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Barranquilla

La piloto que desde lo alto está siempre pendiente de la familia

La mayor Ana López, su hijo Santiago y su esposo Jorge Jaramillo, quienes la apoyan siempre como piloto y reciben su amor de madre y esposa.

La mayor Ana López, su hijo Santiago y su esposo Jorge Jaramillo, quienes la apoyan siempre como piloto y reciben su amor de madre y esposa.

Foto:Vanexa

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En el Día de las Madres resaltamos la historia de la mayor de la FAC, Ana Cristina López Urrego.  

Andrés Artuz
Mientras muchas madres están reunidas con sus familias festejando su día, puede que Ana Cristina López Urrego esté volando un avión casa C 95 Bandeirante, a 20.000 pies de altura de su familia.
La mayoría de las personas sueñan con ser médicos, arquitectos, ingenieros, etc., porque eso es lo que “realmente da plata”, dicen muchos padres. Sin embargo, hay quienes rompen con esa creencia. Apuntan a lo que les apasiona, y sin pensar en el dinero: triunfan.
Es el caso de la mayor Ana Cristina, una piloto antioqueña que encontró en el aire su felicidad y la de su familia. Cuenta que su primer contacto con la Fuerza Aérea Colombiana (FAC)fue en su colegio cuando cursaba el grado décimo. Esta institución llegó a su aula para promocionarse y bastó la explicación de tres puntos para saber que su vida la dedicaría a ser piloto. El hecho de que es una carrera profesional que además le permitiría ejercitarse recibiendo cursos de aviación, la enganchó de inmediato.
Cuando llegó a la FAC se encontró con que había solo 20 mujeres frente a 100 hombres. Esto significaba que la competencia iba a estar muy dura porque el estar ahí era algo para varones. Sin embargo, la piloto sostiene que ganó el respeto de sus compañeros y que ahora son buenos amigos.
 
“Gracias a Dios acerté y no me arrepiento de la carrera que hice y que, sin ninguna duda, sigo haciendo porque cada día se aprenden muchas cosas. A partir de ahí he subido muchos peldaños como cada uno de ellos”, dijo.
Cuando no está en la casa, la piloto Ana López puede estar a 20.000 pies de altura de su familia.

Cuando no está en la casa, la piloto Ana López puede estar a 20.000 pies de altura de su familia.

Foto:Vanexa Romero /EL TIEMPO

Y su rol de madre

Si bien es muy exigente ser piloto, para Ana esto no le impide cumplir con un rol mucho más importante: el de ser madre.
“Normalmente me levanto a las 5 de la mañana. Despierto a mis hijos, los baño, los cambio, les doy su desayuno y los despacho a las 5:45 para el colegio. Hago lo que toda mamá debe hacer por sus hijos. Cuidarlos y atenderlos”, explica.
Por lo general, la oficial trata de regresar al mediodía a su casa para poder ver a sus hijos y ayudarlos con sus tareas del colegio y si no puede, los llama y les da a las instrucciones en lo que necesiten.
“Pero lo más importante es que ellos se comportan como grandes y me han ayudado también a ejercer estos dos roles: madre y piloto”, afirma.
Ana, muy orgullosa, confiesa que fue toda una fortuna encontrarse con, Jorge Arturo Jaramillo, su esposo y Comandante del Grupo de Combate número 31.
“Es un excelente esposo, con la ayuda de él he podido combinar estas dos cosas que se vuelven algo difícil. El ser mamá, para mí fue un complemento en mi vida, pero en muchas ocasiones no podía estar con mis hijos, y él estaba ahí. Hasta que tuve mis hijos me di cuenta de que me hacía falta eso”, comenta.
Jorge Arturo expresa que ha sido un sacrificio muy grande que Ana y la familia ha hecho para que ella haya podido desempeñarse como piloto y militar. “No es fácil para una mujer estar en una institución militar y mucho más difícil desempeñarse como piloto. Porque de verdad, se requiere mucho sacrificio, mucha entrega y valentía”, declara.
A su vez, su hijo Santiago, dice que quiere ser piloto como la mamá, “aunque el avión sea un poquito grande”, añade.
La mayor explica que como sus dos hijos nacieron en este medio y porque han volado con ella, ya lo ven normal. “En el colegio, ellos dicen mi papá y mi mamá son pilotos”.

El ser mamá, para mí fue un complemento en mi vida, pero en muchas ocasiones no podía estar con mis hijos, y mi esposo estaba ahí

No se cambia por nadie

Ana explica que se siente muy relajada al volar, y siente tener el poder sobre la máquina. “El hecho de volar cambia la vida. Conoce uno un mundo diferente. Es muy satisfactorio, relajante y apasionante”, admite.
Pero lo que siempre recuerda es cuando la Fuerza Aérea me da la oportunidad de volar el casa C 295, un avión multimisión. “Entonces me encantó llevar tropas. Saber que a uno lo aplauden no cuando aterriza sino cuando uno saca a la gente del área. Es muy satisfactorio que la gente te agradezca. Es para eso que estamos los pilotos: para servirle a un país”.
Heiner Durán Arcia
Especial para EL TIEMPO
Barranquilla.
Andrés Artuz
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