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Bogotá

¿Euro V, gas o eléctrico? / Voy y vuelvo

El Euro VI (a gas) disminuye en emisiones el 100 % del material particulado fino (PM2.5), 75 % los óxidos de nitrógeno (NOx) y al menos 20 % el dióxido de carbono (CO2), frente a las generadas por un bus diésel.

El Euro VI (a gas) disminuye en emisiones el 100 % del material particulado fino (PM2.5), 75 % los óxidos de nitrógeno (NOx) y al menos 20 % el dióxido de carbono (CO2), frente a las generadas por un bus diésel.

Foto:Claudia Rubio / EL TIEMPO

 Las puertas están abiertas para que participen todas las opciones para mejorar el aire de Bogotá.

Bogotá necesita con urgencia mejorar su aire si no quiere seguir descendiendo en el escalafón de las ciudades más contaminadas de América Latina. Hoy ocupa el séptimo lugar. Conseguirlo no es fácil. Razones técnicas, culturales y económicas aparecen siempre como factores que determinan la eficacia o no de las políticas que se adoptan para mitigar el impacto de la polución que generan carros, industrias o la falta de vías (1 millón de personas no tienen calles en buen estado).
El debate ha resurgido tras una alerta amarilla reciente que, si bien no tuvo origen en los generadores habituales, sí dio pie para que el tema volviera a escena pública. Y también por cuenta de la licitación que se abrirá para el cambio de la flota de buses de TransMilenio: 1.400 de las fases I y II.
El humo negro que expelen estos aparatos, la vetustez de buena parte de ellos, la evidente mancha que causan en el ambiente los ha puesto en la mira de la gente. Contra esa imagen no hay argumento que valga. Y, sin embargo, TransMilenio y sus buses zonales generan apenas el 9 % de la contaminación en Bogotá. La verdadera tragedia la ocasiona el transporte de carga, los buses escolares, el intermunicipal y 400.000 motos. Y uno no ve la misma condena pública. Es como cuando se revela que bajan los homicidios, pero la gente prefiere los trinos de Asprilla porque le robaron los espejos del carro.
Quienes se enfocan en TransMilenio piden que los buses rojos sean reemplazados por eléctricos o a gas. Precandidatos en campaña quieren que el cambio sea total; políticos más sensatos, como la concejal María Fernanda Rojas, creen en un cambio gradual.
La Alcaldía ve con buenos ojos que los buses sean, mínimo, Euro V, menos contaminantes que los actuales pero igual a base de diésel. Utiliza como argumento que se trata de una tecnología más limpia y ecosostenible. Las puertas están abiertas para que participen todas las opciones.
Por supuesto que si de los 1.400 buses nuevos al menos un centenar de ellos fueran eléctricos, el mensaje para la ciudadanía sería alentador. En el mundo es la tendencia. El año pasado, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se vendieron 380.000 buses y la meta es llegar a 1,2 millones en 2025. En varias ciudades ya se prueban.
No obstante, los eléctricos suelen recibir críticas por su costo, su eficiencia plena no ha sido corroborada y dificultades para el reciclaje de sus baterías terminarían generando el efecto contrario. No obstante, el ‘lobby’ del único fabricante de estos buses, la firma china BYD, es impresionante. Ellos están en su derecho de vender, faltaba más, como los del gas o los del Euro V.
Pero la cuestión no es quién hace la mejor campaña antidiésel sino las razones técnicas y económicas. Cuando uno examina la licitación, se da cuenta de que el gas tendría una enorme oportunidad: posee la tecnología, la experiencia, los argumentos.
No hay que ver el vaso medio vacío siempre. Si Bogotá consigue que con Euro V la contaminación de 9 % que produce TransMilenio hoy baje a 5 %, eso ya es ganancia. Si el gas demuestra que es altamente competitivo podría llevarse una buena tajada. Y el sistema eléctrico tiene que probar que posee la tecnología para buses biarticulados, que serán la mayoría a partir del próximo año.
Dos consideraciones finales: a las autoridades les falta más mano dura para obligar a la chatarrización y la inmovilización de volquetas, camiones y transporte escolar que son los que más contaminan.
Y segundo: no seamos injustos con Bogotá. Es cierto que nos falta una eternidad para mejorar el aire, pero ¿qué sería de nosotros si hoy no se hicieran 800.000 viajes en bici al día, si no tuviéramos la red de ciclorrutas más grande de América Latina, si no estuviéramos a punto de entrar en la era del cable gracias a los dos últimos gobiernos o si no camináramos más?
Lo ideal sigue siendo incluir buses eléctricos o a gas, aunque sea en un mínimo porcentaje, en la seguridad de que habrá ganancia política y social, no todo puede ser diésel; pero no seamos ilusos al creer que estamos en condiciones de que toda la flota de TransMilenio se puede convertir en eléctrica de la noche a la mañana. Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
erncor@eltiempo.com
En Twitter: @ernestocortes28
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