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Bogotá

El emprendedor colombiano que lleva achiras a Estados Unidos

La familia guarda con recelo el ‘secreto’ de su sabor.

La familia guarda con recelo el ‘secreto’ de su sabor.

Foto:Mauricio León

José Alberto Ramírez pasó de sacar 500 paquetes diarios a tener una empresa que produce 20.000.

Andrea Morante
En la terraza de su casa de Engativá, José Alberto Ramírez realizaba una a una las achiras que durante una década vendió en tiendas de barrio de la capital.
Después de hornearlas, tardaba tres minutos en guardar las unidades en un paquete, que sellaba de manera manual. Para esa fecha no tenía fábrica y solo trabajaba con su esposa.
Hoy, ya tiene acomodado un espacio en la localidad de Fontibón, que cuenta con maquinaria de punta, y que le permite empacar entre 50 y 60 paquetes por minuto.
“Imagínese cómo me cambió la vida”, señaló este emprendedor de 57 años.
En la terraza de su casa, él preparaba la mezcla de sus achiras –Giganteñas, las llamó, por su tierra natal Gigante (Huila)–, amasaba, moldeaba una a una y luego las horneaba. Todo para sacar cerca de 500 paquetes diarios, si trabajaba de 6 de la mañana a 9 de la noche. Ahora tiene una máquina que le corta la masa en 234 achiras por bandeja, y que solo tarda menos de 30 segundos. Todo para que al finalizar el día pueda tener, como máximo, 20.000 paquetes.
Hace un año, la fábrica Achiras Giganteñas funciona en la localidad de Fontibón, con 14 empleados. Antes no había ninguno.

Hace un año, la fábrica Achiras Giganteñas funciona en la localidad de Fontibón, con 14 empleados. Antes no había ninguno.

Foto:Mauricio León / EL TIEMPO

Con estos niveles de producción, no es extraño que hoy pueda distribuir en los más importantes almacenes de cadena del país, y asegura que los pedidos no son pequeños: “En un día llegamos a enviar 12.000 paquetes para una sola superficie”, cuenta el hombre.
Además, en el último semestre, distribuidoras estadounidenses, que trabajan con grandes superficies en el estado de California (EE. UU.), lo han contactado para enviar sus achiras Giganteñas, y los pedidos no son poca cosa: “La solicitud varía, y se acerca a los 100.000 paquetes”, explicó José.
El año pasado estuve trabajando con otro distribuidor. Hasta llegamos a hacer achiras con Chile, para vender en el sur de los Estados Unidos, pero al parecer el distribuidor tuvo problemas y dejó de hacernos pedidos”, contó el emprendedor, quien reconoce que así son los negocios: como montañas rusas.
Achiras

Achiras

Foto:Mauricio León / EL TIEMPO

Pero el camino de José Alberto no siempre fue como el de hoy. Desde muy joven llegó a Bogotá y trabajó en varias empresas. Hace más de 18 años se retiró y se dedicó a hacer arepas paisas, que distribuía en tiendas de barrio.
Con el tiempo le perdí amor a las arepas, porque no me era rentable y tenía que trabajar de domingo a domingo. Incluyendo las festividades de diciembre o Semana Santa”, explicó.
Por eso se le midió a las achiras, para lo que pidió ayuda de amigos de su municipio y comenzó su producción artesanal. Para entonces, no tenía una marca consolidada. Lo que cambió su vida fue el préstamo que le hizo la Secretaría de Desarrollo Económico, para comprar una máquina cortadora: la que le moldea y le da la forma a sus achiras, algo que antes realizaba de manera manual.
Eso fue en el 2015, y para el año pasado, solicitó otro préstamo a la entidad, con el fin de comprar la empacadora, la cual disparó su producción.
Este no fue el único vuelco que tuvo su empresa. José Alberto se unió a la agencia de empleo de Desarrollo Económico, que busca ofertar vacantes formales en empresas de la capital, y desde allí se contrató una parte de los 14 empleados que hoy laboran en su microempresa, que está dirigida en la parte comercial por su hijo Luis Alberto, y en la supervisión de la planta por su hija mayor, Natalia.
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Andrea Morante
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