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Arte y Teatro

‘La noche árabe’, juego sensorial y fantasioso

La puesta en escena ganó la beca de creación para directores 
con trayectoria del Instituto Distrital de las Artes (Idartes).

La puesta en escena ganó la beca de creación para directores con trayectoria del Instituto Distrital de las Artes (Idartes).

Foto:Archivo particular

Esta obra se presenta en La Sinagoga de la Casa del Teatro Nacional.

Diana Rincón
Calor. Agua. Mujer en ropa interior. Pétalos de rosa. Arena. Aliento agitado. Escaleras. Desierto. Amor. Muerte. Un viaje sensorial, un recorrido fantástico es lo que propone la obra 'La noche árabe', del dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig, que el director Víctor Quesada montó en Bogotá con su grupo Exilia2 y que se presenta en La Sinagoga de la Casa del Teatro Nacional.
Lo que comienza como un simple relato de un edificio que está en crisis porque sus pisos superiores no tienen agua se termina convirtiendo en un audaz ejercicio teatral que supone una extrema precisión de sus protagonistas.
En el comienzo aparecen personajes como el conserje del edificio, encarnado por Álvaro Bayona, que se entromete en la vida de sus inquilinos; Francisca (Denise Hergett), una hermosa joven que suele caer fulminada del sueño cuando llega a su apartamento después de trabajar, y su compañera árabe, Fátima (Diana Ángel), que tiene una relación con un hombre que la visita a escondidas.
“A mí me llamó mucho la atención la estructura narrativa, me pareció que era un texto que combinaba la narración con la acción y un reto para la puesta en escena, así como también para los actores. Es un texto de una dificultad máxima”, explica Quesada.
Los personajes le cuentan al público cada detalle de sus acciones y la trama se va enredando cuando aparecen el novio de Fátima (Edwin Maya) y un hombre que vive en el edificio aledaño (Giancarlo Mendoza), a quien parece hechizarlo ver a Francisca en ropa interior.
Quesada cuenta que Schimmelpfennig plantea en el texto muchos espacios y planos de realidad, por lo que el director creó el recurso de unas supuestas escaleras tapadas por una tela negra, por las que los actores suben y bajan por todo el edificio.
“Es el ejercicio de dirección más complejo al que me he enfrentado”, dice Quesada, quien agrega que para trabajar con los actores les puso colores a los textos para dividir los monólogos de las acciones y las descripciones, y luego se enfocó en la creación de una partitura de acciones.
En el proceso también apareció el teatro sensorial, inspirado de alguna manera en el trabajo del maestro manizaleño Enrique Vargas con su Teatro de los Sentidos.
Encima de los espectadores empiezan a caer pétalos de rosas y además se sienten ráfagas que simulan tormentas.
“Aunque cada vez pienso que la historia es más entendible –es un relato de amor contado en diferentes momentos–, yo sentía que de pronto poderle llegar al espectador desde lo que sintiera más que de lo que pensara, podía potenciar la obra. Por eso desde el principio integramos lo sensorial”, dice el director.
Esos aportes del teatro sensorial además enfatizan un elemento clave del texto: el plano de fantasía, ya que la historia de Francisca se sale de lo urbano y se mete en terrenos más imaginativos.
Por el escenario empiezan a rondar un misterioso personaje encarnado por Nathalia Franco, quien da pistas sobre el trasegar de Francisca. De hecho, todo el que se atreva a besarla recibe un castigo diferente. Ahí es cuando el relato se empieza a trasladar a parajes como el desierto y la ciudad de Estambul para tratar de explicar el origen de esta mujer.
“Álvaro y Denise son los que más abren la fantasía, los que entran y salen de este mundo y esto tiene algo de historia de hadas. Creo que es impresionante lo que logra Schimmelpfennig. Todos sabemos el reto tan grande que es, pero lo delicioso que fue nadie nos lo quita”, cuenta Quesada.
El personaje de Bayona termina entonces en un sitio exótico, y la producción logra trasladar al público a este lugar, no con los recursos sensoriales, sino con la sensible interpretación del experimentado actor.

¿Dónde y cuándo?

Sábados y domingos, 6 p. m. Casa del Teatro Nacional. Carrera 20 n.° 37-54, Bogotá.
Informes: 795-7457.  Boletas: 36.550 pesos.
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