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Poiret: el renacer de un clásico de la moda francesa

La diseñadora china Yiqing Yin es la encargada de resucitar a esta casa.

A mediados de 1926, la autoridad de Paul Poiret, el autoproclamado rey de la moda francesa, estaba en caída. El hombre que se ufanaba de haber desencorsetado a las mujeres, que en 1911 había realizado una gira europea con sus diseños, que había lanzado un perfume y una línea de cosméticos y se daba tiempo para deleitar a la aristocracia francesas con fiestas y cócteles, ya no causaba impacto. Por esa época comenzó a circular una caricatura cruel firmada por Jean Cocteau en la que aparecía una mujer con un vestido de jersey, acompañado de un collar de perlas. En la esquina superior de la página, se veía de espaldas otra figura femenina con un abrigo de corte oriental que caminaba pesadamente. El título del boceto decía: “Poiret sale, Chanel entra”.

Los verdaderos elegantes son aquellos que inventan modas, los que las crean, no los que las siguen

La caricatura describía con ironía el cambio que estaba ocurriendo en la moda francesa. Poiret era el pasado; Chanel representaba el futuro. Los años veinte empezaban a despedirse, y con sus diseños más simples y su elegancia pragmática, la diseñadora dejaba obsoleto el exotismo de un creador obsesionado con reinventar para las europeas lujosas túnicas, kaftanes, pantalones bombachos, velos, perlas, plumas y brocados. Una anécdota famosa dice que Poiret, que casi había quebrado económicamente, se encontró con Chanel, quien llevaba el vestido negro que había convertido en su emblema. “¿A quién estamos velando?”, le preguntó Poiret. “A usted, monsieur”, respondió la diseñadora ácidamente.
En 1929, en medio de las deudas y el desinterés de sus antiguas clientas, Poiret cerró su casa de modas. Casi nueve décadas después, la marca es la protagonista del ‘revival’ más comentado de la última temporada. Regresó al calendario de desfiles parisinos en el Museo de Artes Decorativas con una colección de 40 ‘looks’.
El equipo medular tras la nueva vida de Poiret está conformado solamente por mujeres. Su directora creativa es la diseñadora china formada en París, Yiqing Yin. La directora ejecutiva es la empresaria belga del lujo Anne Chapelle, quien ha propiciado el éxito de Ann Demeulemeester y Heider Ackermann. Y el conglomerado que adquirió sus derechos es Shinsegae International, un grupo coreano de moda y belleza, liderado por Chung Yoo-kyung, la nieta del fundador de Samsung.
Yiqing Yin -ganadora en el 2010 del Gran Premio a la Creación de la Ciudad de París y galardonada también con el Andam a la Primera Colección en 2011- aseguró en una entrevista para ‘Vogue’ que aceptó el reto de recrear el legado de Poriet por “lo pura y radical” que resulta la arquitectura de sus prendas. En la colección que desarrolló, la diseñadora propone desde ropa de líneas simples y urbanas hasta diseños sofisticados de noche, en los cuales no deja de lado el orientalismo y las siluetas holgadas que caracterizaron el trabajo del modisto francés. “Él era muy conocido por la excentricidad de sus prendas y la decoración en los tejidos, pero la arquitectura de sus prendas era muy sobria”, apunta la diseñadora.
En el comunicado oficial de la marca resaltaba: “Poiret es la persona que inventó nociones tan contemporáneas como el ‘oversize’ y el minimalismo, códigos que proponen precisamente una nueva posibilidad de sensualidad”.

El despertar de un ícono

Paul Poiret, ‘Le Magnifique’, como también le gustaba llamarse, era hijo de un comerciante de telas del barrio de Les Halles e inició su carrera en la costura como dibujante del modisto Jacques Doucet. En 1903 abrió su primer ‘atelier’ en la ‘rue’ Auber de París. Durante las casi tres décadas en que duró su fama, Poiret vistió desde deslumbrantes aristócratas europeas, atrevidas hijas de millonarios estadounidenses y actrices populares de las que hoy pocos se acuerdan. El modisto también supo rodearse de los ilustradores, pintores y artistas más reconocidos de su época: Paul Iribe, Georges Lepape, Erté y Mariano Fortuny, entre otros. El cambio de mentalidad y el desprecio al lujo excesivo que sobrevino después de la Primera Guerra Mundial, alejaron a sus clientas, que ya no entendían su estilo exuberante.
Luego del cierre de su marca, Poiret escribió sus memorias (‘Yo vestí mi época’, las tituló) en las que aseguró, ya en bancarrota, que “los verdaderos elegantes son aquellos que inventan modas, los que las crean, no los que las siguen”. Después sobrevivió trabajando como ilustrador hasta su muerte, en 1944. Su nombre pronto fue olvidado por las élites ávidas de novedades y se convirtió en patrimonio de nostálgicos expertos en moda, de museos e historiadores del traje.
La revaloración de Poiret comenzó en 2005, cuando se descubrió una colección de 600 piezas del diseñador realizadas entre 1905 y 1928 en la casa de su nieta. La prendas salieron a subasta y alcanzaron una cifra récord de 1,3 millones de euros. En 2007, el Museo Metropolitano de Nueva York realizó una retrospectiva de su obra y el nombre de Poiret volvió a resonar entre los entendidos.
El 28 de octubre del 2014, un escueto mensaje apareció en una página web dedicada a Paul Poiret que anunciaba que los archivos, el nombre y los derechos comerciales de la firman saldrían a subasta pública a fines de noviembre de ese año. Tras la operación estaba el inversionista Arnaud de Lummen, director de Luvanis, empresa que se encarga de resucitar marcas de lujo “dormidas”.
Al igual que otras marcas legendarias hoy desaparecidas del organigrama comercial de la moda, como Worth (considerado el primer diseñador de alta costura), Mainbocher (la casa que firmó el vestido de novia de Wallis Simpson) o Herbert Levine (el zapatero de la época dorada de Hollywood), la casa Poiret entró al listado de las llamadas “bellas durmientes del lujo”: etiquetas con un pasado emblemático que desaparecieron del mercado y están en una indefinida espera del regreso.
Una vuelta a la modernidad que realizaron exitosamente Balenciaga y Balmain. Aunque existen casos que no han resultado del todo bien. Vionnet, que cerró a raíz de la Segunda Guerra Mundial, fue comprada en el 2008 por el veterano de la moda italiana Matteo Marzotto, quien luego la vendió a la millonaria de Kazajistán Goga Ashkenazi. Ambos inversionistas han gastado grandes sumas en colecciones que han tenido nula respuesta de las clientas y de la crítica especializada.
Por lo mismo, el regreso de Poiret es una apuesta inesperada y riesgosa. Cuando se conoció que Shinsegae International se quedaría con la marca, la sorpresa no fue muy grande. Este conglomerado coreano, que basa gran parte de su fortuna en sus almacenes de lujo, es conocido por sus alianzas comerciales con otras etiquetas exclusivas como Givenchy, Céline, Brunello Cucinelli, Moncler o Burberry.
Los expertos dicen que no es anecdótico que el inversor sea asiático, como tampoco que la nueva diseñadora sea china. Según un artículo de ‘Business of Fashion’, entre los inversionistas y compradores de lujo de Asia existe una suerte de fascinación por las antiguas marcas europeas.
La prensa especializada mira con cautela estos ‘revivals’. Les parece una estrategia comercial arriesgada. En una entrevista con ‘The New York Times’ sobre el regreso de Poiret, Didier Grumbach, quien presidió durante 16 años la Federación de la Alta Costura y de la Moda en Francia, dijo: “Los inversores a menudo quieren hacer apuestas sobre un nombre con herencia e historia, porque creen que será más fácil seducir a los consumidores. Su éxito dependerá del diseñador y del equipo contratado para desarrollarlo. Un perfume de Poiret podría ayudar”.
Esa parece ser la estrategia. El futuro de Poiret por ahora estará guiado hacia el ‘prêt-à-porter’ y los accesorios. Comenzará sin tiendas propias en los primeros meses y será comercializada en espacios multimarca. Pero para Chung Yoo-kyung, la inversionista coreana, uno de sus principales intereses empresariales es crear un perfume Poiret.
JUAN LUIS SALINAS T.
EL MERCURIO (Chile) - GDA
En Twitter: @ElMercurio_cl
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