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Editorial: El desafío autoritario de Erdogan

El mandatario de Turquía aprovechó la intentona golpista para desatar una campaña de represión.

EDITORIAL
Cabeza fría. Eso es lo que hay que pedirle a Turquía en la escalada de tensiones que está provocando con Alemania luego de la detención en Estambul de un periodista germano-turco acusado de propaganda terrorista y de la cancelación de mítines en los que el gobierno de Recep Tayip Erdogan pretende hacer proselitismo en ese país a favor del referendo constitucional del 16 de abril.
Son 3 millones de ciudadanos de origen turco que viven en Alemania, de los cuales 1,4 millones pueden votar, por lo que Ankara considera clave hacer campaña en ese país. Pero en todo ese proceso, de extrema animosidad verbal tras el intento de golpe de Estado de julio pasado y todas las tuercas que al filo de la ley (o violándola) ha apretado el gobierno islamista dentro del país, Turquía empezó a cruzar líneas rojas, como la de atreverse a decir que la cancelación de reuniones políticas era una “práctica nazi”, una comparación insultante e inaceptable de un país con el que Alemania es socio de la Otán. A lo que se suman las acusaciones de que Berlín consiente en su territorio a terroristas de la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), o de islamofobia.
Pero resulta que la cancelación de esos mítines no es una política del gobierno de la canciller Ángela Merkel, sino decisiones de gobiernos locales que, por razones logísticas, o de seguridad, han rechazado los permisos. De hecho, en Holanda están explorando fórmulas legales para evitar la campaña del Gobierno turco en su país.
Más allá de las tensiones puntuales, hay preocupación en Europa por la deriva autoritaria del islamista Erdogan, que aprovechó la intentona golpista para desatar una campaña de represión y persecución para eliminar cualquier atisbo de oposición, y crear el ambiente para llevar a Turquía a una consulta que le daría prácticamente todos los poderes, lo más parecido a un régimen totalitario bajo un cascarón de democracia.
Pero ni Alemania ni Europa deben caer en provocaciones. Turquía es clave en la contención de las oleadas de inmigrantes a su territorio, por lo que la diplomacia y la sensatez, pero también la firmeza, son las mejores cartas para afrontar este desafío autoritario.
EDITORIAL
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