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Otras Ciudades

El Carmen, un año después de la tragedia

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Foto:Johannes Duque / Archivo EL TIEMPO

Así es la vida en la vereda de Villavicencio, tras un año del colapso del puente colgante.

Antonio Amar
Una joven mujer abre los brazos completamente y respira profundo aspirando el fresco viento que viene de la montaña. Mientras camina, ella susurra a su acompañante la felicidad que le produce empezar a ascender y disfrutar de la naturaleza, recorriendo la vía que conduce a la parte alta de la vereda El Carmen.
El reloj marca las 6:30 de la mañana del domingo 7 de enero de 2018, un año después de la tragedia que conmocionó a Villavicencio y al país, tras cobrar la vida de nueve personas cuando uno de los dos puentes colgantes del predio La Esmeralda colapsó.
A ese sector se dirige la mujer que acaba de pasar por el pequeño túnel sobre el cual circulan los carros que llegan o van hacia Bogotá. Camina por la estrecha vía marcada por un rústico asfalto que atraviesa las distintas tonalidades del verde de la vegetación que adornan el paisaje.
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Foto:Óscar Bernal / Llano Sie7e Días

Lo primero que se ve a ambos lados de la vía son potreros con cercas de alambre, en donde pastan una veintena de reses. Enseguida está las casas vestidas de distintos colores vivos y frente a ellas, o sobre la vía, los primeros vendedores de juegos de naranja, mandarina y otros manjares que los caminantes y ciclistas encuentran a lo largo de la travesía.
Al pasar las casas el camino se hace más empinado, la sombra de los árboles se empieza a hacer más tupida, el canto alegre de los pájaros y los rápidos brincos de los micos por entre las ramas de los árboles atraen las miradas de quienes llevan cámaras fotográficas.
La música del suave recorrido del agua que se desliza de la montaña por pequeños senderos que caen al caño Buque, que busca la ciudad, hacen parte del atractivo natural que encuentran los caminantes.
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Foto:Óscar Bernal / Llano Sie7e Días

A mitad del recorrido está el puesto de venta de jugo de naranja y batido preparado por los visitantes en una bicicleta licuadora, que desde hace tres años atiende Juan Diego Arias. Él contó que después de la tragedia mermó demasiado el flujo de gente que sube los fines de semana, especialmente hasta setiembre, después volvió a aumentar pero no es igual que el año pasado.
Más arriba se encuentran los puentes viales sobre dos quebradas, que están cercadas a lado y lado y con avisos para que los caminantes no se metan al agua y la contaminen, pues la misma hace parte de los acueductos de los que se proveen las comunidades del sector y de algunos barrios de la parte alta de la ciudad.
El predio La Esmeralda está cerrado, desde la vía no se alcanzan a ver los puentes colgantes o lo que quedó de ellos. Pero sí un pendón con el aviso de suspensión y un texto que dice: “SOS santuario amenazado por Cormacarena con orden de demolición”.
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Foto:Óscar Bernal / Llano Sie7e Días

Desde allí se escucha música que sale de la sede de la escuela, 100 metros más arriba. Hacía allí se dirigen los caminantes y encuentran a la gente haciendo cola para comprar jugos de naranja y productos naturales de panadería.
Pasos adentro está el mirador desde donde se observan la ciudad y el río Guatiquía en su esplendor y en un polideportivo un instructor orienta una práctica de aeróbicos a unas treinta personas.
En la escuela de la vereda El Carmen el responsable es Milton Hernández, que, a su vez, es el vicepresidente de la junta de acción comunal, quien contó que allí venden 42 productos de panadería, jugos, extractos y batidos naturales.
Hernández dice que después de la tragedia la gente se fue para otros sitios y afectó aún más un derrumbe que se llevó parte de la banca de la vía y fracturó un puente, con el agravante de que el municipio anunció que los arreglos duraban dos meses y tardaron siete.
Aseguró que el predio La Esmeralda tenía sus propios atractivos como el balneario con las piscinas para baño y los puentes colgantes, diferente al establecimiento suyo que es para hacer deporte, comer sano y disfrutar de la panorámica de la ciudad.
Acá cualquier persona puede entrar al mirador gratis y hacer ejercicio en el polideportivo de gimnasia dirigida, aeróbicos, zumba, con servicio de baños, también sin ningún valor.
Patricia Puentes es uno de los centenares de ciudadanos que disfrutan de ascender caminado la vereda El Carmen. Dice que vive en Bogotá y cada dos o tres meses que viene a Villavicencio “me encanta venir a hacer deporte y desestresarme, es fabuloso”, y mientras observa la panorámica de la ciudad abre los brazos complemente y respira el fresco aire de la montaña.
REDACCIÓN LLANO SIE7E DÍAS
Antonio Amar
icono el tiempo

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