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Bogotá

La historia del patrullero de 23 años, víctima del terrorismo

Para este jueves se espera la ceremonia en el Centro Religioso de la Policía Nacional, donde se le harán los honores como héroe de la patria a la víctima fatal.

Para este jueves se espera la ceremonia en el Centro Religioso de la Policía Nacional, donde se le harán los honores como héroe de la patria a la víctima fatal.

Foto:Hugo Parra

La única obsesión del hombre que cayó en el atentado de La Macarena, era ser policía.

Andrés Montenegro
Los sentimientos de dolor y rabia que la ciudadanía siente hoy por el atentado que el domingo pasado terminó en la muerte del patrullero de la policía Albeiro Garibello Alvarado se conjugan en cada uno de los rostros de familiares y amigos del joven. Pero sobre todo, en los de sus abuelos José Norberto y Ana, la adoración de este joven, de 23 años, que perdió la vida tras la acción terrorista.
Ese día, 19 de febrero, estaba de guardia con el Escuadrón Móvil Antidisturbios n.° 2 (Esmad) en la esquina de la calle 27 con carrera 5.ª, pocas horas antes de la última corrida de toros en la plaza de Santamaría, en el centro de Bogotá, cuando un artefacto, cargado de metralla, estalló a su lado. El muchacho acabó con muerte cerebral, y el miércoles, a las 3:50 de la madrugada, falleció.
De origen campesino, oriundo del vecino municipio de Pasca, en Cundinamarca, donde hoy viven sus papás, el uniformado solo tenía un único sueño en su vida: sacar a su familia adelante.
Ya adolescente, se fue a vivir con sus abuelos a Usme, pueblo en el corazón de la localidad que lleva el mismo nombre, con el fin de estudiar y terminar el bachillerato. Cuando se graduó, prestó servicio como auxiliar bachiller.
Fue una suerte porque Garibello siempre hizo saber a todos los suyos, a su novia, Paula Alejandra Muñoz, a sus padres, Abelardo y María Edelmira, a sus amigos del colegio y, claro, a sus amados abuelos, que quería ser policía.
Siempre anheló tener el uniforme, y para ese momento, como auxiliar, estaba ya a solo un paso de iniciar su vida como patrullero de la policía. Y honró su palabra, porque ingresó a la institución el primero de marzo del 2014, aunque su papá le pidió varias veces que no se metiera en esa profesión, porque le parecía muy peligrosa.
Hizo curso en la escuela de formación de Villavicencio, Meta, y el día de su graduación recibió la sorpresa más grata de su vida: Paula Alejandra estaba ahí.
Ella le contó a EL TIEMPO que, después de la celebración, sus padres la castigaron porque se fue a escondidas, sin avisar.
En un recorrido que hizo este diario por la población de Usme, todos recuerdan hoy al uniformado como el símbolo de la lucha contra los terroristas urbanos. Dicen que era un hombre feliz, amable, respetuoso, pero, sobre todo, divertido.
Junto a sus abuelos vivió momentos felices, aun entre dificultades. Cuando doña Ana necesitaba un favor o que le hicieran algún oficio o mandado, el patrullero Garibello estaba ahí. Y si salía para algún operativo o a prestar guardia, don José, su abuelo, solo atinaba a decirle: “Mijo, cuidado con esa moto”.
Adoloridos por este golpe de la vida, cuentan que su nieto siempre pasaba por el cuarto de ellos a saludarlos y a darles un beso de buena noche. Y recuerdan que el único motivo de discordia siempre era la sopa de avena, que aborrecía.
Durante el recorrido por las calles llenas de anécdotas, emerge la figura de Diego, su primo, con quien jugaba Xbox. Cuando estaban en esas, salían a fiestas y se cuidaban mutuamente. Aunque era hincha de Millonarios, del Real Madrid y del Manchester, nunca jugó porque, como lo recuerda Carlos Callejas, su amigo entrañable y compañero de colegio, Garibello era más dedicado a los libros y a las fiestas que al fútbol.
Con los ojos llenos de lágrimas, Carlos lo recuerda como un joven espontáneo y sin problemas. “Era como un payaso que siempre quiere hacer reír a todo el mundo”.
Su tía Nidia no se guarda elogios. Con ella se sentaba largas horas a hablar de la familia, de los momentos difíciles de la vida y también a cocinar unas tremendas frijoladas que alcanzaban para toda la familia.
Después de una larga jornada, lo que más anhelaba el muchacho que hoy recibirá el último adiós era que su mamá le diera unos buenos masajes con aceite de almendras, para descansar los pies de las pesadas botas que le tocaba usar como miembro del escuadrón antidisturbios.
Cuando la familia Garibello Alvarado y sus amigos hablan de la sencillez y el cumplimiento del servicio, nadie puede olvidar las 35 felicitaciones que el uniformado recibió de sus superiores por su desempeño ejemplar en la institución, “producto de su incansable labor al servicio de la comunidad”, dice en un comunicado oficial la Policía Nacional.
Su novia, Paula Alejandra, rememora la primera vez que salieron juntos, hace 5 años y 5 meses, cuando fueron a cine a ver una película animada. “Fuimos a ver Shrek, felices para siempre; era la primera vez que iba a cine en su vida”, cuenta mientras recorre sus pasos por la localidad de Usme.
Y esa nobleza fue la que más la enamoró. “Porque era un buen hombre y un gran humano”, recalca.
Antes de la explosión, ella lo llamó para decirle que lo amaba. El uniformado también le respondió, y le dijo que hablaban “dos horas después de la corrida”. Esa fue la última vez que pudo conversar con Garibello, el patrullero que perdió la vida tras un terrible diagnóstico: politraumatismos, choque y muerte encefálica.
Hoy, su familia, en medio del dolor, pide que se honre a Garibello Alvarado como un gran servidor y luchador. Y el propio presidente de la República, Juan Manuel Santos, dio la orden de acelerar las investigaciones que lleven a la captura de aquellos que cegaron la vida del joven patrullero.

Hay dos uniformados en observación

En el Hospital Central de la Policía permanecen aún siete patrulleros que quedaron heridos luego de la explosión de una carga con 200 kilos de metralla que fue activada en la mañana del domingo pasado, en el barrio La Macarena.
La carga, que inicialmente dejó 30 heridos, 26 uniformados y 4 civiles, cobró ayer la vida del patrullero Albeiro Garibello.
Según el reporte entregado por el director de esa institución, coronel Albeiro Ruiz, dos de los siete patrulleros se encuentran en la unidad de cuidados intensivos (UCI), pero por su estado de salud no reviste gravedad de muerte.
Uno de ellos fue intervenido quirúrgicamente en el abdomen debido al impacto y las esquirlas de metralla que penetraron en su cuerpo.
Aunque el uniformado está pendiente de ser trasladado a una sala de hospitalización para su recuperación definitiva, los médicos están con máxima atención en vista de las deficiencias en baja tensión arterial que ha presentado este paciente.
De otro lado, su compañero recibió atención por esquirlas en la cabeza que afectaron tejidos blandos, y una vez esté mejor será pasado a una cama de recuperación.
Entre tanto, los otros cinco uniformados que están hospitalizados recibieron atención en tórax, brazos y otros tejidos, y están siendo valorados.
Ruiz aclaró que no se sabe, de forma definitiva, cuál es la situación ocular de dos de los uniformados víctimas del atentado, porque se está a la espera de los resultados.
“Se espera que en las próximas horas, después de las intervenciones, se sepa cuál es la situación ocular de los pacientes”, informó el director del hospital.
BOGOTÁ
Andrés Montenegro
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