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Bogotá

Con una huerta orgánica resocializan a jóvenes infractores en Bogotá

Huerta orgánica en centro penitenciario La Esmeralda, en el sur de Bogotá.

Huerta orgánica en centro penitenciario La Esmeralda, en el sur de Bogotá.

Foto:Michael Cruz / EL TIEMPO

Son 40 menores que participan en el cultivo. Sus productos se comercializarán en restaurantes.

Michael Cruz
El morado de la lechuga crespa se combina con el verde del perejil. La rúgula, la espinaca enana y otra diversidad de hortalizas están sembradas sobre una estructura triangular de tubos, que conforma el invernadero de la huerta orgánica del centro de reeducación juvenil La Esmeralda, ubicado en El Redentor.
Este lugar, ubicado en el sur de la capital, es conocido porque allí llegan jóvenes que han cometido una contravención a la convivencia y por eso han sido vinculados al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes. En La Esmeralda, por ejemplo, se concentran las niñas y jóvenes y ellas participan desde diciembre del espacio de cultivo.
Cerca de 40 menores pasan dos veces por semana a revisar la huerta. Allí reciben capacitaciones en agricultura urbana, y bajo el gran invernadero de este centro se crearon cuatro frentes de cultivo, uno para cada grupo en los que está organizado el centro de La Esmeralda.
Según Ómar Cabrera, defensor de familia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), allí se dividen las menores por su edad: un grupo para las que están en internamiento preventivo (para sanciones cortas) y otro para aquellas que ya ingresaron al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (cuyas penas son más largas).
El complejo de cultivo que se instaló allí es hidropónico, es decir, no se necesita el riego ni sembrar abono sobre la tierra, sino que las plántulas se siembran sobre unos tubos, que están conectados a una conexión de mangueras. A través de una bomba se impulsa el agua con nutrientes que se reparte a todas las plantas.
Ana* es una de las jóvenes que lideran el proceso y es de las más comprometidas. Cada vez que habla de la siembra le brillan los ojos. “Nuestras clases son los lunes y los viernes. Yo llego en la mañana y me pongo a podar las plantas, a mirar si les dio piojillo o algún hongo y a mirar que los nutrientes que le aplicamos al agua estén balanceados”, dijo.
Como son menores de edad no pueden comentar por qué llegaron allí, pero recalca una cosa: “Aquí vengo cada vez que estoy alterada, cada vez que necesito relajarme o que estoy pensando en cosas que no debería pensar. Las plantas me hacen olvidarlo, y me tranquilizan. Es como una terapia”, recuerda la joven.

Aquí vengo cada vez que estoy alterada, cada vez que necesito relajarme o que estoy pensando en cosas que no debería pensar

Asegura que es la primera vez que le tienden la mano, que no la dejan sola y que le brindan la oportunidad de aprender algo que podrá aplicar en su vida. “Por diferentes vivencias que uno tiene se le acaba la visión del mundo, y aquí la recuperé. Uno comienza a proyectar cosas para cuando salga de acá. Yo estoy aprendiendo cosas que luego podré aplicar en mi vida, y además salgo de aquí con un certificado”, recuerda Sara*, otra de las jóvenes más aplicadas en la huerta.
“Fue algo inexplicable el momento en que vimos que las plántulas, que no medían más de 10 centímetros cuando las trajeron, comenzaron a crecer. En cuatro semanas, por ejemplo, salieron las lechugas, eso fue rápido”, comentó la joven.

Acercamientos

En el centro La Esmeralda, que tiene a su cargo el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), las jóvenes reciben las clases del sistema educativo nacional, como explica Ómar Cabrera, defensor de familia de la entidad. “Pero, además de la educación formal, las menores acceden a talleres de belleza y estética, deportes y de agricultura, entre otros, que las ayudan a formarse en otras áreas”, indicó.
El taller de cultivo, que daba el ICBF desde hace un año, lo tomaban sobre unas camas de tierra que tenían en el centro, por lo que la agricultura urbana no era un tema tan nuevo para ellas.

El proyecto opera en dos sentidos: las forma para la vida y sirve como terapia

Sin embargo, las camas no estaban cubiertas –como sí ocurre en la huerta actual– y las labores de siembra debían frenarse en época de lluvias. Con el invernadero, que instaló la Secretaría de Desarrollo Económico de Bogotá, este proceso se fortaleció.
Para el defensor de menores del ICBF, Ómar Cabrera, el proyecto actúa en dos vías: “como tema pedagógico y como proyecto de vida, formándolos con capacidades que les serán útiles para cuando salgan”.
Las jóvenes de La Esmeralda ya hicieron su primera cosecha y les da alegría ver que todas las horas que han pasado en este invernadero dieron su fruto. El siguiente paso se los facilita la Secretaría de Desarrollo Económico, quien consolidó una cadena de distribución, que enlaza a restaurantes de alta cocina y reconocidas cadenas de mercado, para vender los alimentos que se producen en esta y en otras 28 unidades productivas, según explicó Juan Miguel Durán, secretario de Desarrollo Económico de la capital.

Los productos se venderán enlazados con otras 28 unidades productivas de la ciudad

“En la zona rural de Bogotá tenemos 28 sistemas de cultivo hidropónico. En la zona urbana hay dos, uno en La Esmeralda y otro en el hogar de niños. Están articulados para poder distribuir sus productos, y en el caso de las menores, el dinero que se recauda les es entregado a sus familias”, recalcó Durán.
Las familias también están contentas porque ven enfocadas a las menores. “Nos ven en otro contexto y en otras situaciones, con más habilidades. Nunca nos habíamos imaginado que yo iba a cultivar”, recalcó Lina*, otra de las beneficiarias del programa.
“Ya uno no sale en el limbo, como pensando en qué voy a hacer cuando salga de aquí. Uno se mantiene ocupado y con muchos proyectos”, concluyó Sara.
* Nombres cambiados por protección de las menores.
MICHAEL CRUZ ROA
Periodista de EL TIEMPO
miccru@eltiempo.com
En Twitter: @M_CruzRoa
Michael Cruz
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