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Falta de recursos amenaza a las escuelas de salsa en Cali

Tras la preocupación de la ministra de Cultura, Alcaldía trabaja con 130 que existen en la ciudad.

Música que me conoces, música que me alientas, que me abanicas o me cobijas, el pacto está sellado. Yo soy tu difusión (...) la mensajera de los pies ligeros...
“Me he metido en préstamos de gota a gota, realizamos rifas, eventos, lo que sea por conseguir los recursos. Es difícil porque muchos de nuestros alumnos no tienen el dinero, y nosotros como directores les ayudamos con todo lo que podemos; a veces ruego para que les den una beca en alguna escuela”.
Son las palabras de John Alexánder Diez, director de la escuela de salsa Impacto Latino. Un lugar con 25 años de historia que aún no logra sostenerse por sus propios medios entre los callejones del barrio Antonio Nariño, en el oriente de la capital del Valle.
El panorama no es nuevo, dicen algunos. Las alarmas se encendieron desde el 2015. Ese año, el Ministerio de Cultura notificó el cierre de 20 escuelas de salsa en Cali.
Entonces surgió la pregunta: ¿qué pasa con estas academias en la llamada Capital Mundial de la Salsa? Las escuelas venían creciendo de manera vertiginosa. Desde el oriente hasta la zona de ladera de la capital del Valle, el sueño de ser bailarines de salsa atraía a miles de jóvenes.
Llegaron a existir unas 150, según la Secretaría de Cultura de la ciudad. En la actualidad se cuentan 130.
Durante la pasada Feria de Cali, la vallecaucana ministra de Cultura, Mariana Garcés, expresó su preocupación por la situación. Y llamó la atención de la Alcaldía para que se encuentre una solución y la pronta recuperación de estas academias, pues la ciudad es un referente para los turistas en cuanto a las expresiones artísticas del baile.
Diez tiene a su cargo 61 menores, entre niños y jóvenes, que lo acompañan en sus peripecias por conseguir dinero para los vestuarios y para los servicios que hay que pagar.
El sostenimiento de una escuela de baile se calcula entre 7 y 8 millones de pesos al mes, según las cuentas de algunos instructores; pero estas escuelas, ubicadas en zonas como el Distrito de Aguablanca, en el oriente de Cali, solo se sostienen por amor al arte.
“Se trabaja duro –señala Diez–, con las uñas, pero cuando los muchachos se ganan algún premio, entonces salen de la Alcaldía a decir que nos apoyaron siempre. Nosotros hemos llegado a deber cuatro meses de renta, y nadie nos ayuda”.
Con la esperanza de que los niños vieran en el baile una oportunidad de vida, Manuel Tiberio Calvo fundó la escuela de salsa Soneros del Ayer, en el Distrito de Aguablanca. Fue a mediados de 1998; sin embargo, ese sueño tambaleó cuando, en 2016, su escuela se vio afectada por una crisis económica.
“A mí me salvaron unos exalumnos –recuerda Calvo– que no querían que la academia dejara de funcionar; ellos dicen que la escuela ayuda a los niños; por eso le hablo al Estado, para que no deje morir algo que tanto beneficia a Cali”.
Calvo, quien otrora fue aplaudido en las discotecas de Juanchito y los ‘agüelulos’ (fiestas de casa para colectar fondos) de su barrio, el Alfonso Bonilla Aragón, asegura que nada le duele más que recibir la llamada de sus pupilos para notificarle que no podrá ir a los ensayos porque no ha conseguido dinero para comer.
Trabajar con las uñas
Hasta cuatro horas puede tardar el arreglo del vestuario de un bailador; según Carlos Estacio, director de Acrosalsa Latina, los jóvenes creen que pueden llegar lejos gracias al baile.
“Uno de los problemas –considera Estacio– es que hay tantas escuelas en Cali que ya la demanda es muy poca, pero son los sueños de la gente; Cali es una ciudad que respira salsa”.
Sin embargo, Estacio sostiene que la Administración y el sector privado no pueden permitir que los bailarines “casi que estén aguantando hambre”.
“Nosotros no solo bailamos –continúa Estacio–, a los niños se les brindan ayudas sicológicas. Nosotros nos exponemos a que cobradores nos perjudiquen con tal de cumplir sueños”.
Hace 10 años, Freyman España sostiene la Fundación Star Latin, una escuela que alberga a 110 niños del Poblado II, un barrio de la comuna 13 de Cali, una zona de alto riesgo en el oriente de la ciudad.
“A veces, los jóvenes no pueden venir hasta la escuela por el problema de las fronteras invisibles –cuenta España–; nosotros hacemos todo lo posible para que vengan”.
Sin embargo, luego de 10 años de mantenerse a flote en esta zona, España considera que ya no puede más con las deudas. Tras dos meses en el limbo, puede perder la casa donde dicta clases a 110 estudiantes.
Esther Julia Marín Osorio, de 54 años, vive hace 25 años en Alto Jordán, en la ladera de la comuna 18. Su sector ha tenido problemas de pandillas. No obstante, su empeño por encaminar a los jóvenes a las actividades culturales la llevó a crear Surgir Caleño en el 2010, un lugar en el cual atiende a 42 jóvenes.
Uno de los casos que más la llenan de satisfacción es el de un joven de 16 años que se encontraba viviendo en la calle y era consumidor de alucinógenos, pero que gracias a la tozudez de esta mujer, hoy es parte de su grupo y uno de los bailarines más reconocido en los círculos del baile caleño. “Me motiva que por medio del arte hemos logrado recuperar a jóvenes y niños que han estado expuestos a pandillas y drogas”.
El ejemplo de éxito más sonado en la ciudad ha sido el del tantas veces laureado en Cali y el mundo: Luis Eduardo Hernández, el ‘Mulato’, quien contó que su reconocida Swing Latino también sufrió los embates de la falta de recursos cuando se iniciaba en 1998. ‘Mulato’ comenzó como un tímido mensajero cuyos pasos cautivaban en fiestas empresariales, hasta convertirse en el director de la escuela con los mejores bailarines de salsa del mundo.
La experiencia compartida por el Luis Eduardo ha llevado a que las escuelas más pequeñas no pierdan la fe.
En enero, la Administración caleña anunció la decisión de emprender una serie de reuniones con representantes de las academias.
“Los profesores dicen que las escuelas de salsa siempre están a pérdida porque muchas se establecen en sectores populares y trabajan con ese entorno”, señaló la secretaria de Cultura de Cali, Luz Adriana Betancourt.
“La ministra ha dicho que la preocupación surgió al ver que en el Salsódromo se inscribieron 30 escuelas, cuando lo normal era que vinieran 50. Lo que pasa –aclara la secretaria de Cultura– es que muchos de los grupos representativos se encontraban por fuera del país; los siguientes no estaban listos, y eso fue lo que llevó a que hubiese una reducción de participantes”.
La Asociación de Bailarines de Salsa (Asobasalsa) le pidió al Ministerio de Cultura, a la Gobernación del Valle y a la Alcaldía de Cali el fortalecimiento de las escuelas, pues la situación no es la mejor para los que trabajan en los sectores más populares. De hecho, el total de las agrupaciones afectadas son cerca del 90 por ciento.
“Las escuelas –se lee en una carta de la asociación– han contribuido de manera independiente, y sin ningún apoyo, al crecimiento, posicionamiento y mejoramiento de la imagen cultural de la ciudad, siendo ejemplo de identidad y desarrollo social”.
La discordia nace de que las escuelas piden que se las considere industrias culturales, que trabajen bajo el apoyo de la Administración, pero, dice la secretaria, “no son entidades del Estado, sino privadas”.
“Hasta el momento –según Betancourt– se las ha estimulado gracias al proyecto Rumba con Rumbo, que en 2014 aportó 2.000 millones de pesos a estas escuelas y en el 2016 llegó a los 580.000 millones”.
Con dichos recursos, las escuelas han tenido mejoras en parlantes, colchonetas, más de 50 profesores han recibido formación y diplomados en convivencia. Hasta el momento, en dos reuniones realizadas este año se ha pensado en una priorización de las escuelas para que, según su categoría, reciban el apoyo.
Talentos en fuga
“La crisis es un problema más de la popularidad del bailador caleño –dice el escritor y periodista Umberto Valverde–, que ha llevado a que sea exportado al exterior, lo cual deja en déficit a las escuelas. Hay más de 100 bailarines caleños por fuera; los últimos dos años ha crecido ese fenómeno, lo que falta es material”.
Johanna Agudelo, directora de Colombian All Stars, dice que no se trata de que los bailarines estén triunfando en el exterior, pues la práctica del bailarín caleño es un camino largo.
“Tal vez estén por fuera los talentos –cuenta Johanna–, pero ellos llevan 15 años, cada día hasta por 10 horas, practicando; ahora hay en Cali un problema, tal vez, pero los niños que ahora practican deben continuar”.
Johanna se dedica desde hace nueve años a ubicar a los bailarines en diferentes espectáculos alrededor del mundo; más de 100 jóvenes brillan en el exterior gracias a ella y otras empresas.
El turista ama el talento colombiano; lo que tiene el bailador es la pasión, y eso la gente lo identifica en cuanto ve a una pareja de baile de Cali. El bailarín caleño es algo muy común; entonces, tal vez por eso, no es tan valorado. Eso puede estar pasando porque como hay tantos bailarines, esa belleza, esa magia, ya no es valorada por las personas en Colombia”.
Otro ingrediente que se suma a la expectativa es el recuerdo que tienen los caleños del anuncio que el presidente Juan Manuel Santos les hizo durante la inauguración del VIII Festival Mundial de Salsa, en el 2013. En esa ocasión, prometió un bailódromo para Cali. La secretaria de Cultura asegura que el lugar sí será creado, pero con el nombre de Centro de Desarrollo para la Danza.
Las escuelas continúan trabajando desde la pasión. Cada día, cada profesor exhibe en escenarios locales las destrezas de sus alumnos. Un amor por la salsa y un estilo que se empeña en mostrar que esta crisis no los va a sacar tan fácil de las pistas.
La ciudad que enseña a bailar
La historia dice que desde los años 50 se enseña a bailar en Cali. El periodista Umberto Valverde asegura que por esa época, Benigno Holguín y doña Hilda, dos amantes del baile, decidieron crear unos talleres para que la gente pasara por su casa y aprendiera a bailar como se debe. O como se hace en Cali. Años más tarde, en 1974, el periodista cubano-colombiano José Pardo Llada dio vida al primer Festival de Salsa de la capital del Valle. Participaron figuras como Watusi, uno de los primeros bailadores reconocidos en las discotecas de la ciudad. Como academia consolidada, Swing Latino, creada por el ‘Mulato’ en 1998, fue la primera.
MIGUEL ÁNGEL ESPINOSA
Redactor de EL TIEMPO
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