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Bogotá

Juan y María: una historia de amor que venció todos los límites

Juan Gabriel Díaz y María Consuelo Rincón han estado toda la vida en la localidad de Suba. Actualmente 
se encuentran en el barrio Lisboa. Ella es de Sogamoso, Boyacá, y él, de Bogotá.

Juan Gabriel Díaz y María Consuelo Rincón han estado toda la vida en la localidad de Suba. Actualmente se encuentran en el barrio Lisboa. Ella es de Sogamoso, Boyacá, y él, de Bogotá.

Foto:Juan M. Vargas / EL TIEMPO

Estas dos personas se conocieron, se enamoraron, se casaron y ahora luchan por su gente..

Diana Rincón
Juan Gabriel se levantó de la silla y, despacio, sacó de su abrigo una pequeña caja roja. Puso su muleta a un lado y se arrodilló. Tenía los ojos vidriosos, un micrófono en la mano, 300 personas viéndolo y al amor de su vida, justo al frente, envuelta en lágrimas de felicidad. Llovían aplausos y bendiciones.
“Si me dices que sí, prometo ser tu apoyo, tu amigo, serte fiel y ser tu esposo para toda la vida”, le juró Juan Gabriel Díaz a María Consuelo Rincón. Ella aceptó.
Esta pareja se conoció hace un año y seis meses mientras se disputaban, en unas elecciones, el cargo de consejero local de Suba para las personas en condición de discapacidad. María Consuelo ganó no solo las votaciones, sino el corazón de Gabriel.
“Yo no le gustaba a ella ni ella a mí, porque mi pareja tenía que ser una persona sana, normal, que pudiera trabajar, el complemento que necesitaba. Y ella también quería a un hombre físicamente bien por sus necesidades económicas y corporales; entonces, estábamos cerrados”, recordó este hombre sobre los primeros pasos de un amor inocente que, el sábado 16 de diciembre del 2017, se convirtió en hogar.
Los meses fueron pasando y juntos iniciaron una titánica lucha por defender sus derechos y los de su comunidad, tan maltratada según cuentan. Mientras se conocían y enamoraban, y en compañía de César Salamanca, edil de Suba, promovieron el primer acuerdo local de la ciudad sobre empleabilidad para personas en condición de discapacidad, que exige que el 10 por ciento de los contratistas de Suba sean de esta comunidad.
Una historia de amor que venció las dificultades.

Una historia de amor que venció todos los límites.

Foto:Juan Manuel Vargas

Reproducir Video
Pese a ser exitosos en la lucha por su gente, pocos los apoyaban en la idea de un matrimonio. Era una locura. Él vende minutos y ella comidas rápidas en la localidad de Suba, no tienen casa ni ingresos estables. “De qué van a vivir, de dónde van a sacar para el matrimonio. Usted qué espera al lado de ese muchacho también discapacitado”, le gruñía insistentemente su madre a María Consuelo.
Pero los retos han hecho parte de la vida de Juan y María, y siempre los han superado. Su cuento de amor es agua en el desierto, “él le dio color a mi vida”, sonríe María Consuelo. A ella su condición de discapacidad la sorprendió cuando tenía nueve años. Nació normal. Fue al colegio como cualquiera pero un día faltó el equilibrio. Sus pies empezaron a recogerse y sus manos, como a derretirse. El bullying fue invasivo y la depresión por poco carcome su vida.
“Supuestamente mi diagnóstico es distrofia muscular y nerviosa, pero para esta edad debería estar muy mal físicamente, porque eso va deteriorando la masa muscular y la masa nerviosa”, explicó esta mujer de 38 años quien siempre vivió con su hermano y su madre. “Me hacen mucha falta”, lamenta, pero sostiene que es feliz al lado de Gabriel.
El matrimonio, que se realizó gracias a donaciones de personas solidarias, fue el 16 de diciembre.

El matrimonio, que se realizó gracias a donaciones de personas solidarias, fue el 16 de diciembre.

Foto:Archivo particular

Pese a las dificultades, el amor derrotó los miedos, los reclamos de su familia y hoy, murmulla en su voz delgada y tierna, su vida tiene un propósito y pudo cumplir el sueño de casarse en un lugar campestre y con un vestido blanco. La vida de Juan Gabriel es también un testimonio de superación. A los 7 años inhaló gasolina; a los 10, alcohol; a los 12, marihuana; a los 14, bazuco y a los 16 ya vivía en la calle. Cuenta que su padre era alcohólico y que su madre lo tuvo con apenas 13 años. “Cambió muñecas por un muñeco de verdad”, dice como culpando de esto al infierno que tuvo que vivir en medio de las drogas y la mendicidad.
Narra que dormía de día y caminaba de noche, buscando a quién robar. En una de estas jornada se enfrascó en una pelea que le heredó un par de puñaladas en la columna, que le quitaron la movilidad por completo durante un año.
“Imagínese que quedé postrado en la cama un año, quedé completamente rígido, solo podía mover los ojos. Y sumado al síndrome de abstinencia, porque no podía fumar y yo estaba acostumbrado a hacerlo todos los días, pues fue muy loco para mí, muy duro. Intenté suicidarme tres veces”, recordó Gabriel.
Narra con tristeza que su familia lo dejó solo en una habitación, con apenas la atención básica. En medio de su frustración y sin ningún acompañamiento médico, inició su recuperación a la fuerza. “Dije que quería hacer algo por mi vida y empecé a obligarme a sentarme. Pasaban tres horas, pero lo lograba. Lloraba, gritaba, sudaba del dolor, pero me sentaba. Y si me siento, pues me paro”, sentenció Gabriel.
Y así fue, se puso de pie y empezó a caminar. Él está seguro de que es un milagro de Dios no solo que pueda caminar y que se haya alejado del infierno de las calles, sino conocer a quien desde ahora es su propósito en la vida.

Una boda milagrosa

Las dificultades económicas hacían del sueño de una boda algo muy lejano; sin embargo, un amigo les sugirió hacer un video para solicitar ayuda a través de redes sociales. Ellos accedieron y el milagro sucedió. De un lado llegaron los vestidos; de otro, la comida y la bebida que sobró. Los manteles, la música, el lugar, la vajilla, los fotógrafos.
Cada cosa era donada por personas como Lina Reinoso y Jairo Sánchez, que facilitaron el colegio campestre George Berkeley para la ceremonia, o Ángela Prada, que fue vital para que la boda se llevara a cabo. Estas personas, como Juan y María Consuelo, creyeron que el amor no tiene límites. Nueve días después del matrimonio, Juan y María están viviendo en la casa de la madre de él. En una habitación pequeña. Les hace falta casi todo, pero les sobra fe.
“Espero que este matrimonio sea un testimonio, que inspiremos a otros a creer en el amor, a creer que sí se puede, a vencer los temores. Es más fácil todo eso teniendo las capacidades físicas y financieras, no tengan miedo”, sugirió María Consuelo Rincón, esposa de Gabriel Díaz.
ÓSCAR MURILLO MOJICA
ELTIEMPO
Diana Rincón
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