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Mocoa ya empieza a enterrar sus muertos en sepelios colectivos

Familiares de Anderson Guerro cargan su feltro rumbo al cementerio en Mocoa

Familiares de Anderson Guerro cargan su feltro rumbo al cementerio en Mocoa

Foto:AFP

El Gobierno informó que la cifra de víctimas de la avalancha, hasta el momento, asciende a 273.

El fuerte olor a muerte que se cuela por cada esquina de Mocoa obligó a que las autoridades tomaran la decisión de realizar los primeros entierros colectivos de las 273 víctimas que, según Medicina Legal, deja hasta el lunes la avalancha que sacudió en la noche del viernes a esta capital.
El Gobierno Nacional, que costea las honras fúnebres, encomendó esta labor a tres funerarias de Putumayo, Nariño y Huila.
En la tarde del lunes se entregaron 116 cuerpos a sus respectivos familiares, confirmó también el Instituto de Medicina Legal.
En el cementerio Normandía, el más importante de la capital de Putumayo, se hizo el lunes, a las 5 p. m., el primero de estos entierros colectivos. Un padre franciscano ofició las honras fúnebres de cinco personas, quienes fueron reconocidas por sus familiares.
Estos cuerpos fueron preparados por personal especializado de las funerarias, a escasos 100 metros del cementerio. Los ataúdes fueron envueltos en papel plástico para que el olor no se propague.
Mientras, en las afueras del cementerio, las filas para reconocer los cuerpos que dejó la tragedia de la madrugada del primero de abril alcanzan tres cuadras, los militares controlan el ingreso de las personas para que se lleven a cabo las exequias.
Los dolientes son recibidos por personal de la Unidad de Gestión del Riesgo, quienes les suministran tapabocas para soportar los fuertes olores que se sienten en el camposanto.
Durante las primeras horas después de la avalancha, las víctimas mortales llegaron al Hospital, lo que dificultó la atención médica.

Durante las primeras horas después de la avalancha, las víctimas mortales llegaron al Hospital, lo que dificultó la atención médica.

Foto:Jaime Saldarriaga / REUTERS

En el grupo de los primeros cinco sepultados estaba Virgelina Morales, de 75 años, cuyo cuerpo fue arrastrado por el poder de las rocas y el lodo.
“Todos alcanzamos a salir de la casa, pero ella estaba muy enferma y no pudo lograrlo”, cuenta Alfredo Morales, esposo de la mujer, que quedó bajo la tierra del barrio San Fernando.
La avalancha que sacudió a esta familia dejó un milagro en la tragedia: Elizabeth Canamejoy –la más pequeña de la casa, con 4 años– fue arrastrada por las aguas, pero un ciudadano logró sacarla de las aguas, dos kilómetros más abajo.

Debemos hacer las cosas bien, por el respeto de la memoria de estas personas que fallecieron de manera tan horrible

Drama y milagro

Con la alegría del milagro y con el dolor de la tragedia, los familiares de Virgelina llegaron hasta el cementerio para darle la despedida a la abuela de la familia.
Mientras que la Policía se preparaba para enviar más personas a sumarse a las 1.800 que trabajan sin descanso para encontrar más víctimas, una caravana de hinchas del América despedía a una joven de 21 años, víctima de la tragedia.
Carolina Piñeros fue encontrada el sábado. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Normandía, acompañada de más de 60 amigos y familiares que la llevaron a la tumba con la camiseta del cuadro escarlata.
“Nuestra idea es darles un entierro como se lo merecen estas familias”, señaló el religioso franciscano Marco Perea, coordinador de estos entierros colectivos.
El religioso afirma que conforme se van reconociendo los cuerpos se ofician las misas y se sepultan.
“Debemos hacer las cosas bien, por el respeto de la memoria de estas personas que fallecieron de manera tan horrible”, dice el padre Perea.
Otros cuerpos fueron llevados a cementerios de Pasto y Pitalito (Huila), donde tenían familiares.
Cada día que pasa, la identificación se hace más tortuosa para los familiares por el estado de los cuerpos, que permanecen en bolsas plásticas en el cementerio, donde los peritos del CTI improvisaron una morgue. El lunes llegaron dos contenedores con sistema de refrigeración para conservar los cadáveres, con el fin de que ningún cuerpo se quede sin ser reconocido.
MARIO BAOS
Enviado especial EL TIEMPO
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