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Bogotá

Microorganismos y huellas digitales, pasajeros ocultos de TransMilenio

Viven en los tubos y agarraderas de estos vehículos. Bacterias pueden permanecer hasta tres horas.

Redacción El Tiempo
En un viaje en un bus de TransMilenio, durante una hora, son cerca de 440 personas las que posan sus manos en los tubos y agarraderas, y, sin que usted lo sepa, solo en las barandas quedan cerca de 4.400 huellas digitales y cientos de microorganismos, la mayoría inofensivos.
Gordas, flacas, bien cuidadas, con manchas de pintura, delicadas, ásperas, pequeñas, descuidadas, inofensivas, criminales, sucias y hasta manchadas de sangre. Así son las manos que a diario se entrecruzan en esos tubos de los articulados que miden más de diez metros de largo y que están revestidos de un plástico de color gris.
Aquí no hay estrato social, todos en ese tubo somos iguales”, asegura Jorge Díaz, obrero de construcción y quien a diario sale desde el portal Américas y termina su recorrido en el portal 80 y va agarrado de uno de los 26 pasamanos que tiene un articulado.
Las manos de Díaz son gruesas y dejan ver la rudeza de su trabajo; también se observan salpicaduras de pintura. A su lado se posa una mujer que viste uniforme azul de paño, lo que denota que trabaja en una oficina. Ella, en cambio, deja ver unas manos suaves, uñas pintadas, que, si se pudieran oler, de seguro estarían perfumadas, dignas de un comercial de esmaltes. La diferencia es que esas manos delicadas no estaban agarradas de los pasamanos, sino de las sillas.
En un estudio realizado por la Universidad Manuela Beltrán, en el tubo de un bus de transporte público (no TM), encontraron 50 unidades formadoras de colonia de bacterias en una superficie de 5 cm², las cuales podrían producir potencialmente enfermedades de diversos tipos, gastrointestinales por ejemplo.
Para ilustrar la expresión ‘unidad formadora de colonia’, cabe resaltar que es una bacteria que se reproduce en algunos casos cada 20 minutos, dando origen a dos microorganismos idénticos, por lo cual la población microbiana crece considerablemente en poco tiempo.
Angélica Pardo, microbióloga de esta universidad, dice que en ocasiones las bacterias permanecen menos tiempo en los tubos de un articulado porque la textura es lisa, y perduran más en los asideros de las sillas debido a que su textura es porosa y las convierten en sitio ideal para reproducirse como consecuencia de la cantidad de suciedad que puede servirles como alimento, algo que de seguro desconoce aquella oficinista que iba agarrada de esa superficie.
Angélica agrega que si la persona que hace contacto con alguna bacteria tiene su sistema inmunológico (defensas) en condiciones normales, es poco probable que se enferme... “pero si este pasajero está con bajas defensas, puede llegar a tener problemas de salud”.
Andrea Cortés, microbióloga y docente titular de los laboratorios de biología y microbiología de la Manuela Beltrán, señaló que entre las bacterias que se pueden hallar están los coliformes, entre otro tipo de microorganismos. “Estas aparecen cuando una persona sale del baño y no se lava las manos o lo hace deficientemente. Ahí existe la posibilidad de transmitir alguna infección de índole gastrointestinal”, manifiesta tajante la especialista.
La microbióloga Angélica Pardo acompañó a EL TIEMPO en la inspección de un bus y recogió muestras de una parte del tubo.
Según los resultados, se hallaron 120 unidades formadoras de colonias de microorganismos mesófilos (crecen a temperaturas que oscilan entre los 15 y los 60 grados centígrados) y los aerobios, que necesitan oxígeno para sobrevivir.
En estas colonias existe la posibilidad de encontrar bacterias patógenas, o sea, que pueden producir algún tipo de enfermedad. Estos microorganismos pueden pasar fácilmente de mano en mano, teniendo como camino estas superficies”, describe la especialista.
“Si se ha tenido contacto con bacterias patógenas y se consume algún alimento, es posible que se genere una enfermedad transmitida por esta comida y cuyo origen serían las manos contaminadas de quien manipula el comestible”, agrega la especialista.
En condiciones normales, una bacteria puede permanecer entre dos y tres horas en uno de los tubos; esto, debido al tráfico que se tiene dentro del bus y las condiciones atmosféricas de una ciudad como Bogotá”, asegura la profesional.
Muchas de estas manos, cada una conformada por 27 huesos, son acordes con la talla de su dueño, como es el caso de la mujer de pelo cano, estatura pequeña y a quien, a pesar de viajar apretujada y casi escondida, le sobresalen sus diminutos dedos agarrados de una de las sillas rojas. Sus uñas están decoradas y en el dedo anular lleva un anillo plateado, sin dejar de lado algunas pecas que muestran el paso de los años. Unos centímetros más arriba, la hilera de manos posadas sobre esas barandillas es infinita. Es tan poco el espacio que queda entre ellas que se puede percibir su calor.
“No puedo sentir que una mano esté cerca de la mía en el tubo, me toca correrme inmediatamente”, afirma la pasajera Tatiana Rodríguez. “No lo hago porque me dé asco, es simple impresión”, sostiene.

Las huellas

Este mismo ejercicio se realizó con las huellas digitales, y la pregunta fue: ¿qué tan fácil resulta recuperar alguna huella de las que quedan en este bus?
Hernán Ortiz, investigador judicial y dactiloscopista de la Manuela Beltrán, dijo que las manos tienen 10 impresiones dactilares y algunas quedan latentes muy fácilmente y otras, no.
En el caso de los tubos del bus –agrega el experto–, no todas las huellas quedan visibles, ya que estas se forman por el sudor de las manos”.
Mientras nos cuenta esto saca de uno de sus maletines un aplicador hecho de fibras de marabú (ave de carroña cuyas plumas son muy sutiles) impregnado de polvos livianos fluorescentes, y los frota suave sobre los tubos. Con la ayuda de unas gafas con filtro y una linterna que destila luz fluorescente, empiezan a aparecer los surcos de las impresiones. Con satisfacción, Ortiz dice que se ven precisas y es posible recuperarlas.
“El paso siguiente es tomarles una foto macro y, ya en el laboratorio, se podría separar cada una y saber a quién pertenece”, relata el investigador.
Lo anterior, según el experto, significa que si se hace un trabajo minucioso se podría saber la identidad de quienes estuvieron dentro del bus y cuyas manos se sujetaron en las barandas.
Advierte que el polvo que sale del aplicador se adhiere mejor en partes lisas que en porosas. “En este caso tendríamos que desmontar la pieza y enviarla al laboratorio para saber si existe alguna huella”, explica.
Una impresión en Barranquilla desaparece más rápido que en Bogotá, por el clima. El 98 % es agua y el 2 % restante son líquidos, aminoácidos, sales, y con esto se puede generar el dibujo dactilar. Una huella en un bus puede durar entre ocho y diez días en Bogotá”, finalizó el experto.

Limpieza en los buses

EL TIEMPO consultó al operador Ciudad Móvil, de TM, para saber cómo es el aseo de estos buses. Olimpo Cárdenas, supervisor de lavado de este consorcio, afirmó que cada noche, después de terminar el recorrido de cada uno de los buses, hay personal especializado que se encarga de lavarlos y desinfectar cada uno de los pasamanos.
Utilizamos un desengrasante especial, una esponjilla y, con un atomizador, aplicamos el líquido en el tubo y lo refregamos. Por último, se le pasa una toalla. Este lavado dura alrededor de 10 minutos en cada bus”, asegura Cárdenas.
JOHN CERÓN
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter @CeronBatidas
Escríbanos a johcer@eltiempo.com
Redacción El Tiempo
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