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TENEMOS COMANDANTE

Transparencia, austeridad y - sobre todo- resultados. Fueron las tres exigencias básicas que el presidente Alvaro Uribe les planteó a las Fuerzas Armadas en el más trascendental discurso que haya pronunciado hasta la fecha. Porque apunta al principal problema que tiene el país- el conflicto armado- y porque identifica sin eufemismos lo que los colombianos están esperando de su Fuerza Pública.

Transparencia, austeridad y - sobre todo- resultados. Fueron las tres exigencias básicas que el presidente Alvaro Uribe les planteó a las Fuerzas Armadas en el más trascendental discurso que haya pronunciado hasta la fecha. Porque apunta al principal problema que tiene el país- el conflicto armado- y porque identifica sin eufemismos lo que los colombianos están esperando de su Fuerza Pública.
Pocas veces antes un Presidente había impartido consignas tan francas y directas a las Fuerzas Armadas. A diferencia de anteriores mandatarios, que de cierta manera habían rehuido o delegado su condición de Comandantes en Jefe de las FF.AA., la actitud de Uribe Vélez confirma que piensa ejercer este rango en serio. Pueda ser, porque la desmadrada crisis de orden público exige completa dedicación y continuidad por parte del jefe de un Estado acosado desde todos los flancos por el extremismo armado.
El discurso del jueves en la Escuela José María Córdova resume bien los desafíos a los cuales las Fuerzas Militares y de Policía deben responder, para cumplirle a una sociedad a la que se le está pidiendo grandes sacrificios para fortalecerlas. El llamado presidencial a los militares para que produzcan resultados prontos y efectivos, recordándoles que un país en crisis económica está haciendo un esfuerzo de casi dos billones de pesos en su favor, llega en un momento decisivo.
Está a la orden del día la necesidad de confrontar más eficazmente a las Farc y, también, de combatir al paramilitarismo. El propio Gobierno entiende que el impuesto extraordinario decretado con la Conmoción Interior tiene efectos económicos recesivos. Que solo pueden ser contrarrestados, como lo señaló en su columna el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes, si este fortalecimiento de las Fuerzas Armadas logra resultados prácticos y prontos en el campo de la seguridad. De lo contrario, el efecto puede ser desastroso y minar seriamente la credibilidad y el amplio margen de gobernabilidad con los que arranca Uribe su mandato.
No se trata, sin embargo, de llamarse a engaños, ni de caer en la ilusión de que el conflicto armado tiene soluciones fáciles, o pueda resolverse pasado mañana. Será una brega larga y posiblemente más dura de lo que ha sido. De lo que se trata es de imprimirle una nueva dinámica, invertir su tendencia y cambiar la correlación de fuerzas más decisivamente a favor del Estado. Con resultados operativos, contantes y sonantes, más convincentes y contundentes, en el campo de batalla, sea este urbano o rural. Y no con partes triunfalistas por la radio o victorias de papel en la prensa.
El país no quiere ver a tantos generales dando tantas declaraciones por tantos medios; ni a los jefes de seguridad inventando extravagantes complots, ni a insignificantes guerrilleros rasos capturados convertidos en importantes comandantes. Llegó la hora de los resultados. Lo que significará una vocería más unificada y coherente en la conducción de la guerra y la aplicación de responsabilidades políticas y personales el "accountability" que llaman los anglosajones en los casos de fracasos y omisiones por parte de quienes ostentan puestos de mando.
Para que lo anterior sea posible, además de red de informantes, interceptaciones celulares, centralización de inteligencia o inyecciones de dinero, se requiere que el Presidente de la República asuma la conducción político militar de la guerra. De manera directa y personal. Como la única instancia que los militares deberán acatar y respetar. Y como tal, exigir resultados, evaluar desempeños y ejercer rendición de cuentas.
Si todo eso se cumple y Alvaro Uribe tiene la disciplina y el carácter para hacerlo , habremos ganado ya una primera batalla decisiva contra los autores de la violencia y el terror que desangran y arruinan a Colombia.
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