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El legado de Gianni Versace, el ‘príncipe de la moda italiana’

Versace fue uno de los impulsores del éxito de la moda 'made in Italy' en Norteamérica.

Versace fue uno de los impulsores del éxito de la moda 'made in Italy' en Norteamérica.

Foto:Matteo Bazzi / EFE

Su muerte hace 20 años, para muchos, marcó el fin de la inocencia en el negocio de la moda.

Juan Carlos Rojas
Los dos disparos que el 15 de julio de 1997 terminaron con la vida de Gianni Versace no solo remecieron los cimientos de la industria de la moda; también fueron la señal de un fenómeno aún mayor: la industria del glamur se había convertido en un espectáculo mediático. Los dos disparos que esa mañana resonaron frente a la mansión de Versace en Miami, marcaron el final de la moda como un espectáculo aparentemente inocente y destinado a hacer soñar a millones de mujeres en el mundo.
“La muerte de Versace es al mundo de la moda lo que el asesinato de JFK fue para la política internacional”, decía entonces una columnista de ‘The Independent’.
Esta muerte a sangre fría –que ocurrió bajo el sol de Ocean Drive– fue mucho más que el crimen de una celebridad: fue la prueba concreta de que la industria de la costura y todo lo que la rodeaba se había transformado en un fenómeno social que no dejaba a nadie indiferente. El asesinato del más excesivo y provocador de los diseñadores italianos acaparó titulares tanto de diarios sensacionalistas como de revistas de alta moda, y no pasaron por alto ningún detalle: Los pormenores del homicidio y la imagen de la sangre en la entrada de su mansión. La persecución de su asesino, que movilizó a todo Estados Unidos y terminó en el suicidio de Andrew Cunanan). El multitudinario funeral de Versace en la catedral de Milán, al que llegaron Karl Lagerfeld, Giorgio Armani, Naomi Campbell, Carla Bruni, Elton John y Diana de Gales, quien moriría semanas después en un accidente automovilístico en París. La cancelación del desfile de la colección que había terminado, por temor a un nuevo ataque contra el clan Versace.
La prensa también siguió la posterior disputa familiar por la herencia y el control de su casa de modas (el diseñador dejó el 50 por ciento de su compañía a Allegra, la hija de su hermana Donatella). Y cada cierto tiempo recuerda los problemas de drogadicción de Donatella (quien finalmente se quedó a cargo de las colecciones), la anorexia de Allegra (quien luego de estudiar actuación en Estados Unidos, hace unos años se integró a la empresa) y las complicaciones económicas que la marca ha sorteado para mantenerse independiente y rechazar las ofertas, para evitar ser absorbida por alguno de los grandes conglomerados.
En 2012, ante las presiones de varios directivos de estos grupos que querían hacerse con la marca, la misma Donatella decía a ‘Women’s Wear Daily’ (WWD): “No quiero vender, pienso aferrarme a esta empresa con uñas y dientes”.
Han pasado veinte años de la muerte del diseñador, y la marca que redefinió la costura italiana aún es referente en la industria del lujo. Hay que reconocer que para las nuevas generaciones, la figura de Gianni Versace se ha diluido frente al excesivo protagonismo de su hermana Donatella, quien literalmente se ha encarnado en la figura de la Medusa que su hermano tomó como emblema de la casa de modas, que fundó en Milán en 1978. Bajo el reinado de Donatella, la marca se ha asociado con la etiqueta sueca H&M para lanzar una colección ‘low cost’ que arrasó en las ventas, logró que nuevamente la línea Versace Atelier (que agrupa a sus colecciones de alta costura) se presentara en París, tal como lo había hecho su hermano, y mantuvo así inalterable la relación que el diseñador había logrado con las celebridades: desde Madonna hasta Lady Gaga han protagonizado sus campañas.
Pese a sus desavenencias fraternales –Donatella y Gianni estaban alejados en el momento de su muerte–, ella ha ayudado a que el diseñador cumpliera con los deseos de eternidad que el propio Versace confesó en una entrevista que dio a ‘The New York Times’, un año antes de su muerte, cuando venía recuperándose de un cáncer linfático. Entonces le preguntaron qué cambiaría de su vida. Su respuesta: “El paso del tiempo. Me gustaría vivir por siempre. Si hay algo que temo es perderme lo que sucederá mañana...”.
Entonces, Versace era un emperador de la moda. No solo había convertido sus desfiles en grandes espectáculos, sino que había impulsado el reinado de las supermodelos y, de paso, creó el concepto de ‘glamazonas’, un juego de palabras para referirse a las ‘amazonas del glamur’. Sus negocios iban viento en popa. Tenía más de 130 tiendas distribuidas en el mundo y 345 puntos de venta; su fortuna personal superaba los 800 millones de dólares y su marca facturaba más de mil millones al año. “Estoy un poco como Marco Polo, dando vueltas y mezclando culturas”, se regodeaba en la entrevista con ‘The New York Times’.

El glamur de lo vulgar

En el momento de su muerte, Versace tenía 50 años y estaba cumpliendo dos décadas de trabajo en el mundo de la moda. Nació el 2 de diciembre de 1946 en Reggio Calabria, pequeña ciudad del sur de Italia todavía marcada por la guerra. Su padre, Antonio, era un comerciante local de carbón; Francesca, su madre, era costurera. Según el diseñador, confeccionó su primer vestido –un diseño de noche azul con un hombro al descubierto– cuando tenía 9 años. Versace recreaba ese vestido cada vez que podía, incluso para su amiga Lady Diana.
Después de estudiar arquitectura, Gianni se trasladó a Milán, donde empezó a trabajar para distintas casas de moda (Genny, Complice y Callaghan), antes de presentar su primera colección propia el 28 de marzo de 1978, en el Palazzo della Permanente, de Milán. En esta aventura comercial lo acompañó su hermano Santo, hoy a cargo de la administración de la marca. Su propuesta llamó la atención. Fue catalogada de revolucionaria en comparación con las de sus pares italianos. Versace, más allá de los cortes impecables, empezó a ensayar uno de sus sellos característicos: la mezcla de texturas. En sus diseños se podían encontrar cuero y encaje, detalles de metal, clavos, ganchos de ropa y cristales de Swarovski.
También destacó su espíritu colorista, que seguía la senda de Yves Saint Laurent, pero con mirada más italiana y una dosis de vulgaridad. Él mismo lo reconocía. Decía que su tendencia hacia los detalles de mal gusto provenía de las prostitutas que veía durante su infancia en Calabria, quienes trataban de parecer sofisticadas y exuberantes. Incluso, puede decirse que el ‘príncipe italiano de la moda’ (como lo bautizó la prensa, entre irónica y asombrada) influyó de manera irreversible en la cultura popular ‘fashion’. Mucho antes que Tom Ford, Gianni ya jugaba inteligentemente con conceptos antagónicos como vulgaridad/elegancia o clasicismo/modernidad.
En menos de cinco años se convirtió en un símbolo de lujo y, con Giorgio Armani, fue uno de los impulsores del éxito de la moda ‘made in Italy’ en Norteamérica. En la década de los 80 transformó su apellido en la etiqueta favorita de los yuppies y los nuevos ricos estadounidenses. Para ellos, sus diseños significaban la perfecta mezcla entre sofisticación europea y el exceso más presumido. En la pasarela, sus colecciones ‘prêt-à-porter’ marcaban pauta al introducir elementos hasta entonces privativos de la alta costura: tejidos nobles, pedrerías, bordados recargados con hilos de oro y la fascinación de las celebridades más caprichosas del momento. Fuera de los desfiles, Gianni también imponía nuevas formas de comprender la moda. Además de promover el reinado de las supermodelos (Claudia, Naomi y Linda prácticamente lograron todo su prestigio luego de convertirse en sus consentidas), el creador también impresionaba por sus megadesfiles en Milán y sus campañas publicitarias abiertamente sexuales.
Hoy, Donatella trata de mantener este legado. En un artículo de ‘The Guardian’, ella dijo: “Gianni era un rey de la moda; incluso después de morir, todavía gobierna”. Sus palabras se parecen mucho a las que dio Gianni a ‘The New York Times’ meses antes de morir: “Al principio de mi carrera era muy difícil subir. Ahora es muy difícil permanecer en la cima. Tienes que estar allí, y quiero estar allí. Aún estoy en pie”.

Serie de televisión y película biográfica

Coincidiendo con los 20 años de su muerte, Gianni Versace revivirá en el cine y la televisión. Antonio Banderas lo interpretará en una cinta biográfica de su vida que dirigiría Bille August, mientras que la serie ‘American Crime Story’ dedicará su tercera temporada al caso. En la serie aparecerán Édgar Ramírez en el papel de Versace, Penélope Cruz (Donatella), Ricky Martín (Antonio D’Amico, la pareja del diseñador) y Darren Criss (Andre Cunanan). La serie, creada por Ryan Murphy, se inspirará en ‘Vulgar Favours’, libro publicado por Maureen Orth y centrado en el perfil psicológico de su asesino.
JUAN LUIS SALINAS T.
EL MERCURIO (Chile) - GDA
Juan Carlos Rojas
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