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Bogotá

Un sargento del Ejército le quitó la alegría a la familia Vargas

Familiares y amigos se reunieron ayer para celebrar una misa, tras nueve noches de la tragedia.

Familiares y amigos se reunieron ayer para celebrar una misa, tras nueve noches de la tragedia.

Foto:óscar Murillo Mojica

Un suboficial asesinó el 13 de octubre a Juan David, dentro de las instalaciones de un batallón.

Juan David Vargas Ramírez iba a ser abogado. Trabajaba de día como agente de cobranzas senior y en la noche estudiaba, tenía 27 años. El día que lo mataron (viernes 13 de octubre de 2017) no tuvo clase, por eso decidió ir a encontrarse con un familiar y unos conocidos en el batallón de artillería Fernando Landazábal Reyes, del Ejército Nacional, en el que años atrás prestó servicio militar. Era tercer contingente del 2008.
En el casino de esta guarnición, sobre las 8 p. m., la muerte, vestida de camuflado, lo encontró. Un suboficial del Ejército no medió palabra y le atravesó el corazón con un puñal que habría sacado instantes antes de su carro, en medio de confusos hechos que las autoridades y la familia de Juan todavía están tratando de develar.
Este joven era el hijo menor de un matrimonio que acaba de cumplir 46 años. Era el niño consentido, pese a su edad. Llegó después de sus tres hermanas para convertirse en el centro de atención y se marchó antes que ellas, dejando un gran dolor.
“Él le alegraba la vida a todo el mundo, tenía la chispa para arreglarnos el rato, por más mal que estuviéramos. Nunca hubo peleas, maltratos; fue un muchacho que amó tanto a sus padres como a sus hermanas y a sus sobrinos”, relató entre lágrimas Lina Vargas, una de ellas.
Juan David, que nació en Manizales, también era un gran bailarín. La última canción que bailó fue El paraguas, un pasodoble. Lo hizo en el casino del batallón, a pocos metros y minutos de donde murió.
El grupo de personas que estaba en el sitio aplaudió los pasos de la última coreografía de Juan David, pero ninguno de ellos (salvo dos soldados que llegaron al lugar) lo socorrieron minutos después, cuando se desangraba en el piso.
Tras bailar, Juan salió del casino a fumarse un cigarrillo; allí se habría encontrado con su agresor, quien, tras un cruce de palabras, lo atacó directo al corazón. Esto lo denunció su hermana.
También, según dijo, la enfermería del batallón estaba cerrada cuando llevaron a Juan. “Después de las 7 p. m., pues que se muera el que sea, no tienen servicio ni siquiera de un médico o un enfermero y las puertas cerradas hasta con cadenas”, contó Lina.
Ante la falta de auxilio en la guarnición militar, en un carro de un familiar y en compañía de los dos cursos Juan fue llevado al hospital Tunjuelito, ubicado cerca del lugar. Después de 20 minutos en la clínica, la noticia: murió.
Hasta este centro asistencial llegaron Ruby y Rafael, sus padres, sus otras hermanas y sus seis sobrinos, con la esperanza de que todo se tratara de una noticia falsa.
Habiendo resignado las posibilidades de vida de Juan David, los Vargas iniciaron de inmediato una lucha por la justicia. El militar que presuntamente había asesinado a Juan salió del batallón en su carro justo antes que su víctima, sin que nadie opusiera resistencia y pese a los distintos testigos del hecho. Estaba libre y en su vehículo.
Este hombre se dirigió a la Clínica Militar, donde lo atendieron por una cortada en su rostro. Al otro día, en un comunicado de prensa, el Ejército Nacional lamentó los hechos y aseguró que se iniciarían las investigaciones pertinentes.
Trece días después, la oficina de prensa del Ejército confirmó que este hombre fue expulsado de sus filas “porque su accionar no corresponde a los principios de las Fuerzas Militares”, y, también, que fue puesto a disposición de las autoridades.
Precisamente el pasado miércoles, hasta la Fiscalía 326 local piloto de la unidad de vida se acercó el exintegrante de la Fuerza Pública para responder por sus actos. Pese a que la diligencia no se completó, se espera que este jueves, a las 8 a. m., se conozca la suerte judicial de este hombre, quien aceptaría los cargos.
Pese a que la familia Vargas confía en que la justicia terrenal opere, también se aferran a la divina. Un grupo de amigos, familiares y conocidos se reunió para rezar la novena tras cumplirse las nueve noches de su muerte y le pidieron a Dios para este crimen no quede impune.
Con las siguientes palabras, pronunciadas el día del sepelio de Juan David, su familia quiso hacer un homenaje a la persona que les llenaba de alegría la vida:
“Cómo olvidar los tintos en la cama, las excesivas bronceadas al sol de playa, la brisa y el mar, el sueño de ser uno de los mejores abogados de Colombia, los planes que teníamos para nuestras próximas vacaciones y tantas cosas que por desgracia no se repetirán. Es muy difícil de aceptar, pero, como sabes, somos una familia que nació y creció en la fe del Señor y, por eso, con mucha resignación, vamos a aceptar su voluntad y a pedirle que nos dé a todos la fortaleza necesaria para seguir adelante y que sea Él, con su justicia divina, quien se encargue del miserable que apagó tu vida y destrozó nuestra familia, dejándonos mutilados”.
ÓSCAR MURILLO MOJICA
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