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La bacteria que se come al Titanic

El Titanic se hundió hace 100 años, pero dentro de otra centuria es posible que su casco y sus vestigios ya no puedan ser hallados en el fondo del océano Atlántico. Podría ser su segundo 'hundimiento' en dos siglos, pero esta vez por los 'golpes' repetidos de una bacteria. Se trata de un pequeño ser vivo que se adaptó a vivir en el 'cadáver' del navío y que se alimenta del óxido de hierro de su estructura. La bacteria es tan resistente a las profundidades que podría llegar a comerse la totalidad de los restos del barco más famoso del mundo. Porque, al fin y al cabo, lo que queda de él es su único alimento.

JAVIER SILVA
Antonio Ventosa, unos de los microbiólogos más importantes del mundo, narra
esta historia desde la Universidad de Sevilla, en España, con el orgullo de
haber sido la persona que puso al descubierto a este espécimen único y
microscópico, incluido en la lista de los 10 más raros hallados en el 2011, un
escalafón que elabora anualmente el Instituto para la Investigación de las
Especies, de la Universidad de Arizona (Estados Unidos). Él y su equipo
bautizaron a este ejemplar con un nombre que combina lo científico con lo
evidente: Halomona titanicae. El primero, por su enorme capacidad para vivir
en condiciones ambientales extremas, y el segundo, por ser el único ser vivo
que se niega a abandonar el trasatlántico. Y es que con más 50.000 toneladas
de hierro en descomposición, la Halomona titanicae vive en lo que sería el
equivalente de un paraíso situado 3.800 metros por debajo del nivel del mar,
sin luz, con salinidad extrema y bajo presión, pero con suficiente comida en
frente. Un ser también denominado extremófilo.
Al Titanic, bajo el impacto de esta bacteria, le quedarían no más de 50 años
en el fondo del mar, dice Ventosa, cuya investigación ha determinado que la
halomona, de 1,6 micrometros de longitud, se ha multiplicado y ahora es la
responsable de que la apariencia de algunas partes de la nave se parezcan a
estalactitas, esos largos pedazos de tierra y arena que van del techo al suelo
en las cuevas poco exploradas. Esta especie también carcome las ventanas del
Titanic, las escaleras y todo lo que sea de hierro, como las calderas. Solo el
bronce permanece a salvo. Al cabo de un tiempo, todas esas partes explotarán
en un montón de óxido, han dicho los científicos que lograron ubicar a la
halomona y que acompañaron a Ventosa en su análisis. Este español, que ha
registrado a lo largo de su carrera al menos 71 nuevas especies de
microorganismos y 16 nuevos géneros en ambientes extraños, como el agua más
salada de lo normal, la superficie de un grifo o la fracción de un glaciar,
dice que la identificación de este bacilo comenzó en 1992, en un trabajo que
organizaron con expertos canadienses de la Universidad de Halifax. Ellos
hicieron la caracterización inicial de la especie que se come al Titanic, a
partir de unas muestras que se le hicieron en 1991 a través de un sumergible
ruso.
"Al descubrir las bacterias que recubrían el casco y que oxidaban el hierro
para obtener energía a partir de ese material, que se ha transformado en una
película que deteriora lo que queda del barco de forma intensa, nosotros
pudimos saber que se trataba de una especie nueva", dice Ventosa.
Más allá de la anécdota que ha sido hallarla en el Titanic y que solo viva
allí, lo que permite esta investigación es comprobar que este tipo de
bacterias pueden usarse para destruir barcos hundidos a los cuales es
imposible llegar, pero que pueden estar contaminando un área marina
determinada. Aunque así como nos pueden ayudar, podrían también ser la causa
de daños y derrames de crudo en plataformas petrolíferas que entren en
contacto con ellas. Ventosa ha realizado investigaciones en el mar Muerto
(entre Israel y Jordania), en China e incluso en ambientes hipersalinos de
Irán, para estudiar la biodiversidad de esta clase de bacterias que él
califica como versátiles, porque además podrían dar pistas para conocer los
mecanismos de supervivencia en condiciones extremas, como los que habrían
desarrollado organismos parecidos o con evoluciones diferentes en otros
planetas.
Es probable que la Halomona titanicae acabe con su hogar, la embarcación que
más relatos ha producido en la historia de la humanidad, y cuyas partes solo
se usan para ilustrar las leyendas sobre las causas de su desastre. Pero al
reconocerla también habremos conocido algunos detalles que nos permitirán
resolver enigmas y cuyas respuestas solo tienen las bacterias.
Para Ventosa, la sociedad tiene una percepción errada de las bacterias, a
pesar de los múltiples beneficios que nos ofrecen. "Por ejemplo, son las
encargadas de cerrar todos los ciclos naturales como el del carbono, el del
nitrógeno o el fósforo, y, además, lideran la putrefacción de la materia
orgánica. También ejercen una labor clave desde el punto de vista ecológico
para biodegradar materiales y otras sustancias químicas, y nos ayudan a
mantener el equilibrio de los ecosistemas, incluso a perfeccionar quesos,
vinos o un yogur. Algunas son patógenas y tendremos que controlarlas y
prevenirlas, pero eliminarlas es imposible. Pueden vivir solas, pero nuestra
vida sí depende de ellas", explicó.
LOPJUA
JAVIER SILVA
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