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Las 26 manos que pintaron el mural de la dignidad

La obra representa a las mujeres que fueron víctimas de violencia sexual, pero que han salido adelante con mucho esfuerzo.

La obra representa a las mujeres que fueron víctimas de violencia sexual, pero que han salido adelante con mucho esfuerzo.

Foto:Carlos Ortega/EL TIEMPO

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No es hora de callar

Vianey y doce sobrevivientes de violencia sexual inauguraron obra colectiva en el corazón de Tumaco.

Laura Robles
Llegar al Aeropuerto El Dorado se puede lograr en una media hora durante la madrugada. A algunos les tomará más tiempo debido a la distancia, pero en ese momento del día es rápido porque el acostumbrado tráfico bogotano, que ya parece ser patrimonio de la ciudad, no está.
El artista debió calcular esos 30 minutos de camino, más una hora para bañarse y arreglarse. Conclusión: se despertó a eso de las 2:30 a. m. de ese lunes para poder llegar a tiempo y embarcarse a las 6:00 a. m. en el avión de Satena, tan estrecho en comparación con los que toma cuando sale de Nueva York (donde vive), a alguna ciudad de Latinoamérica o Europa, donde expone su obra. El artista se llama Vianey y no es estadounidense, sus raíces están en Villavicencio. Dice que nació dentro de una familia llanera humilde. Sin embargo, su acento no lo delata, parece de ninguna parte.
Cuando la periodista Jineth Bedoya Lima, líder de la campaña No Es Hora De Callar, lo llamó para invitarlo a hacer un mural en Tumaco, su primera pregunta fue dónde quedaba eso. Más de 20 años viviendo en el país norteamericano lo han obligado a seguir lo que ocurre en esta tierra desde una pantalla.
Sabe de la violencia que ha azotado a Colombia y de cómo maltratan, abusan y asesinan a las mujeres, pero desde una prudente distancia. Cuando dejó el país para irse a estudiar inglés era apenas un menor de edad que soñaba con ser actor o pintor y que intuía que ese idioma sería la llave maestra para abrir las puertas que lo llevarían a cumplir alguno de sus dos objetivos.

¿Dónde queda eso?, se preguntó Vianey cuando lo invitaron a Tumaco

Su vida la ha hecho allá. Todo lo que ha querido, lo ha logrado allá. No se siente culpable al aceptar que no conoce todo el territorio nacional. Sin importar dónde quedaba ese tal Tumaco, le dijo sí al ofrecimiento cuando supo que esa obra que iba a dejar en el Pacífico sur colombiano, era un regalo para las mujeres sobrevivientes de violencia sexual.
El viaje no empezó muy bien. Con más de una hora de retraso por mal tiempo despegó el avión que, tras casi dos horas de trayecto, sobrevoló Tumaco en círculos. “No hay visibilidad. Debemos aterrizar en Cali”, advirtió el piloto. Catalina Barragán, quien es voluntaria y tallerista dentro del Proyecto Tumaco, les dijo a Vianey y a los cuatro reporteros acompañantes que el clima no pintaba mejor para el resto de la semana que iban a estar en la zona.
Hacia las 2:00 p. m. lograron embarcarse todos en otro avión que esta vez sí logró pisar tierras nariñenses, donde los esperaba Jineth, la anfitriona. Pero el aguacero no cesó en ningún momento y ese día de trabajo se perdió. Toda la noche llovió y el resultado fue charcos y pequeñas inundaciones en la población, donde vivir en una calle pavimentada es casi un lujo.
"Esta experiencia me volvió más sensible como artista y creo que eso lo transmití en el mural", aseguró Vianey.

"Esta experiencia me volvió más sensible como artista y creo que eso lo transmití en el mural", aseguró Vianey.

Foto:Carlos Ortega/EL TIEMPO

Vianey y Catalina madrugaron el martes a escoger las pinturas, brochas y rodillos para hacer el mural. Los colores elegidos fueron blanco, negro, azul, rojo y amarillo. La imagen a plasmar, una mujer con dos rostros: la mitad de su cara estaba sonriente y con el ojo bien abierto, mientras que la otra tenía la mirada caída y una expresión de tristeza en su boca. El lienzo fue una pared de una de las principales vías de Tumaco donde ya estaban pintados otros murales.
La colorida calle, que sería la oficina del artista plástico por esos días, resultó ser un contraste con el lugar, donde la sal del mar todo se lo come. Los carros, las puertas, la madera y las fachadas de las casas. Entre la incesante melodía de pitos de motos, principal medio de transporte del municipio, Vianey desdobló un plástico para cubrirse del agua que a estas alturas seguía cayendo. “¿Cuántas horas lleva lloviendo sin parar?, ¿doce? Me da miedo que el muro no se seque”, dijo preocupado.
Sobre la pared de unos diez metros de longitud que le asignaron al llanero hay una casa sin repellar, donde vive un hombre de la Costa Caribe que prestó unos ladrillos para pisar el impermeable que cubriría la obra. Catalina y un par de reporteros armaron una especie de techo que ellos mismos sostenían, mientras Vianey hacía el bosquejo de la mujer. Un trapo mojado con el agua de lluvia que se encharcaba en el suelo resultó ser el mejor borrador para ese dibujo a gran escala.
Este es el segundo mural que Vianey hace en el país.

Este es el segundo mural que Vianey hace en el país.

Foto:Carlos Ortega/EL TIEMPO

Contra todo pronóstico del Ideam y de los celulares inteligentes que muestran la proyección del clima para los siguientes ocho días, la lluvia paró y así se mantendría por el resto de la semana. Los ‘chinomáticos’, como se llama coloquialmente a las personas que cumplen la tarea que fácilmente podría hacer una máquina, pudieron dejar de sostener el plástico como si fueran columnas y Vianey siguió su trabajo a la luz del sol, que se asomaba tímidamente.
De vez en cuando, los curiosos motociclistas paraban y se quedaban viendo por algunos minutos al hombre serio, alto, delgado y de gafas, vestido completamente de negro, pero calzado con unos tenis amarillos, que trazaba y borraba garabatos imperceptibles a esa distancia.
Vianey rompía su silencio cada cierto tiempo para pedir opiniones a sus acompañantes. “¿Cómo ves las proporciones? Hago un tocado en su cabeza mejor, ¿cierto? Es que el dibujo que pienso hacer es muy alto, pero la pared es ancha, así que debo extenderlo hacia los lados”. Así fue como modificó su idea inicial y adornó la cabeza de la mujer con un sombrero ancho y lleno de lunares.
Una vez finalizados los trazos guías, tomó la brocha y fue deslizándola con sumo cuidado sobre el muro. Primero pintó los ojos, tan diferentes entre sí. Uno lo adornó con grandes y paradas pestañas, mientras al otro le hizo generosos pliegues de piel arriba y abajo. Mezcló los colores amarillo y rojo y le salió uno naranja parecido al óxido. Con brochazos cortos, bruscos y sin orden fue rellenando la mitad izquierda del rostro. Solo se salvó la pupila.
Vianey viajó desde Nueva York hasta Tumaco para hacer parte de este proyecto de No Es Hora De Callar.

Vianey viajó desde Nueva York hasta Tumaco para hacer parte de este proyecto de No Es Hora De Callar.

Foto:Carlos Ortega/EL TIEMPO

La otra mitad conservó el blanco inicial. Una línea negra y recta trazada a lápiz separaba ambas expresiones. Solo la boca, roja y compuesta por dos líneas paralelas pero diferentes, atravesaba las dos caras. Vianey bañó un rodillo grande en pintura roja y dio una primera capa a la pared de fondo del dibujo. Acto seguido, hizo círculos en el sombrero con recipientes de diferentes tamaños y rellenó el resto del accesorio con pintura azul.
El hambre y los nervios de conocer a las mujeres que inspiraron el mural comenzaron a hacer estragos y, tras toda una mañana de trabajo, el artista pausó su obra y tomó un taxi para ir a almorzar con Magnolia, Laura, Paola, Ángela, Ruthbelly, Luz Dary, Angélica, Patricia, María Gleysi, Maritza, Sonia y Dalia.
Por fin las vio. Las encontró comiendo pescado. Todas tan diferentes: jóvenes y de la tercera edad, caderonas y menudas, con trenzas y con su afro al natural, negras y mestizas. Ahí entendió que la violencia machista no tiene cara ni preferencia. Que azota a todo el mundo por igual y que la víctima puede ser cualquiera.
Ellas, a su vez, se metieron en la cabeza que valen tanto, que un artista plástico llegó desde Nueva York con su ‘cool art’, como llama el movimiento que creó, para mostrarles que, como él, tienen derecho a soñar y materializar lo inimaginable, siempre que haya un plan claro y disciplina.
Después de los saludos y los abrazos, Vianey invitó a las mujeres a dejar su marca en el mural. En un bus salieron juntos hacia la calle donde está la pared y, al llegar, a cada una le dio algo para pintar. Poco a poco la obra se iba perfeccionando a punta de delineados, segundas capas de pintura, detalles y brochazos. “Yo soy quien hago la corrección del mural”, aseguró Angélica entre risas. “También soy autora intelectual, porque el señor me encargó que lo ayudara a pintar bien los detalles que van en blanco”, remató.
Las doce mujeres hicieron su aporte en la creación del mural.

Las doce mujeres hicieron su aporte en la creación del mural.

Foto:Carlos Ortega/EL TIEMPO

Ayudadas de butacos llegaron a las partes más altas donde no alcanzaban por su estatura y, al caer la tarde, los colores se veían más vivos que cuando ellas llegaron. Para celebrar la jornada, organizaron para el día siguiente un pusandao, una especie de sancocho tumaqueño de carne serrana, pollo y huevo. Junto a Jineth organizaron paso a paso la comida. Maritza puso la casa, Luz Dary llevó el equipo de sonido, Sonia se comprometió a hacer el arroz con coco y las demás asumieron la tarea de llevar las ollas, hacer la lista de compra y preparar la sopa. Una sola no habría podido con esa responsabilidad que se sale de toda logística y presupuesto individual. Todas, aportando lo poco que tenían y organizándose entre ellas, lo lograron.
Para amenizar el sancocho bailable cada uno de los invitados escogió una canción que marcó su vida. Salsa, vallenato, música cristiana y salsa choke sonaron en la calle de Maritza, donde los curiosos vecinos se preguntaban qué era toda esa fiesta en pleno miércoles. “Celebramos la vida y la dignidad”, respondió una de ellas mientras bailaba en medio de la calle de barro inundada del olor a leña que despedía el fogón. Solo el regreso de la lluvia, esta vez débil y ‘espanta bobos’, acabó con la rumba al caer la tarde.
El pusandao se prepara con carne serrana, pollo, huevo, plátano, yuca, papa y otros ingredientes.

El pusandao se prepara con carne serrana, pollo, huevo, plátano, yuca, papa y otros ingredientes.

Foto:Carlos Ortega/EL TIEMPO

Aún faltaba mucho trabajo en el mural para ser entregado el viernes, Día del Periodista, que este año lo iban a celebrar las mujeres de Tumaco junto a reporteros de medios como The New York Times, El Tiempo, Noticias Uno, Discovery Channel, El Espectador, Canal Capital, El País de España, El Colombiano y varios regionales. A pulso se ganaron un espacio en la conmemoración, pues llevaban meses trabajando en videos con historias de sus calles. No necesitaron más que guías y un celular para contar la cotidianidad. Lograron trabajos periodísticos, de esos que mueven fibras, sin necesidad de trabajar en un medio de comunicación, tener un editor jefe o contar con equipos profesionales.
El último día de trabajo, Vianey se llevó a Laura, Ruthbelly, Angélica y Ángela para hacer los últimos trazos a toda máquina. Cada pintura salida del margen, hueco sin rellenar y detalle por terminar fue corregido por las mujeres mientras Vianey plasmaba los sellos característicos de su obra y escribía el lema de este viaje: ¡No Es Hora De Callar!
Laura, Ruthbelly, Angélica y Ángela dieron los últimos detalles a la pared antes de ser entregada a la población de Tumaco.

Laura, Ruthbelly, Angélica y Ángela dieron los últimos detalles a la pared antes de ser entregada a la población de Tumaco.

Foto:Carlos Ortega/EL TIEMPO

El trabajo finalizado resultó diferente a todos los murales de la calle, cargados de elementos y llenos de dibujos alusivos a Tumaco. La pared de Vianey y las mujeres, por el contrario, contiene puro simbolismo. “El mural expresa todo lo que hemos sentido nosotras: tristeza y alegría. Yo era una mujer que antes de conocer a Jineth y a todos sus amigos tenía mi autoestima muy baja. Evolucioné y ahora soy auténticamente alegre”, aseguró doña Ángela, concentrada en recoger los materiales usados.
El viernes, tras mostrar su trabajo frente a sus colegas periodistas y los embajadores de Canadá y Reino Unido, Marcel Lebleu y Peter Tibber, los llevaron a todos a ver el mural terminado. Dos acompañantes tenían un valor muy importante para ellas, Claudia Morales, con quien comparten la valentía de contar lo que les pasó, y Mabel Lara, a quien ellas ven como inspiración pura. Mujer, negra, libre y exitosa que logró un espacio en la televisión nacional. La que al narrar noticias a través de la pantalla les dice entre líneas que sí se puede cumplir sueños, que tienen derecho a imaginar un futuro diferente a lo que les ha tocado vivir.
Mabel Lara acompañó a las mujeres de Tumaco a la inauguración del mural frente a la población y las autoridades locales.

Mabel Lara acompañó a las mujeres de Tumaco a la inauguración del mural frente a la población y las autoridades locales.

Foto:car

Con orgullo entregaron a la ciudadanía la obra que pintaron junto a Vianey y que ahora, además de periodistas, las graduó de artistas. En tal inauguración, donde ellas llevaron a sus ídolos, se invirtieron los papeles.
“No siento más que admiración y profundo respeto por sus historias de vida y su valentía en medio de la pobreza. Son mujeres que saben que la violencia las ha tocado, pero decidieron no dejarse amedrentar”, confesó Mabel con total emoción. Agregó que “por más que ellas han sido pisoteadas, ultrajadas y golpeadas, hay algo que no les han podido quitar. Son mujeres DIGNAS, con mayúsculas, que están saliendo adelante. Muchos dirán que tienen poco o nada, pero poseen lo más importante: se tienen a ellas”.
LAURA ROBLES MUÑOZ
Enviada Especial Tumaco
En Twitter: @LauRobles
Laura Robles
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