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Cine y Tv

‘Loving Vincent’, el arte de hacer un largometraje al óleo

Las pinturas originales fueron representadas por actores y pintadas al óleo para llegar al cuadro animado.

Las pinturas originales fueron representadas por actores y pintadas al óleo para llegar al cuadro animado.

Foto:Cortesía Loving Vincent

El cineasta polaco Hugh Welchman y varios artistas cuentan la experiencia detrás de esta película. 

Juan Carlos Rojas
Pintar un cuadro. Fotografiarlo. Raspar la pintura. Volver a pintar. Fotografiar. Raspar. Pintar. Este es el proceso de animación que se llevó a cabo para crear ‘Loving Vincent’, la primera película pintada al óleo, completamente a mano.
Este largometraje se basa en una serie de cartas escritas por Vincent van Gogh y está compuesto por 65.000 fotogramas pintados por 125 artistas al estilo del gran referente neerlandés.
“La idea es de mi esposa, Dorota Kobiela –cuenta el polaco Hugh Welchman, quien dirigió la película junto con su mujer–. Se preparó como pintora, pero después de graduarse y de trabajar en cine, pensó que había perdido su camino. Quería volver a la pintura, pero a la vez quedarse en el cine. Entonces, decidió pintar una película”.
Mientras leía ‘Las cartas de Van Gogh’, el libro que contiene una célebre colección de correspondencia (903 cartas), Dorota se dio cuenta de que la vida de este artista era una hermosa historia y que ella podía contarla mediante las pinturas hechas por él.
Van Gogh falleció en 1890 y la película se basa en su misteriosa muerte. ¿Cómo un hombre pasa de estar tranquilo a suicidarse seis semanas más tarde?, es la pregunta que se plantea el protagonista, Armand Roulin, respecto del autor de ‘Los girasoles’, quien dejó más de 850 pinturas y casi 1.300 trabajos en papel. “Nos llevó cinco años y medio -continúa Welchman–. Tres para escribir y desarrollar el filme, un mes de grabación, cinco de edición y dos años de pintura”.

El gran problema de los financistas era que esto nunca se había hecho, por lo que resultaba riesgoso

Sabían que hacer esta película no iba a ser fácil. Antes que nada, se necesitaban inversionistas. “Creo que la parte más difícil fue persuadir a los financistas –remarca el director, de 42 años–. Encontrar cineastas, actores y pintores fue relativamente directo, todos ellos entendieron, pero creo que el gran problema de los financistas era que esto nunca se había hecho, por lo que resultaba riesgoso”.
Luego de encontrar inversionistas había que buscar profesionales para crear las pinturas. Welchman y su esposa decidieron armar un equipo de 125. “Estábamos nerviosos por tener que juntar a personas acostumbradas a trabajar de manera individual y a tener control absoluto sobre su creatividad”, reconoce el realizador, que había producido una veintena de cortometrajes, entre ellos ‘Peter & the Wolf’. Antes de esta experiencia, su esposa dirigió ‘The Flying Machine’ (2011), una combinación de animación 3D con acción real.

Entrenamiento de artistas

“Unimos a los artistas y los entrenamos en animación”, agrega el director. Supervisores y directores investigaron el trabajo de los preseleccionados para ver qué escenas animarían.
“El proceso de reclutamiento se llevó a cabo en varias etapas –explica Piotr Dominiak, uno de los seis supervisores–. El primer nivel fue el portafolio. Los artistas nos enviaron los suyos y los revisamos. Buscábamos artistas que tuvieran habilidades desde el punto de vista de poder copiar pinturas, sobre todo al óleo”.
Los artistas mejor evaluados eran llamados a una prueba de tres días, para ver qué tan rápido copiaban las pinturas de Van Gogh y su capacidad para animar. Los que mostraban más habilidades pasaban a la siguiente etapa, el entrenamiento oficial.
“Tras superar la prueba de tres días, pasabas a una instancia de formación de tres semanas, que consistía en realizar pequeñas escenas en torno de un personaje o dos –detalla Sara Calderón, artista española de 29 años–. La idea era enseñarnos el riguroso proceso para trabajar todos en la misma dirección”.
Durante esta formación, los artistas tenían que copiar un paisaje y un retrato hechos por Van Gogh, y animar dos fotogramas, con uno o dos personajes hablando. Los fotogramas eran de escenas de la película ya realizadas que les servían de referencia.
“Ellos querían ver qué tipo de personaje estábamos acostumbrados a pintar y así asignarnos las escenas de acuerdo con nuestros gustos y habilidades”, detalla Tiffanie Mang, artista estadounidense de 25 años. Durante su entrenamiento, ella tuvo que animar dos escenas: una con el protagonista y otra con el doctor Paul Gachet, quien cuidó a Van Gogh en sus últimos meses de vida (y cuyo retrato pintado al óleo alcanzó un precio récord en 1990: 82,5 millones de dólares).
“Por ejemplo, si un pintor-animador tenía un gran estilo realista, podía ser asignado para una escena en blanco y negro. O si trabajaba con texturas gruesas, podía ser asignado a escenas que hacen referencia directa al trazo de Van Gogh”, agrega Charlene Mosley, de 26 años, también de Estados Unidos.
“Cada uno tiene un estilo propio y todos debíamos aplicarlo a un proyecto en común, en el que, para que la película resultara homogénea, había que seguir el estilo de Van Gogh: sus exactos colores, trazos, etcétera”, continúa González.
“Tuvimos dos o tres etapas de entrenamiento de seis semanas”, añade Dominiak, quien estuvo a cargo de los tres estudios, ubicados en las ciudades polacas de Gdansk y Wroclaw, y en Atenas. Normalmente, en Gdansk hacían el entrenamiento y después la producción les daba a elegir en qué estudio continuar.
Ya durante la producción, los artistas llegaban entre 8 y 10 a. m., desayunaban y después cada uno iba a su estación de trabajo del pintor-animador (o PAW, por su sigla en inglés), donde podían quedarse más de 12 horas. “Era como un pequeño estudio individual para cada artista, que incluía computador, tabla para pintar y animar, proyector, cámara y todo tipo de materiales para trabajar”, detalla Mosley.
“Debíamos trabajar en nuestras escenas y, a la vez, ir revisando el trabajo con los supervisores y directores”, cuenta González. El tiempo con los supervisores era agitado. Apenas llegaban, debían lidiar con las cosas que habían quedado del día anterior, como revisar las correcciones que Kobiela enviaba religiosamente por correo electrónico. Luego veían los asuntos del día: “revisar fotogramas, subir las referencias, reuniones, un almuerzo rápido, revisar fotogramas, aprobaciones de las primeras pinturas, borrar los fotogramas si estaban mal, revisar otros nuevos, explicarles a los artistas qué estaba mal en las animaciones, revisar fotogramas, resolver problemas técnicos, enseñarles a los artistas a trabajar con Dragonframe (‘software’ para animación ‘stop motion’), recordarles exportar sus trabajos todos los días, revisar fotogramas, revisar las animaciones al terminar el día, ir a casa, dormir y, al otro día, repetir”, detalla Dominiak.
Los recursos y el talento ya estaban. Ahora venía la parte más difícil, frustrante y, a la vez, enriquecedora: pintar y animar cada secuencia. ¿Cómo era el proceso? El primer fotograma llevaba de medio a tres días en ser creado. Y dependiendo de la complejidad de la pintura y los factores como el movimiento de cámara, se tardaban entre 15 minutos y 5 horas en pintar los siguientes.
“Todas las escenas tuvieron una primera pintura. Esa era la que tomaba más tiempo, porque el artista pintaba el fondo y los personajes. Desde ese punto comenzaba el proceso de animación. Algunas partes se removían y se volvían a pintar, creando la animación. Pero a veces había movimiento de cámara, lo que significaba que la pintura entera debía ser removida y pintada”, continúa Mosley. Mang tardó alrededor de un mes en cada plano, mientras a que González le llevó seis meses pintar siete escenas, un total de 374 planos.

A pesar de las noches sin dormir y la constante inhalación de gases tóxicos, no hubiese cambiado este trabajo por nada

Si todo largometraje animado requiere de paciencia, sacrificio y ganas, el equipo de ‘Loving Vincent’ dio eso durante seis años. “Fue el proyecto más difícil y gratificante en el que he trabajado. Logré un respeto aún mayor del que tenía por Van Gogh –expresa Mang–. A pesar de las noches sin dormir y la constante inhalación de gases tóxicos, no hubiese cambiado este trabajo por nada; la experiencia me cambió la vida”.
“Tras un mes en casa, volvimos a Polonia y acudimos al preestreno, donde vimos el trabajo terminado. Allí fue donde me di cuenta de lo afortunada que soy por haber podido vivir todo esto”, dice González.
Todo el equipo compartió el orgullo y la gratificación cuando pudo conocer la obra en su totalidad. “Fue muy emocionante ver cómo todo se había unido con la música en la pantalla. Fue como si todos nosotros hubiésemos hecho una gran pintura animada de Van Gogh”, resume Mosley.
“Lo que pensé fue: ‘¡Mi esposa es brillante! –concluye el director–. Ella tuvo la idea y me involucró en el mejor proyecto de mi carrera, cambió mi visión de la vida. Me siento orgulloso de lo que hemos logrado y de todos los pintores que desplazaron sus vidas, ya que muchos de ellos viajaron por medio mundo para ser parte de este proyecto loco. ¡También pienso que de pronto no estamos tan locos!”.

Tributo en grande

Van Gogh comenzó su carrera a los 27 años. Había trabajado en una firma de arte, fue docente, librero y pastor. Sus primeras obras eran oscuras, pero –a la par de una nueva generación de artistas– comenzó a usar colores vibrantes y desarrolló su estilo mediante pinceladas cortas, con forma cada vez más suelta y expresiva. En 1888, con ayuda de su hermano Theo, abrió un estudio en Arlés (Francia), donde hizo cerca de 200 pinturas, un centenar de dibujos y acuarelas, y escribió más de 200 cartas.
‘Loving Vincent’ se estrena en Colombia el 30 de noviembre.
YASMILA A. BENICELLI
Para EL TIEMPO
Juan Carlos Rojas
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