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Arte y Teatro

La belleza femenina en clave satírica

Atrás: la directora Marcela Salive Puyana y la actriz Angélica Soto. Adelante: las actrices Catalina Botero, Claudia Liliana González y Martha Leal.

Atrás: la directora Marcela Salive Puyana y la actriz Angélica Soto. Adelante: las actrices Catalina Botero, Claudia Liliana González y Martha Leal.

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'90-60-90', de la dramaturga Marcela Salive, se presenta en Casa E los viernes y sábados de marzo.

Diana Avendaño
“Las lindas sienten su poder. A las lindas las cuelan en las filas, les dan trabajo y si no se lo dan, las mantienen”. Esto lo dice una profesora con doctorado en humanidades de la Universidad de La Sorbona, de París, mientras se enfrenta a una crisis existencial.
Ella es una de las protagonistas de la obra 90-60-90, que se acaba de estrenar en la sala Enrique Buenaventura de Casa E, escrita y dirigida por la dramaturga bogotana Marcela Salive Puyana.
La depresión de la profesora de La Sorbona dialoga, a lo largo de una hora y media, con la de otras cuatro mujeres, de diferentes edades y condiciones sociales, que se enfrentan también al dilema de la belleza femenina hoy.
Es el caso de una cuchibarbi (Claudia Liliana González) que prefiere que la llamen “resistida” (resistida a envejecer). O el drama de una reinita de pueblo (Martha Leal), una paisa religiosa mojigata, abusada por un tío en la juventud, o el de una gordita adolescente (Angélica Soto).

A través de la historia, yo fui rastreando porqué las mujeres estábamos tan obsesionadas con la idea de la belleza, y la verdad es que tenemos una tradición cultural muy grande

La génesis de la obra, explica Salive, se inició en sus épocas de estudiante de actuación del Teatro Libre y la Universidad Central, cuando tomó la clase de historia del cuerpo.
Y estudió la idea de cuerpo de los griegos, pasando por el desprecio del mismo, por el catolicismo del Medioevo, hasta la idea de belleza femenina del Renacimiento.
“A través de la historia, yo fui rastreando porqué las mujeres estábamos tan obsesionadas con la idea de la belleza, y la verdad es que tenemos una tradición cultural muy grande”, anota Salive, quien estudió dirección teatral en Italia.
Agrega que ella, como muchas mujeres, también tuvo que padecer la crisis de no tener el cuerpo perfecto o de seguir los cánones impuestos.
Era un tema que me parecía dramático, porque hay mucho sufrimiento por dentro. Pero al mismo tiempo es algo cómico, porque todas las estrategias que uno hace para mejorarse resultan banales y estúpidas”, explica.
De allí que la trama se sostenga sobre una alta dosis de humor negro, que muchas veces resulta el mejor medicamento para sanar los dolores de la vida.
Mientras la cuchibarbi cuenta las dramáticas sesiones de masajes succionadores para mantener su cuerpo, la reinita de pueblo enumera todas las cirugías que tuvo que hacerse.
“La obra tiene una serie de monólogos que dialogan después en la cabeza del espectador, donde la contradicción entre el ser y el parecer radica entre las protagonistas”, anota Salive.
El contrapunto de la obra lo aportan otras dos mujeres: una indígena y una empleada de servicio doméstico (Catalina Botero) que limpia el gimnasio a donde van todas.
Salive explica que para las indígenas, el entorno y el cuerpo son sagrados y no existe un problema con la comida. Esas comunidades comen lo que necesitan para realizar un trabajo.
“En este país, para mucha gente el reto de conseguir comida es primordial. Más allá de que sea light o low fat, una persona que vive con un mínimo no está pensando en qué la va a engordar, sino en qué me como con dos o tres mil pesos. En ese sentido, la comida es sagrada y no se le rechaza a la mamá”, concluye Salive, maestra en dramaturgia de la Universidad Nacional.
CARLOS RESTREPO
Cultura y Entretenimiento
Diana Avendaño
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