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Arte y Teatro

Endulzar la memoria para pervivir y recordar

‘¡Viva la guardia! ¡Viva la minga!’ destaca la labor de resistencia de los nasas y su pervivencia.

‘¡Viva la guardia! ¡Viva la minga!’ destaca la labor de resistencia de los nasas y su pervivencia.

Foto:Valeria Murcia Valdés

Ocho grupos indígenas colombianos plasmaron a través del arte sus reconstrucciones de memoria.

Diana Rincón
Aunque hay recuerdos que nunca se olvidan, no es fácil darle forma a la memoria colectiva. Más aun cuando la historia duele y hay episodios que han sido cargados por décadas con tristeza.
El Centro Nacional de Memoria Histórica estuvo trabajando de la mano con miembros de ocho grupos indígenas del país durante cuatro años, en un proceso que buscaba que la juventud de las comunidades resignificara recuerdos amargos.
La reconstrucción de memoria involucró a los pueblos wiwas, de la Sierra Nevada de Santa Marta; barís (Catatumbo), awás (Nariño y Putumayo), nasas (norte del Cauca) y boras, ocainas, muinanes y uitotos M+N+K+A de La Chorrera, en el Amazonas.
El resultado fue la exposición ‘Endulzar la palabra, memorias indígenas para pervivir’ que se exhibe hasta el 25 de febrero del 2018 en el Museo Nacional de Colombia.
La muestra está construida a partir de seis momentos o estaciones que reúnen fragmentos de la memoria de estas comunidades. Su propósito fue dar un paso hacia adelante para curar, sin olvidar nunca los momentos que marcaron la construcción de su propia historia.
“Al principio fue un proceso de investigación local de estos ocho pueblos que estaban trabajando en perspectiva de hacer un proceso de memoria histórica y documentar sus afectaciones y resistencias durante el conflicto armado”, contó el antropólogo Patrick Morales, coordinador del equipo de enfoque étnico del Centro de Memoria Histórica.
Aunque el Centro acompañó los procesos y estuvo presente en algunos de los recorridos por los territorios indígenas, gran parte de la investigación se desarrolló en el interior de las comunidades.
Los jóvenes escucharon a sus mayores y conocieron las historias de sufrimiento de sus pueblos para darles una nueva interpretación.
“Nadie va a sentir el dolor ajeno como el propio y es difícil que un visitante sienta como suyos todos los hechos negativos que pasaron en nuestra cultura, pero la idea que queremos transmitir es que hay algo que hay que reparar y que de alguna forma tenemos que sanar. Debemos endulzar ese hecho indebido, transformar algo negativo en algo bueno”, dijo Gil Farekatde, vocero de la comunidad uitoto M+N+K+A del Amazonas.
Los pueblos pertenecientes a la Asociación Zonal de Cabildos y Autoridades Tradicionales de La Chorrera (Azicatch), entre ellos las comunidades Uitoto M+N+K+A y Ocaina, han cargado con el dolor de la esclavitud y la matanza de sus ancestros por más de cien años.
A finales del siglo XIX, los indígenas de estos grupos fueron sometidos a trabajar bajo condiciones inhumanas en centros caucheros cercanos a los ríos Putumayo y Caquetá. Fueron torturados, heridos y asesinados en un episodio que por poco asegura la extinción de las comunidades de La Chorrera.
Uno de los momentos de la exposición es ‘Caminar el territorio’, que según María Luisa Moreno, curadora de la exposición, significaba reconocer que el territorio también fue violentado. “Los grupos indígenas siempre nos hablaban del territorio como un sujeto y lo que nos decían es que las personas de afuera veían el territorio simplemente como un objeto”, dijo.
“En esta sección de la muestra se relatan las memorias sobre lo que pasa en el territorio, cómo ha sido herido y cómo también es una víctima. No solo por la extracción petrolera o minera, sino por los animales que desaparecen y las plantas que ya no se pueden usar para la medicina tradicional”, contó la curadora.

Queremos transformar la visión de la memoria que a veces se concibe en el país a partir del sufrimiento y la tristeza. Queremos mostrar una memoria que habla de sanación y equilibrio

Dibujos hechos a mano por miembros de las comunidades wiwa y barí muestran animales y plantas que han desaparecido de sus territorios ancestrales o que se encuentran en peligro por la guerra.
“Queremos transformar la visión de la memoria que a veces se concibe en el país a partir del sufrimiento y la tristeza. Queremos mostrar una memoria que habla de sanación y equilibrio”, contó Yeismith Armenta, perteneciente al pueblo wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta.
En otra sección de la exposición, ‘Iluminar la memoria’, se brindó un espacio para recordar y observar la resignificación de dos de los hechos más violentos que han sufrido las comunidades indígenas en Colombia: el genocidio de La Chorrera y la masacre de Tortugaña, en Telembí, Nariño, en territorio del pueblo awá.
“Esa masacre incluso cambió de nombre. Ese evento ahora se conoce como ‘¡Ñambí, Telembí viven!’ en homenaje a dos niños que fueron arrancados del vientre de sus madres en el acto perpetrado por las Farc”, contó Patrick Morales, del Centro de Memoria Histórica.
El recorrido está acompañado por ilustraciones de Juan Carlos Gittoma, quien pertenece al equipo de investigación del pueblo uitoto y decidió representar los relatos orales de sus mayores a través del dibujo.
Las comunidades indígenas tomaron este espacio también como una oportunidad para hacer denuncias, a veces no muy conocidas, sobre lo que ocurre en sus territorios.
“Hemos querido mostrar las distintas olas de violencia que nos ha traído la gente externa desde el tiempo de la conquista española. Nosotros hemos defendido la tierra, pero la guerra nunca ha sido nuestra. La guerra nos la han traído a nuestros territorios, así que defendemos el territorio para pervivir”, afirmó Acucuara Bashuna, líder del pueblo Barí, que en su historia recibió ataques de las Farc, el EPL y los paramilitares.
‘Endulzar la palabra’ está complementada con el lanzamiento de la investigación ‘Maleta de memorias étnicas’, que arroja luces sobre el tema en otras regiones del país y que se puede encontrar en la página web del Centro de Memoria.
La exposición finaliza con un espacio circular llamado ‘Amanecer la palabra’ que se presta como un lugar de diálogo y reflexión donde habrá distintas actividades hasta febrero con la participación de los pueblos indígenas y el Centro de Memoria.

Dónde y cuándo

Hasta el 25 de febrero, Museo Nacional (carrera 7 n° 28-66, Bogotá). Abierto de 10 a. m. a 6 p. m., martes a sábado. Domingos, hasta las 5 p. m. Entrada: $4.000
VALERIA MURCIA VALDÉS
 Escuela de periodismo multimedia de EL  TIEMPO
Diana Rincón
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