más con el nombre de Alci Acosta jr., hijo del reconocido bolerista soledeño.

He hecho de todo, pero estoy encasillado con el folclor

Han pasado tres décadas. No hay fiesta, bien sea de empresa, quince años, Navidad, o discoteca en el país que deje por fuera de su ‘hora loca’ las ‘checumbias’ o el Chemapalé del Checo Acosta. Tanto tiempo vigente, al frente de un grupo musical que oscila entre los 18 y los 22 integrantes.
Fue difícil para él hacer la selección de canciones que marcaron su carrera y se incluyen en su álbum conmemorativo. Cuenta que ha superado las 300 grabaciones; de esas, cien han tenido buena difusión y, según sus cuentas, 10 han sido éxitos fuertes
¿Por qué dice que ‘Nathaly’ es un disco cachaco?
Porque es un chucuchucu, un estilo de música que en Barranquilla no pega. Grabé Nathaly porque en esa época (1986) esa música estaba de moda, con Pastor López, Nelson Henríquez, Rodolfo Aicardi. Mi productor me dijo que el timbre mío encajaba en esa música. Entonces hice varias raspitas que pegaron. En cada CD meto una o dos. Empecé con raspa y caribeño, después hice salsa y después me metí con el folclor.
Pero, nunca se casó con un ritmo...
He hecho de todo, pero estoy encasillado con el folclor. Después de esas primeras canciones vino Llorarás, llorarás. La gente decía: “Ese pelao pegó, qué suerte de principiante”, y resulta que al año siguiente volví y pegué más; fue cuando quise grabar un bolero: Te quiero. Fue la canción que me llevó a Estados Unidos, a Venezuela, a Ecuador. Esa canción se reactiva en el día del amor y la amistad, y cuando la gente está enamorada y la busca en YouTube encuentra con el mismo título una de José Luis Perales y la mía. Hay otra de Los Embajadores Vallenatos, pero es otro cuento.
¿Cómo nació la idea de ponerle el ‘che’ inicial de su nombre a sus famosos mosaicos: ‘Checumbia’, ‘Checarnaval’, ‘Checomanía’...?
‘Checumbia’ fue el primer ‘che’, no sabía si ponerle ‘Mosaico del Checo’ o ‘Cumbia colombiana’, de pronto salió Checumbia (1995). Después grabé un homenaje a mi papá, de puros boleros, donde pegó Traicionera. La disquera me dijo que hiciera un concepto parecido a las ‘checumbias’, entonces cogí la música de la Cumbia soledeña e hice el Chemapalé. Mucho después llegó la Checomanía, porque yo alternaba mucho con Proyecto Uno, y sus productores un día dijeron que tenían una idea para hacer la Checomanía; mucha gente piensa que esa canción es mía, pero fue de ellos, la grabamos con ellos, era hip hop con folclor.
Usted creció en Soledad, entre artistas...
Crecí rodeado de los tambores de la Cumbia soledeña, que estaban a seis cuadras, del merecumbé de Pacho Galán, que vivía a dos, y de mi papá tocando piano en la casa. A pesar de que era un niño introvertido y tímido, me gustaba ir a los ensayos de esos grupos. Y como esa música sonaba tanto en carnaval, cuando empecé mi carrera musical dije que haría sonidos de carnaval y también folclóricos, porque el folclor ha ido decayendo, empezó a desaparecer de la radio y discotecas. Me propuse que la gente joven bailara y escuchara folclor. Y no lo hice puro, sino orquestado con trompeta, trombones, teclado y batería, así nació la "Checumbia”. Con ella demostré que sí se puede.
¿Cuál es el formato de su agrupación?
La gente me pregunta qué estilo es el mío, yo contesto: ser polifacético. En mi orquesta somos 18 en tarima, incluye dos bailarinas (más si el show es más grande). La base de mi orquesta es el tambor, la flauta de millo y los tambores, o sea, el formato de la cumbia, pero orquestado. El vestuario de nosotros es de orquesta. Se puede decir que es una big band, pero sin serlo: tiene tres trompetas, dos trombones, flauta, gaita, teclados. Al principio éramos diez: una trompetica, un solo trombón, y yo mismo tocaba la guacharaca para ahorrarme un billete.
¿Cómo era su carrera antes de tener su propia orquesta?
En cinco años pasé por siete orquestas, estuve con Joe Arroyo, con Juan Piña, haciendo coros, maraca y guache. También, con Joseíto Martínez, en 1987; en 1988 hice mi propia orquesta. El estilo de incorporarle baile estaba desde antes. Cuando estaba con Joe Arroyo me fui a Medellín, y Juan Piña estaba buscando un cantante joven que bailara, le dijeron que eso lo podía hacer el hijo de Alci Acosta. Estuve con él parte del 86 y el 87, así empecé a hacer coreografías, por eso, a mí me ha caracterizado el baile, y mi orquesta tiene bailarinas.
¿Cuándo vio que podía solo?
Cuando pegué Morenita caribeña. Estaba en el Grupo Star y me montaron la canción. El grupo reaccionaba bien, y la gente me decía ‘haz tu orquesta’. Y había gente que decía que me quería contratar para que les cantara. Entonces hice una lista de músicos, me reuní con ellos, y mi mamá me colaboró con los uniformes. No es fácil traer músicos de otras orquestas, pero se pudo porque ya la gente conocía mis canciones.

¿Qué me falta? Dejar una huella más grande y solidificar mi imagen internacional

Pero hay una clave para mantenerse...
La organización dice mucho de una agrupación. Nadie puede decir que le he quedado mal. Cumplimos los contratos, el tiempo del show es el que anunciamos, todos están bien uniformados. En eso soy sicorrígido, organizado. Tenemos 20 uniformes: el de gala, el de etiqueta, el tropical, el de guayabera, el de carnaval, según el escenario. Todos los lunes les envío un mail a los músicos, les digo para dónde vamos, en qué vuelo y qué deben llevar puesto, y ellos hacen su maleta. Ese orden dice mucho de una orquesta. Nos contratan empresas y para plazas de pueblo, y el que nos contrata queda admirado: les doy las especificaciones de tarima, de luces, a ellos les gusta eso.
¿Cuando habla de su compromiso con el folclor se refiere a la cumbia?
A la cumbia, al mapalé, a todo lo que lleve flauta de millo; tambores, que son insignias de la región Caribe.
¿Cómo se ve en el panorama musical colombiano?
¿Quiénes son los artistas colombianos que mandan la parada? Carlos Vives, que no abandona el vallenato, pero lo ha fusionado, él es estratégico. Yo defiendo mi cumbia y mi mapalé, pero utilizando mi estrategia, no en la misma magnitud. Shakira no hace música colombiana, pero hace cositas en las que mete tambores. Esas han sido sus estrategias. Muchos piensan que si nos ponemos a hacer folclor, nos estancamos. Yo no critico eso, cada artista está aprovechando su talento. Defiendo la cumbia con estrategia y fusión. He tenido fama de loco desde chiquito y tengo mi público, pero necesito expandir eso. ¿Qué me falta? Dejar una huella más grande y solidificar mi imagen internacional. No me quejo, porque recorro el país cada fin de semana, pero, a pesar de mi edad, 53, siento que algún día viene la consagración. Una vez, alguien dijo: “El gran éxito del Checo no lo ha grabado todavía”. Llevo esa frase en la mente, y hasta que Dios me recoja no voy a estar tranquilo, porque viene un trancazo grande.
LILIANA MARTÍNEZ POLO 
EL TIEMPO 
En Twitter: @Lilangmartin
Diana Rincón
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