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Bogotá

Mujer deja de vender maíz para tomar fotos en la plaza de Bolívar

Rosa Sánchez practica sus tomas junto a los estudiantes del Rosario.

Rosa Sánchez practica sus tomas junto a los estudiantes del Rosario.

Foto:Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

Por las medidas para reducir las palomas, Rosa Sánchez aprendió fotografía para cambiar de oficio.

Juan Carlos Rojas
A sus 70 años, Rosa Sánchez Rivera fue por primera vez a la universidad. “Nos vemos más tarde, voy para la u”, les dijo a las 7 de la mañana a sus compañeros de trabajo, los mismos con quienes hace tres décadas vende maíz en la plaza de Bolívar para los turistas que vienen a tomarse fotos alimentando a las palomas.
Llegó temprano porque recibe las clases a tres cuadras del sitio donde trabaja. En la Universidad del Rosario la estaban esperando sus múltiples profesores: los estudiantes del curso de periodismo gráfico que dicta el fotógrafo de EL TIEMPO Héctor Fabio Zamora.
Rosa es de Neira, Caldas, pero se crió en Ibagué. Dice que llegó a Bogotá porque “así es la vida”. Su primer trabajo en la capital fue en un restaurante en la terminal de transportes, en donde, entre cocinar y lavar ollas, hacía turnos de hasta 24 horas. “Como ahí hay duchas, me bañaba y seguía trabajando”, cuenta. Luego, un policía le recomendó un hotel en la calle 22 con avenida Caracas, en donde pagaba 2.000 pesos diarios de arriendo por su habitación.
Encontró trabajo en un restaurante cercano, y ahí conoció a su esposo. “Jesús Eduardo trabajaba como ruso (obrero de la construcción) en una obra del barrio y venía a comer al restaurante. Así nos conocimos”, recuerda Rosa.
Luego empezó a vender helados en el paradero de buses de San Victorino. El trabajo era doble. Primero tenía que gritar “¡Juan Rey, La Belleza!”, y cuando se llenaba el vehículo, ella se subía y vendía. Cuando los buses dejaron de parar en San Victorino, Rosa se fue para la plaza de Bolívar con sus helados. Una mujer que vendía maíz le dijo que cambiara de negocio y le regaló su capital semilla: un kilo del grano.
Héctor Fabio, el fotógrafo, es un visitante frecuente de la plaza principal de la ciudad, a donde suele llevar a sus estudiantes para que aprendan a mirar los contrastes de la cotidianidad. Así fue como conoció a Rosa, a quien le compraba maíz para sus ejercicios, hace ya ocho años.
La Alcaldía de Bogotá anunció medidas para controlar la sobrepoblación de palomas en la plaza de Bolívar, las mismas que Rosa alimenta. Las decisiones todavía no se han hecho efectivas. Sin embargo, los vendedores de maíz temen que se prohíba su actividad económica, como ya ocurrió en Medellín.
Cuando Zamora se enteró de que existía la posibilidad de que Rosa no pudiera seguir trabajando en lo mismo que ha hecho por treinta años, le propuso enseñarle a tomar fotos. Ella aceptó. Iría a la universidad.
Héctor Fabio Zamora, fotógrafo, le enseñó a Rosa a tomar fotos. Ahora es su profesor en la universidad a la que asiste a tomar clases.

Héctor Fabio Zamora, fotógrafo, le enseñó a Rosa a tomar fotos. Ahora es su profesor en la universidad a la que asiste a tomar clases.

Foto:EL TIEMPO.

Los estudiantes de periodismo gráfico, una de las materias de los futuros periodistas del Rosario, se emocionaron con la idea y le abrieron las puertas de su salón a la nueva estudiante. Entre todos le enseñaron lo que habían aprendido durante el semestre con Héctor Fabio. Al final decidieron comprarle una cámara. Cada uno puso 50.000 pesos para completar los 600.000 que costó el aparato por el cual Rosa cambió el maíz. Mientras tanto practicaba lo que le enseñaban con las cámaras de algunos de los fotógrafos que trabajan en la plaza de Bolívar.
“Nosotros le enseñamos fotografía, y ella nos enseña a tener don de gentes y berraquera”, dijo Kimberly Vega, una de las estudiantes del curso.
“¿Qué es lo primero que tienes que revisar?”, le pregunta el profe a Rosa. “Que el lente esté completamente limpio y no esté empañado”, contesta ella.
El grupo sale hacia la plaza para que Rosa aprenda en campo cómo enfrentarse a los clientes exigentes. “Tómeme una foto, señora Rosa”, le pide Nora Alba, quien también vende maíz y la conoce desde “los años de Matusalén”, comenta entre risas. “Dicen que loro viejo no aprende a hablar, y eso es una gran mentira”, afirma Nora mientras ve a Rosa tomarles fotos a los estudiantes del Rosario que posan para su lente.
“No me hable porque le queda la boca torcida”, le pide ella a su modelo, quien sostiene una paloma en la mano derecha. La foto le quedó muy blanca (con mucha luz). “Tiene que subirle la velocidad de disparo para que entre menos luz”, le recomienda Daniela, una de sus jóvenes profesoras.
El maíz lo cuida Jesús Eduardo, su esposo, para que ella pueda ir a clase. “Primero la universidad”, le dice él. Sus compañeros estudiantes la animan para que le tome una foto. “¿Cómo la quiere? ¿Plano medio, general o americano?”, le pregunta Rosa a Jesús. “Americano”, responde. Ella se ríe. “Usted qué va a saber qué es eso”.
Cuando presiona el obturador cierra un ojo y saca un poco la lengua. Dice estar infinitamente agradecida con Héctor Fabio y los muchachos del Rosario.
DAVID RIAÑO VALENCIA
Escuela de Periodismo Multimedia De EL TIEMPO
Juan Carlos Rojas
icono el tiempo

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