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El tributo a la libertad de las reclusas emprendedoras de Cartagena ​

De blanco y sentada frente a su máquina de coser está Mónica María Ruiz Lopera, ‘Cebollita’, empresaria de la la cárcel de San Diego.

De blanco y sentada frente a su máquina de coser está Mónica María Ruiz Lopera, ‘Cebollita’, empresaria de la la cárcel de San Diego.

Foto:Yomaira Grandett/ EL TIEMPO

Las mujeres de la cárcel de San Diego confeccionan muñecos de peluche, y carteras que han exportado

John Montaño
Un vallenato, de esos clásicos románticos, suena como telón de fondo. Es el Binomio de Oro. La voz inolvidable de Rafael Orozco Maestre que alegra una tarde de sábado en el penal.
La cárcel para mujeres de San Diego en el Centro Histórico de Cartagena más que un reclusorio hoy parece una mañana prenavideña en un hogar costeño.
Ellas, las reclusas, van de un lado a otro, felices, cantando, contando chismes y arrullando las horas que hoy pasan tras las rejas quemando su libertad.
Por ser fin de semana y día de visitas, patios y celdas están llenos de hombres: esposos, hijos, padres, hermanos, amigos y periodistas chismosos que llegaron a visitarlas.
Ellas se ponen aún más bellas y aprovechan para mostrar los que más saben hacer: artesanía.
Sobre las mesas, camas y en cualquier rincón hay muñecos de peluche, bolsos, pantaleteras, pulseras, billeteras, todo lo que se pueda hacer con un trozo de tela, una aguja y unas cuantas piedritas de colores.
Por momentos esta cárcel no parece cárcel sino más bien un centro de formación empresarial para las internas o un taller de artesanas.
En los corredores húmedos del viejo penal de San Diego, que está a punto de caerse, ellas desarrollan una amplia variedad de negocios a base de artesanías.
Espíritu emprendedor
La gran maestra de esta cofradía de artistas es Mónica María Ruiz Lopera, ‘Cebollita’.
“Hago muñequería, cojines y pantaleteras con motivos de vaquitas y gusanos, y ahora montamos una microempresa con mis compañeras”, dice Mónica María, una mujer con un aire maternal, oriunda de Monte Líbano, Córdoba.
Ella lleva 15 meses de prisión y es procesada por extorsión. Un delito que dice, no cometió.
A sus 49 años y con cinco hijos, Mónica María encontró en la confección no sólo una actividad para pasar las horas inciertas tras las rejas sino que hoy es su forma de trabajo y el de sus compañeras.
Con la misma venta de los muñecos de peluche, ella manda algo de dinero a sus hijos que viven en el vecino municipio de Turbaco.
“¿Qué cuál es el método? Destinamos un día a trazar sobre la tela de toalla: por ejemplo, trazamos 10 vacas, 5 gusanos y 5 bolsos más. Al día siguiente, un compañera que se especializó, corta, y con otro grupo de chicas montamos las planchas y pegamos la guata prensada, cocemos, y pegamos el forro”, narra Mónica María.
Al escucharla uno piensa que estas emprendedoras cuentan con maquinaria textil profesional. Pues no. En toda la cárcel sólo hay tres pequeñas máquinas de coser que ellas bien utilizan y multiplican. El resto todo lo hacen a mano... esas mismas con las que alguna vez, ingenuas, delinquieron.
“El sistema penitenciario colombiano está lleno de mujeres inocentes, muchas que fueron engañadas por sus propios maridos, que un día les dijeron: ‘mija vaya y cobre esa plata que me mandó un cliente, es el billete para los pelados’. Falso, se trataba de dinero producto de extorsiones. ¡Injusticias!”, señala Judith Figueroa.
Los muñecos de ‘Cebollita’ y sus chicas súper poderosas además de venderse en los cuatro puntos cardinales de Colombia, por intermedio de amigos y familiares que los han dado a conocer en los extramuros del penal, también han sido exportados a Estados Unidos y Brasil.
“Las pantaleteras, para guardar ropa interior, tienen un costo de 70.000 pesos, y tenemos gusanitos y cojines entre 15.000 y 150.000”, dice Mónica María, la popular 'Cebollita’.
- Y, Por qué le dicen ‘Cebollita’.
- En una cárcel lo más difícil es la convivencia. Y cuando llegué me la pasaba llorando, sentía que había mucha violencia, para mí no fue fácil, por eso me bautizaron ‘Cebollita’.
Y entre las alumnas más adelantadas de ella' está Paula Andrea Maldonado, una cartagenera condenada a 18 años de prisión que se ha especializado en la confección de bolsos a partir de piedras.
“Tengo 37 años, llevó 7 años acá y estoy condenada a 18 años... paso mis días trabajando en manualidades: tejidos, hacemos mochilas en piedras, también collares, pulseras, cocemos a máquina, también pintamos cuadros en madera”, relata Paula, quien manda dinero a sus hijos de 15 y 7 años, gracias a su trabajo.
Gracias al apoyo de las directivas de la cárcel, todas las tardes, las reclusas tienen su feria artesanal frente al penal, hasta donde llegan locales y turistas que algún recuerdo de estas mujeres emprendedoras se llevan.
“Nosotras no nos sentimos presas. Presas las personas que dependen de la droga, del alcohol, de una mala relación. ¿Qué es la libertad, cuando estamos presos de lo material”, dice Paula quien con su trabajo rinde tributo a la libertad.
  
 John Montaño
Redactor de EL TIEMPO
 Cartagena
En Twitter: @PilotodeCometas
John Montaño
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