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Las 51 mujeres que aferraron las velas en los 50 años del Gloria

El 21 de julio atracó el buque Gloria en el puerto de Cartagena. Las cadetes embarcadas se distribuyeron según los colores de la bandera.

El 21 de julio atracó el buque Gloria en el puerto de Cartagena. Las cadetes embarcadas se distribuyeron según los colores de la bandera.

Foto:CORTESÍA ARC GLORIA

El buque escuela e insignia de la Armada Nacional celebra su medio siglo navegando.

Simón Granja
Debido a la oscuridad profunda, las estrellas se ven mejor en medio del mar; no es por otra razón. Aunque el buque estaba iluminado, la nada se extendía más allá de la cubierta. Eran las 10 de la noche del miércoles 18 de julio, y el buque estaba en navegación mixta: con vela y motor. En medio de tal ausencia de luz, sonó el pito del contramaestre llamando a formación. Rápidamente, las 51 mujeres y los tres hombres cadetes se alinearon. Las olas mecían fuertemente, de un lado al otro, el ACR Gloria, que con sus 50 años y 9.326 días navegados se mantenía firme. Las cadetes debían subir por alto mientras navegaba y aferrar las velas. Se miraron entre todos; nunca habían hecho un ejercicio tal, solo cuando no estaba en movimiento, y de día y sin oleaje fuerte.
La duda surgió al igual que surge cuando se da el primer paso; sin embargo, de ahí en adelante fue seguir la orden. La cadete de tercer rango, Maya Inés –primero dice su apellido y luego su nombre– inició el ascenso por la flechadura. Una mano, un pie, hasta que llegó al cabo. La seguridad de ella y de sus compañeros era el agarre de sus manos, sus pies y su valentía.
“Llegamos a lo alto, pero ahí ya no tenemos las manos para asegurarnos porque con ellas subimos las velas. Solo contábamos con los pies en el cabo, un palo delgado y travesaño a los mástiles. Por ser la primera vez, sentimos pánico. Todas coincidimos en que nunca nos imaginamos que tendríamos que aferrar velas de noche”, cuenta la cadete en el rancho general mientras sus compañeras se apresuran alistando sus pulcrísimos trajes blancos para la marcha que harán en 10, 9, 8, 7 segundos por las calles de la ciudad amurallada de Cartagena de Indias.
“Muévanse, muévanse”, se escucha en el rancho general, ese espacio conocido como el corazón del buque, pues es allí donde las cadetes duermen, comen, se visten, conversan, rezan...
Seis, cinco, cuatro, continúa la cuenta regresiva. Dos cadetes llegan corriendo con la bandera de Colombia, la extienden sobre la mesa en la que también comen, sacan la plancha y hacen lo que tengan que hacer. Se ríen y conversan. 3, 2, 1. Ya están todas formadas en el muelle, la bandera reluce al frente, comienzan a marchar.
Mientras, los turistas ocupan la cubierta del Gloria y las de las otras embarcaciones. El comandante del buque, Camilo Alberto Giraldo, entra a la toldilla, donde las sillas de madera adobadas y brillantes acompañan la decoración de la parte más exclusiva de la embarcación. Él tiene un asiento más pesado que el resto y solo él puede ocuparlo.
El capitán asumió el cargo de comandante del Buque Escuela ARC Gloria el 22 de diciembre de 2017. Nació en las montañas de Colombia, en Armenia, Quindío, en 1971, pero desde que conoció el mar por primera vez, a los siete años, se enamoró de sus olas. Así que ingresó en enero de 1989 a la Escuela Naval y se graduó como teniente de corbeta en diciembre de 1992.
Su esposa, Rosa Riveira Rodríguez, lo acompaña en el toldillo. Aprovechan para reencontrarse después de meses sin haberse visto.
La historia de esta embarcación velero tipo bergantín barca tiene una relación, precisamente, con una esposa. Su nombre proviene de una. Y es que, como dijo Borges: “Amo el amor de los marineros que besan y se van”.
Fue en 1966 cuando el Gobierno colombiano autorizó a la Armada para adquirir el buque escuela. Por esa época, en las reuniones de trabajo con los mandos militares, el tema siempre fue la necesidad de adquirirlo. Hasta que, finalmente, el ministro de Defensa, general Gabriel Rebéiz Pizarro, convencido y frente a varios oficiales, manifestó su aprobación, tomó una servilleta y escribió: “Vale por un velero”, firmado con su nombre.
Tras ese pacto, el contrato formal se firmó el 6 de octubre de 1966 con la Sociedad de Construcción Naval Española, y su construcción se puso en ejecución en 1967.
El 2 de diciembre del 66 se llevó a cabo la ceremonia de botadura del casco al agua en la ría de Bilbao. Allí estuvo quien da su nombre al buque, la esposa del ministro de Defensa, Gloria Zawadsky de Rebéiz.
El buque tiene una eslora de 67 metros, su manga es de 10,6 metros, su desplazamiento es de 1.300 toneladas y cuenta con una tripulación de 10 oficiales, 37 suboficiales, 54 alumnos y 3 infantes de marina.
Mientras el capitán recuerda y habla con ilusión sobre el mar, entra a la toldilla la reina internacional de Colombia, Anabella Castro. Estilizada, alta, viste el uniforme blanco de la Marina. El capitán se toma una fotografía con ella, lo felicitan porque no abraza. Nunca se abraza a una reina. “Es que los marinos somos caballeros”, dice sonriente.
Lo de caballeros no es por cómo tratan a las mujeres, sino por cómo tratan a todos por igual. “Hay que exigir mucho, pero manteniendo la armonía, porque si no se logra, no hay trabajo en equipo. Y una de las personas que más influyen es el comandante. Si yo salgo gritando, diciendo groserías, maltratando a la gente... pues la gente cumplirá porque uno es el superior, pero por dentro no estarán satisfechos. Cuando logro captar el compromiso hay muchas cosas de las cuales uno se despreocupa”, explica el capitán.
Sí, tiene la responsabilidad de comandar el buque insignia justo en la celebración de sus 50 años y además, cuando tiene, en toda su historia, la mayor tripulación femenina. Paradigmas que afronta como las olas en las que ha tenido que navegar desde que pisó por primera vez el Gloria, la primera embarcación en la que estuvo en su vida.
En cuanto a su tripulación femenina dice: “Cada uno se va haciendo el camino. Por ejemplo, es la primera vez en la historia de Colombia que tendremos una vicepresidenta; es un proceso. Y ya hay otros países en los que han tenido presidentas. Llegará ese momento, y es como debe ser”.
¿Que si alguna vez una mujer será comandante de la Armada? “Pues sí, y que ojalá lo sea y lo haga muy bien... Es lo que quiero como marino, no como hombre o como mujer”, dice. Y comprueba: “Mis cadetes femeninas son igual de buenas que los hombres”.
Precisamente, ellas se forman de nuevo en la plaza de la Aduana, a un costado de la torre del Reloj. El cielo claro deja ver la Luna, que pareciera como si reemplazara al Sol. En comparación con las formaciones de las otras embarcaciones, la del Gloria es la única con mayoría femenina.
El vicealmirante Juan Manuel Soltau, jefe de intereses marítimos e intereses internacionales, una vez finalizó la formación y los cadetes salieron con sus pasos firmes, camina entre los asistentes con su gorra de plato, que le oculta los ojos.
“Han hecho un periplo muy satisfactorio navegando por toda Suramérica –dice con orgullo Soltau–. Están dirigidas por extraordinarias oficiales y demostraron en su entrenamiento todas las opciones para convertirse en futuras oficiales, oficiales que necesitamos siempre capaces, siempre valientes, siempre dispuestas a trabajar y a dar la vida por los colombianos”.
La inclusión de mujeres en el buque empezó en 1999, cuando el total de la tripulación femenina era solo del 4 por ciento; a partir de 2005 pasó a un 10 por ciento con un máximo de 14 cadetes y dos oficiales, es decir, un total de 16 mujeres. Eso hasta este año, cuando de los 134 tripulantes, 58 son mujeres, de las cuales 51 son cadetes.
Precisamente son esas cadetes las que llegaron la mañana del sábado 21 de julio y realizaron la misma maniobra que hacía cuatro días hicieron de noche –subir en alto–. Las mujeres, como cristos, se elevaron en las vergas del buque, con camisetas amarillas, azules y rojas, convirtiéndose ellas también en velas de la insignia nacional y de la Armada.
Aparecieron allí montadas en el horizonte con la luz de la mañana. Pequeñas embarcaciones, como cucarrones acuáticos, se fueron acercando y despidieron chorros de agua para saludar a las tripulaciones. Desde las orillas, los civiles mecían las manos imitando los chorros. Uno tras otro, fueron apareciendo los buques de Argentina, Perú, Brasil, México, Chile, Uruguay, Honduras, Estados Unidos y Portugal.
Los días que siguieron fueron de fiesta en la ciudad amurallada entre el 21 y el 26 de julio. El Sail 2018 se convirtió en el centro de atención de los turistas y de los mismos cartageneros, quienes pudieron entrar en las embarcaciones, conocer a los tripulantes y sus culturas. Además, este festival de buques escuela de naciones es una travesía para enseñar a los cadetes que, como dice el comandante del Gloria, “el mar es más hermoso que como lo describen los poetas. Nos trata a todos por igual”.
El jueves pasado zarparon otra vez. Una cadete subió a lo más alto del palo mayor. Ellas continuarán su viaje, seguirán aumentando el total de millas navegadas: 841.732; visitarán más puertos: 190 en 77 países hasta ahora; cruzarán el meridiano 180: ya son 12 veces; la línea del ecuador: 44 veces, y el meridiano 0: 42 veces. Volverán a darle la vuelta al mundo: la próxima será la tercera, y tendrá más mujeres.
SIMÓN GRANJA MATÍAS
Redacción Domingo
EL TIEMPO
Simón Granja
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