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Fiebre del polígrafo: 300 empresas hacen cada mes prueba de la verdad

Clara es una boyacense de 43 años que ha levantado a sus dos hijos a punta de ‘ordeñar’ una greca en elegantes oficinas del norte de Bogotá.

ANDRÉS GARIBELLO REDACTOR DE EL TIEMPO
Hace un tiempo, cuando quiso cambiar de puesto y servir tintos en otra
oficina, presentó su hoja de vida y 15 días después llegó a la entrevista.
Durante dos horas parecía ratón de laboratorio: sensores en los dedos que le
medían hasta el pestañeo; bandas apretadas en el cuerpo y, al lado, un
monitor que dibujaba ondas que se movían cada vez que hablaba.
“¿Ha robado?” “¿Ha recibi-do propuestas para vender información?” “¿Tiene
víncu-los con delincuentes?”, fueron algunas de las preguntas que le hizo el
poligrafista de turno, quien no le quitó los ojos a cada uno de sus
movimientos, después de ‘romper el hielo’ en una charla informal.
“No estaba nerviosa, porque el que nada debe, nada teme”, dice Clara, quien
pasó la prueba de ingreso y ya se acostumbró a las de rutina.
Al igual que el pasado judicial, en varios campos del país ya se está
volviendo una exigencia común ‘conectarse’ a un polígrafo para acceder a un
puesto, o que cada tres o seis meses hagan pruebas de ‘mantenimiento’.
Tampoco es extraño que, cuando hay un robo, lo primero que se busque sea una
‘máquina de la verdad’ para intentar desenmascarar al responsable.
Es tal el boom del polígrafo que, cada mes, por lo menos 300 empresas en el
país hacen estas pruebas, sin contar las que se hacen en las Fuerzas
Militares y los organismos de seguridad. Entre los sectores que más piden el
servicio están construcción, aerolíneas y comercio, tanto nacionales como
multinacionales, aparte del de seguridad y financiero.
“Cada rato nos llaman petroleras para que les prestemos a nuestros
poligrafistas, pero esa no es nuestra tarea”, dice una fuente del DAS.
Detrás del instrumento –cuya efectividad aún no termina de convencer a
muchos– hay un negocio millonario: por persona sentada, una compañía (hay
unas 40 en el país que prestan el servicio) pueden cobrar 200.000 pesos y,
si se la contrata para un caso específico, por ejemplo un robo, la suma
puede llegar hasta 600.000 pesos por sesión.
Diplomas y referencias falsas
Hace siete años, los poligrafistas en el país –muchos preparados en México
y en E.U.– se contaban con los dedos y la mayoría estaba en organismos de
seguridad del Estado.
Hoy son más 200 y manejan un centenar de equipos importados especialmente
desde E.U. Incluso, ya se agremiaron en una asociación y en una sociedad.
En Bogotá ya hay una escuela. El curso dura 320 horas –tiempo que exige la
Superintendencia de Vigilancia– y puede costar unos 12 millones de pesos.
Los estudiantes deben tener mínimo una carrera profesional. Acuden
especialmente psicólogos y últimamente abogados, debido a que el nuevo
Sistema Penal Acu-satorio abre la puerta a que un juez puede aceptar este
tipo de prueba en un proceso.
Carlos Bochel, presidente de la Sociedad de Poligrafistas, asegura que la
principal preocupación de sus clientes es la infiltración de la delincuencia
común, de grupos armados y del narcotráfico.
Alexandra Arias, presidenta de la Asociación, dice que es común descubrir, a
través de la prueba, el uso de diplomas falsos, suplantación de identidad y
referencias mentirosas. La decisión de contratar o no y hasta de entablar
una denuncia queda en manos de los clientes.
“Las pruebas no garantizan que los empleados que no las pasen vayan a tomar
el camino equivocado, pero sí dan una pauta”, dice Arias.
Pero aún con su ‘máquina de la verdad’ los poligrafistas tienen terrenos
vedados: no pueden hacer preguntas sobre sexualidad, religión o política.
Pasado judicial, hasta para la universidad
La ‘estrella’ de las pruebas de seguridad sigue siendo el pasado judicial.
Para el DAS se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza la alta de
demanda de solicitudes para obtener ese documento, que cada vez se pide para
más trámites.
Lo exigen para renovar contratos, para ascensos y para tener permiso para
blindar carros. Y son varias las universidades que incluyen entre los
requisitos para matricularse en especializaciones que se adjunte pasado
judicial vigente.
Las empleados de compañías de vigilancia privada y taxistas afiliados son de
los primeros en llegar a las filas frente a las oficinas del DAS en todo el
país.
Hace cinco años, se atendían en la sede de Bogotá unas 1.700 personas
diarias.
Hoy la cifra llega a las 4 mil. “El 70 por ciento de las solicitudes es para
hojas de vida que apenas entran a competir –dice un vocero del DAS–. Si no
fuera por eso, se atendería unas mil personas cada día”.
De ellas, unas 5 no solo no logran el certificado sino que son capturadas,
casi todas por demandas de alimentos.
EL POLÍGRAFO NO ES INFALIBLE
En la comunidad científica no hay consenso sobre la confiabilidad del
polígrafo, aunque los que manipulan el instrumento dicen que es del 98 por
ciento. El aparato determina alteraciones mínimas del sistema nervioso
autónomo, que se activa en condiciones de tensión o de tranquilidad, de
manera involuntaria. A ese sistema pertenecen los movimientos oculares, la
sudoración, la apertura de poros de la piel, los cambios de la respiración y
la frecuencia cardíaca, entre otros.
Sin embargo, se sabe que algunas personas han burlado las preguntas del
polígrafo con técnicas como la relajación. Se ha determinado, también, que
una persona con delirio no se puede hacer la prueba, debido a que cree en lo
que dice aunque no sea real. Y no faltan los que después de perderla piden
un segundo chance porque, dicen, “estaban nerviosos”.
Legalmente, nadie, ni siquiera los empleados públicos, está obligado a
realizarse la prueba.
$ 28.000 MILLONES EN ROBOS INTERNOS
El comercio –uno de los renglones que más utiliza el polígrafo– tiene
pérdidas millonarias por robos que se cometen internamente. En 11 cadenas de
supermercados se pueden perder al año 28.600 millones de pesos por esta
causa (el 17 por ciento del total), según la Fenalco.
“El polígrafo me parece útil, pues hoy los empresarios debe ser más
rigurosos para hacer investigaciones y saber el perfil de sus empleados”,
dice Guillermo Botero, presidente de Fenalco.
Entre las aerolíneas, la utilización del instrumento es exigido a las
empresas que proveen el personal que está en el aeropuerto y que tiene
contacto con maletas y cargas.
Básicamente, lo que les interesa con la prueba es descubrir si alguno de
ellos tuvo contacto con narcóticos.
“En la prueba se pregunta si consumen droga, pues está demostrado que estas
personas pueden ingresar al tráfico –explica Ana María Rubio, vicepresidente
de Talento Humano de Aero República–. Sí nos ha servido, porque se encuentra
dónde está la ruptura del comportamiento”.
''Se pregunta si consumen droga, pues pueden llegar al tráfico. Sí nos ha servido, porque se encuentra dónde está la ruptura del comportamiento”.
Ana María Rubio, vicepresidente de Talento Humano de Aero República.
6 mil dólares cuesta un curso para ser poligrafista en Colombia. Dura 320 horas y el que quiera entrar debe ser profesional en cualquier carrera.
CUALQUIER MOVIMIENTO
Cuando se sienta el interrogado, hay un sensor que detecta cualquier
movimiento. Uno continuo puede ayudar a detectar que no dice la verdad.
RESPIRACIÓN Y CORAZÓN
Se les ponen tres bandas en el cuerpo. Una de ellas se le ajusta en el tórax
y otra en el abdomen. Sirven para identificar los movimientos respiratorios
(cuando hay engaño, posiblemente hay una aceleración). La tercera, que va en
el brazo, analiza la presión sanguínea.
SALEN 3 GRÁFICAS
Todo va conectado a un polígrafo, el cual transmite la información a una
computadora. De cada prueba salen tres gráficas que son analizadas por el
poligrafista.
SUDOR Y SANGRE
Se adapta un sensor infrarrojo en el dedo pulgar que mide los cambios en el
volumen de la sangre. A su vez, se incorpora otro sensor galvanómetro en la
falange del dedo anular y otro en el índice, los cuales miden cambios
mínimos en la conducción eléctrica de la piel de la persona.
‘MUCHOS NERVIOS’
Es frecuente que a los funcionarios judiciales les hagan la prueba del
polígrafo para ingresar al cargo.
Y por lo menos una vez al año, dependiendo de sus funciones, lo repiten.
En el DAS, pasar el examen es requisito para aspirar a cualquier plaza. Ya
se han realizado 2.210 pruebas y por sus resultados hay 529 investigaciones
internas. Se realizan con mayor frecuencia entre los funcionarios que
manejan áreas sensibles o están en zonas donde existe mayor riesgo de
infiltración de un grupo armado ilegal.
EL TIEMPO habló con uno de los funcionarios que han estado frente al
polígrafo.
El contó su experiencia bajo la condición de que se mantuviera la reserva de
su nombre y la del organismo para el que trabaja.
“Desde que uno va llegando hay muchos nervios, no por ocultar algo, sino por
el hecho de tener que responderle a una máquina. Uno empieza como a sudar
frío”, dice.
Antes de sentarse frente al polígrafo pasan por una entrevista que dura en
promedio unas dos horas. No es extraño que algunas de esas pruebas las hagan
extranjeros, usualmente estadounidenses o británicos
“Es como una charla. Empiezan con preguntas sobre la familia, si uno es
casado, los hijos, sobre la fidelidad, cómo vive, sobre la infancia, sobre
lo que dirían de uno los maestros del colegio. Luego pasan a las más
fuertes. Si ha consumido drogas, alcohol, si ha tenido vínculos con
narcotraficantes, con grupos terroristas, si se ha beneficiado de ellos...”.
Luego, dice, llega el momento de la verdad, cuando las respuestas tienen que
ser simples ‘sí’ o ‘no’, sin explicaciones de ningún tipo y cuando cada
suspiro es registrado por el implacable aparato.
ANDRÉS GARIBELLO REDACTOR DE EL TIEMPO
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