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Bogotá

Una buena semana / Voy y vuelvo

La Cumbre Mundial de Jóvenes mostró la cara más amable de Bogotá.

La Cumbre Mundial de Jóvenes mostró la cara más amable de Bogotá.

Foto:Rodrigo Sepúlveda / EL TIEMPO

Qué gran espectáculo el que se vivió con la presencia de miles de jóvenes de todo el mundo.

Si la Selección de fútbol no hubiera perdido, esta habría sido una semana redonda para Bogotá. Anímicamente hablando, digo.
Hacía años que nuestra capital no relucía tanto gracias al cúmulo de eventos que tienen lugar en su suelo y por las decisiones que permiten avizorar una ciudad más cosmopolita hacia el futuro. Quizás muchos no coincidan con esta sensación, y lo respeto. Sobre todo si viene de gente sensata y de ciudadanos que creen que hay otras prioridades. Pero no de los políticos en campaña que, como tantas veces he repetido, vienen usando la capital como caballito de batalla para sus causas electoreras. Ni siquiera se sonrojan a la hora de criticar el metro elevado sin mirar el rabo de paja exhibido por sus partidos en el pasado, cuando la ciudad fue saqueada.
Pero no me voy a amargar con eso. Sigo lo que aconseja el Papa: “No pierdas la paz por la cizaña”.
Volviendo al tema, qué gran espectáculo el que se vivió con la presencia de miles de jóvenes de todo el mundo en su cumbre mundial. Un evento que no solo mostró la cara más amable de Bogotá sino que sirvió de escenario para que los muchachos de 196 países exhibieran sus casos de éxito en procura de un mundo mejor. Y lo hicieron en la plaza, en el parque y en el centro de convenciones Ágora, una monumental estructura que se estrenó en el sector de Corferias y nos puso al nivel de los mejores centros de convenciones de América Latina.
La Cumbre Mundial de Jóvenes coincidió con el arribo y el superconcierto de la banda U2, una de las más representativas del mundo. Y se avecina Bruno Mars. Eso en cuanto a espectáculos.
Pero también hubo noticias para lo que será el devenir de Bogotá. Al anuncio de los recursos para el metro por parte del Gobierno y la aprobación que muy seguramente haga el Concejo a las vigencias futuras, se sumó el compromiso definitivo de Alcaldía, CAR y Gobernación para descontaminar el río Bogotá, un anhelo tan viejo como el mismo metro. Raro que los ambientalistas o quienes posan de ello no hayan destacado semejante noticia, ¿les parece poca cosa? Y conste que no es cizaña sino pura extrañeza.
A lo anterior hay que sumarle el cupo de deuda que sacó adelante el Concejo para ver si por fin se terminan medio centenar de obras que nunca se hicieron –como el TransMilenio por la 7.ª– o que se hicieron a medias y hoy están convertidas en elefantes blancos, como la sede de la Policía en el Salitre (otra herencia del Polo, sin cizaña, pura realidad); la rehabilitación del ‘Bronx’, la nueva sede para el Sena en el centro o las avenidas que vienen para el sur de Bogotá.
Algunos se burlaban esta semana por aquello de que en el futuro iba a ser posible navegar por el río. Y aunque se entiende el escepticismo, yo, por el contrario, creo que cuando se trata de proyectar nuestra ciudad hay que hacerlo en grande. Por muy pequeño que sea un proyecto o una idea, hay que hablar de ello como lo más significativo que nos puede pasar. “No vuelen rasero, vuelen alto”, también recomendaba Francisco.
Yo me empeño en ser optimista, aunque soy consciente de que la madera de la que están hechos muchos ciudadanos es de indiferencia. Cuesta creer que todo pueda ser posible, y los entiendo. Como lo he trinado muchas veces: en Bogotá solía ser más fácil hacer populismo que obras. Y tampoco es cizaña, los hechos no dejan mentir. Los megaeventos de nuestra capital confirman que tenemos gente capaz que le apuesta a hacer de Bogotá no una ciudad más en la constelación de las grandes urbes, sino una ciudad en la que es posible soñar con ambición y hacer realidad cualquier empresa.
Ahora, si Colombia hubiera jugado en Bogotá, hasta hubiéramos redondeado esta magnífica semana con un triunfo de la Selección. Pero prefirió a Barranquilla... Esto sí es cizaña pura.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
erncor@eltiempo.com
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