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Bogotá

Estas son las drogas de colores que amenazan a los jóvenes

Las drogas de diseño no solo se mueven en estratos altos, ya se introdujeron en colegios públicos.

Redacción El Tiempo
Ambos alucinaron, se sintieron importantes, lograron ser parte de un grupo social, luego, como se dice en la jerga de las drogas sintéticas: ‘estallaron’, y a la par, sus vidas. Cuando cayeron en cuenta, todo estaba perdido. Esta es la historia de dos jóvenes de estratos diferentes que sucumbieron a una de las puertas de entrada a la adicción: las drogas sintéticas.
Nicolás, costeño, es médico y comenzó a consumir marihuana a los 17 años cuando estudiaba Medicina en Manizales. David, igual, pero como alumno de décimo en un colegio público de Suba. Ambos llegaron al mundo de las drogas de diseño, como les dicen. (Lea: En Colombia se consumen más drogas sintéticas que cocaína)
Comencemos con Nicolás. Se radicó en la ciudad hace cuatro años, cuando ya era médico, pero, como quería cursar estudios para ser anestesiólogo, viajó muchas veces a la capital, antes de graduarse.
La primera vez que me estallé fue con éxtasis (droga sintética con propiedades estimulantes). Me la regalaron”. Así ocurre. Las entregan en fiestas de música electrónica de manos de un ‘amigo’. Luego, cada pepa puede costar 20.000 o hay promociones de varias por 100.000 o 150.000 pesos.
“Yo no vi ningún riesgo. Había tenido un profesor de farmacología que escribió sobre el uso de los psicotrópicos. Hablaba de forma muy abierta sobre el uso y el abuso de esas sustancias. Yo estaba convencido de que esto no era como la coca, es decir, que una vez terminas, el cuerpo te pide más y más para inhalar”. (Además: Capturados los mayores distribuidores de drogas sintéticas en Bogotá)
Ya en Bogotá, el consumo aumentó. También la necesidad de ingresar a un grupo social de gente ‘linda’, ropa de marca, fiestas electrónicas y bares reconocidos y costosos. En poco tiempo, Nicolás sabía qué era 2C-B, una droga sintética de moda, que lo llevó al pico máximo de excitación. Su efecto dura tres horas y en una sola noche el consumo llega a tres. “La idea es drogarse a las 11:30 p.m para estallar a las 1 a.m y luego, con otra, a las 2 o 2:30 a.m, rematar la fiesta”.
En el otro lado de la ciudad, en Suba, David, de 17 años, veía cómo los jóvenes consumían en los baños de su colegio. Hay variedad: marihuana, perico, Dick. “Es común ver niñas de 12 y 13 años metiendo. Venden la droga en los salones y zonas de descanso. Es normal ver a los niños inhalando las mangas de sus sacos”, contó. Empapan su ropa de químicos con un líquido para limpiar tubos. (Lea: Las drogas sintéticas avanzan y el país no tiene leyes para atajarlas)
En tres meses, pese a su resistencia, David comenzó a consumir. “Mis amigos me dijeron que si no fumaba marihuana era un cobarde, una gallina, terminé haciéndolo, luego fueron pepas”. Las drogas sintéticas dejaron de ser exclusivas de la fiesta de la élite para distribuirse en los colegios públicos de Bogotá.

‘Los dulces’

Fantasma azul, Criptonita, Supermán o Naranja son solo algunos de los nombres con los que se distribuyen . “Hay extranjeras y nacionales. Las primeras cuestan 30.000 pesos, en cambio, las nacionales se consiguen entre 5.000 y 15.000 pesos. La baratas tienen otro contenido”, contó David. Se desconoce de qué clase de componentes químicos están hechas estas drogas, que las hacen más asequibles al público.
¿Quiénes las venden?
Los estudiantes, los expendedores que se ubican a la salida de los colegios, algunos vendedores ambulantes y, por supuesto, en las llamadas chiquitecas o en los bares de la Primera de Mayo en donde les venden hasta Bóxer.
¿Qué síntomas producen las drogas sintéticas?
Mis amigos me decían que los cartones los conseguían en el Bronx y en otras ollas”. Mareo, alucinaciones, colores, ganas de gritar y brincar son solo algunas de las sensaciones que David recuerda con miedo, porque, un día, todo estalló en su cuerpo.
Ese día nos fuimos a un parque y me comí una pepa, me sentí tan mal que me fui para mi casa. Comencé a vomitar, me desmayé y mis papás tuvieron que llevarme a la clínica”. Los padres decepcionados ahora sabían por qué, de un momento a otro, el joven había descuidado sus estudios y cambiado su presentación personal. “De andar bien presentado me comencé a ver degenerado”.
Ahora David trata de recuperarse, está en un proceso de desintoxicación, pero el daño ya está hecho. (Lea: Este año van 8.520 capturados por microtráfico en el país)
Como él, otros niños y adolescentes, desde los 10 años, caen en las drogas sintéticas, porque estas se camuflan en empaques de dulces conocidos para llamar su atención y luego para que entren y salgan de los colegios y las casas de familia sin ser detectados. “Una vez vi a un niño convulsionar en un chiquiteca de Kennedy después de consumir Dick”, contó David.

Las listas

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Para Nicolás, las drogas sintéticas también fueron una puerta de entrada para la adicción, solo que él tocó fondo inmerso en las fiestas electrónicas, donde hasta se la fiaban. Extrañamente, su nombre comenzó a aparecer en unos listados.
“Me detectaron y así podía entrar gratis a cualquier bar o a las fiestas electrónicas con disc-jockeys superfamosos. Ahora me pregunto: ¿cuál es el verdadero negocio, la música o la venta de pepas? ¿Alguien poderoso está interesado en que ese negocio funcione?”. En una sola rumba puede haber cinco ‘dealers’ (vendedores de droga), incluso en lugares, que según Nicolás, son custodiados por policías y militares.
Él dice que ese fenómeno solo se ve aquí y que en Europa el negocio de la música no está tan ligado a las drogas. “En Bogotá se consigue ácido lisérgico, éxtasis, en 20.000 pesos, 2CB, en mi época un gramo de este último valía 120.000 pesos, hoy cuesta 180.000”, contó. (Además: Las nuevas drogas que intoxican la rumba joven)
La posibilidad de tener dinero en el bolsillo, y los viajes al exterior, también inciden en que muchos jóvenes de estratos altos caigan en el consumo, porque en esos países hay más experticia en su fabricación y hasta se vende en medidas de 50, 100 o 200 miligramos.
“En Europa conocí la Mefedrona, un polvo blanco, que ahora prefieren más que la cocaína porque es más barato. En Inglaterra puede valer 40 libras esterlinas y en España, 30 euros”. También probó Tina y Chamsex, usada en fiestas sexuales. La variedad es cada vez mayor, muchas de ellas enloquecen a sus consumidores con episodios de psicosis o alucinaciones.
Aquí en Bogotá, las drogas de diseño se consiguen en todo lado. “En Chapinero las venden como dulces, en cualquier 'chaza' las consigues, también las venden los porteros en los parqueaderos y obvio por redes sociales”, contó Nicolás.
Ambos dejaron de razonar, no concebían una fiesta sin drogas, abandonaron sus proyectos de vida. Otros cayeron en la prostitución, otro negocio que se mueve a la par, y lo peor, no tuvieron la confianza para contarles a sus padres.

Sí generan adicción

Angely Castillo, psicóloga clínica de la Fundación Libérate, explica por qué las drogas sintéticas sí generan dependencia.
“Su producción no es nueva, ni en estratos altos ni en bajos. Aunque ambas dañan, unas son de peor calidad que otras. Los jóvenes no saben qué consumen y, así lo nieguen, están ligadas a las fiestas de música electrónica, se venden con el ‘cover’ ”.
Explica que si le dan a la droga una funcionalidad, si no hay diversión, si no hay consumo y si aumentan la frecuencia y la cantidad, sí generaría dependencia. “Estas drogas excitan el sistema nervioso central, generan euforia, agudizan los sentidos, y por eso muchos jóvenes quedan expuestos a agresiones, incluso sexuales. “Una niña admitió en una terapia haber sido violada varias veces. Ella, igual que otros, solo buscan un reconocimiento social y ahí caen”, dijo Castillo.
A largo plazo, estas drogas pueden causar arritmias cardiacas, fallas cardiorrespiratorias, depresión y adicciones a otras drogas.
CAROL MALAVER
Redactora de EL TIEMPO
*Escríbanos a carmal@eltiempo.com
Redacción El Tiempo
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