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Las hermanas singapurenses que simplifican la menstruación

Copas menstruales

Copas menstruales

Foto:Cortesía: Freedom Cups

Con copas menstruales ayudan a las mujeres del tercer mundo a reducir desechos y ahorrar dinero.

En algunas regiones remotas de Nepal, las niñas temen crecer. Cada mes, mientras menstrúan, mujeres y niñas quedan recluidas en “cabañas menstruales”, habitualmente localizadas en la periferia de sus pueblos. Aisladas en nombre de la tradición, se enfrentan a condiciones climáticas extremas y a otras amenazas, como serpientes, violadores o incluso la muerte. Quienes logran permanecer en sus comunidades, suelen sentirse tan avergonzadas que prefieren no secar sus paños menstruales de tela después de lavarlos, arriesgándose a contraer una infección.
Ocuparse de la menstruación es una problemática enorme en todo el mundo. Estudios indican que en cualquier día del mes, más de 800 millones de mujeres de entre 15 y 49 años se encuentran menstruando. Sin embargo, un numero considerable entre ellas tienen un acceso mínimo o nulo a productos de higiene íntima durante sus períodos.
En Filipinas, las trabajadoras de las plantaciones pierden una semana de trabajo (y de ingresos) porque no pueden pagar toallas femeninas. En India, más de 113 millones de adolescentes corren el riesgo de abandonar la escuela debido al estigma que existe alrededor del ciclo menstrual, según el Banco Mundial.
Buscando cambiar la forma en la que las mujeres manejan la menstruación surge Freedom Cups una empresa de productos de higiene femenina en Singapur.
La startup social, fundada por tres hermanas singapurenses, distribuye gratuitamente copas menstruales en todo el mundo a mujeres necesitadas, y se las vende a quienes pueden pagarlas.
Las copas, con forma de campana, se colocan por el cuello uterino, como un tampón, y pueden recolectar sangre menstrual por hasta 12 horas. Pero a diferencia de los tampones y las toallas femeninas, las copas pueden lavarse y esterilizarse para su reutilización.
“Freedom Cups ayuda a las mujeres del primer mundo a reducir sus desechos, y a las mujeres del tercer mundo que no pueden pagar productos sanitarios”, dice Vanessa Paranjothy, de 29 años, una de las cofundadoras de la empresa.

Freedom Cups ayuda a las mujeres del primer mundo a reducir sus desechos, y a las mujeres del tercer mundo que no pueden pagar productos sanitarios

Y agrega: “Los períodos son una molestia en muchos sentidos. Generan una enorme cantidad de desechos, impiden que muchas niñas vayan a la escuela y provocan que muchas mujeres ganen menos dinero. Queremos que la menstruación deje de ser un problema”.
Junto con sus hermanas, Joanne, de 26 años, y Rebecca, de 21, creó Freedom Cups.
Su causa ha despertado interés en todo el mundo. El año pasado, las hermanas aparecieron en la lista 30 Menores de 30 de Asia de Forbes, que reconoce a 30 individuos destacados en diversos ámbitos que van desde el emprendimiento social hasta los deportes. Y en abril, Vanessa ganó el Commonwealth Youth Award de Asia, que reconoce a jóvenes de cualquier región de la Commonwealth cuyos proyectos innovadores hayan tenido un impacto significativo en sus comunidades.
Vanessa dice que las copas tuvieron una buena recepción, a pesar de cierta desconfianza inicial. “La primera vez que fuimos a una aldea en Filipinas, el jefe de la aldea nos pidió que solo les diésemos copas a mujeres casadas”, cuenta. “Pero después de probarlas, ellas mismas vinieron a pedirnos más, para sus hijas”.
Hechas de silicona médica, cada copa puede durar hasta 10 años, lo que equivale a unos 5.000 productos sanitarios, sostiene Vanessa. “Esto hace que sea una opción más económica y ecológica”.
El hecho de poder utilizar las copas por hasta 12 horas implica que duran mucho más que una toalla femenina o un tampón, resultando ideal para mujeres que no tienen acceso a baños, electricidad o agua potable, según Vanessa. Los médicos, sin embargo, recomiendan tomar precauciones contra posibles infecciones.
El doctor Chris Chong, un ginecólogo del Centro Médico Gleneagles, dice que para que una copa funcione de manera saludable no debe generar alergias, y la persona que la utiliza debe poder quitársela cuando sea necesario. “El síndrome del choque tóxico esta relacionado a la utilización de un mismo tampón o copa menstrual durante demasiado tiempo”, dice. “Lo más importante es recordar quitárselos”.
Vanessa descubrió las copas menstruales a través de una amiga que volvía de hacer una pasantía en una ONG en Guatemala, en 2012. Con un diploma en Ciencias Sociales de la Singapore Management University, trabajaba en aquel entonces en el equipo de recursos humanos de una empresa de reclutamiento. Cuando supo de la copa y comprendió su potencial, decidió dejar su trabajo y meterse de cabeza en el proyecto.
Las hermanas rediseñaron las copas para que fueran más pequeñas y pudieran servirles también a mujeres que nunca antes hubieran utilizado “algo invasivo”. Luego las mandaron a fabricar a Estados Unidos.
Freedom Cups dona una copa menstrual reutilizable por cada una que vende. Sus copas, que se comercializan cada una a 35 dólares singapurenses (25 dólares), están disponibles en el sitio web de Freedom Cups y en distintas tiendas en Singapur.
Yin Pei Shan, una estudiante de 22 años que utiliza la copa desde hace tres años, dice que al principio temía pasar de las toallas femeninas y los tampones a la copa menstrual. “Pero utilizarla simplificó mi vida. Ahora puedo nadar y practicar deportes acuáticos”, cuenta. “Es una causa que también apoya a mujeres necesitadas, así que me alegra poder ayudarlas de alguna manera”.
Desde su lanzamiento en 2015, las hermanas han distribuido 3.000 copas a mujeres desfavorecidas en Singapur y en todo el mundo. Desarrollaron 16 proyectos en siete países; Singapur, Malasia, Camboya, Filipinas, India, Nepal y Nigeria, para distribuir las copas entre las más necesitadas y generar conciencia sobre la higiene menstrual.
Pero para las hermanas esto recién empieza. Esperan poder llegar a más mujeres, y dicen que su mayor satisfacción surge del cambio que ven en las vidas de aquellas a las que han podido ayudar.
“Queremos que la menstruación sea un problema del pasado”, dice Vanessa. “Solo así, las mujeres podremos progresar”.
RAHIMAH RASHITH
THE STRAITS TIMES, SINGAPUR
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