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'Sin prensa libre, EE. UU. perdería parte de su esencia'

Ernesto Londoño dice que Donald Trump tratar de minimizar el impacto de verdades muy incómodas.

“Así comienzan los dictadores”. Esa fue la frase que escogió el senador republicano John McCain el sábado de la semana pasada para responder a los ataques del presidente Donald Trump contra algunos medios de comunicación, no solo en EE. UU. sino en el mundo.
Ese día, hablando ante un foro de conservadores, el mandatario catalogó a la prensa como el “enemigo del pueblo”, una postura sin antecedentes en la historia de un país donde la libertad de expresión, protegida por la primera enmienda de su Carta Magna, ha sido siempre motivo de orgullo.
Tan graves están las cosas que Carl Bernstein, el periodista del ‘Washington Post’ que destapó el escándalo de Watergate, describió la actitud de Trump como “mucho peor” que la del expresidente Richard Nixon, forzado a renunciar tras revelarse el espionaje contra miembros del partido demócrata.
“Nixon –sostuvo Bernstein– atacaba a sus enemigos y a la prensa en privado. Pero Trump lo hace en público, y me recuerda a personajes como Stalin y Hitler”.
Aunque la hostilidad del empresario hacia los medios de comunicación viene desde la campaña presidencial, esta se ha tornado en todo una batalla campal desde que asumió la Casa Blanca a finales de enero.
Desde acusarlos rutinariamente de mentirosos y deshonestos, el presidente ha pasado a vetar a periodistas en ruedas de prensa e incluso amenaza con promover leyes mordaza y demandarlos antes las cortes por difamación.
Si bien son muchos los medios que vienen siendo golpeados por el presidente, su blanco central ha sido ‘The New York Times’, periódico que consulta a diario pero al que acusa de querer torpedear su presidencia.
Para Trump, este diario, uno de los más influyentes del mundo, hace parte de una cultura mediática de corte liberal que aún no acepta su triunfo en las elecciones de noviembre del 2016.
Ernesto Londoño, miembro de la junta editorial del periódico neoyorquino, discrepa totalmente.
En entrevista con EL TIEMPO, Londoño, quien es colombiano, sostiene que Trump estigmatiza a la prensa, pues le es más fácil vender iniciativas polémicas, como el muro en la frontera con México o el veto al ingreso de ciudadanos de algunos países, cuando no son sometidas al escrutinio público que ofrece la libertad de prensa.
Según Londoño, el reto que plantea Trump es quizá único frente al que su diario no piensa retroceder. De hecho, el número de reporteros que ahora tienen asignados a la Casa Blanca es el más alto de toda su historia.
“No es porque le hayamos declarado la guerra. Es porque su presidencia representa un giro sísmico en la política de Estados Unidos, y creemos que es importante cubrir minuciosamente cada paso”, sostiene el periodista.
Las disputas de Trump contra los medios no son nuevas, pero se han intensificado en estas últimas semanas. ¿Qué creen que hay tras ello?
Vivimos en una era en la que los políticos no necesitan a la prensa para comunicarse con la gente, ya que lo pueden hacer a través de redes sociales. Declararle la guerra a la prensa es una manera de minimizar verdades incómodas y sembrar dudas en el electorado sobre quién les dice la verdad y lo que es verdad.
¿Piensa que existe una estrategia diseñada por Trump y su equipo para desprestigiar a los medios tradicionales? ¿Con qué fin?
Desde el comienzo de su campaña, Trump y su equipo han procurado desprestigiar a los medios de comunicación, sugiriendo que somos parte de una élite corrupta. Su principal consejero, Stephen Bannon, ha dicho que somos el “partido de oposición” y que debemos “callarnos la boca”. Trump nos llama “enemigos del pueblo”. ¿Con qué fin? Es más fácil sacar adelante iniciativas cuestionables –como la construcción de un muro en la frontera con México y negarles la entrada a refugiados y musulmanes– cuando no son sometidas al debate y escrutinio público que facilita una prensa libre.
El argumento de Trump es que está batallando contra una prensa liberal que no acepta su triunfo. ¿Hay algo de cierto en esa idea?
No. A muchos periodistas nos tomó por sorpresa su triunfo, pero eso no quiere decir que no lo aceptemos. Si hay una autocrítica que debemos hacernos los periodistas es por qué no percibimos de manera más clara las dinámicas económicas y sociales que lo llevaron a ganar la presidencia.
¿Qué tanto daño le está haciendo Trump a la credibilidad de los medios, a los que llama ‘fake news’ con regularidad?
Está por verse. La credibilidad de los medios en Estados Unidos ha decaído en años recientes –y es un fenómeno que estaba en pie antes de que apareciera Trump–. Aunque ciertamente hay quienes le siguen la corriente, ‘The New York Times’ (NYT) y otros medios hemos visto un respaldo abrumador desde la elección. Los lectores se están suscribiendo en números que nunca habíamos visto. Esto representa un voto de confianza en nuestra labor y una oportunidad para fortalecer la credibilidad de los medios.
Sus más violentos ataques han sido contra el ‘NYT’. ¿Por qué ensañarse contra ustedes en particular?
Trump es de Nueva York, y es evidente que siempre le ha interesado nuestra cobertura de su imagen y su empresa. También vale la pena destacar que hemos publicado reportajes sobre sus conflictos de interés, sus reveses en el mundo de los negocios y la manera despectiva con la que ha tratado a algunas mujeres.
¿Qué está haciendo ‘The New York Times’ para contrarrestar esa ofensiva, o cómo la están asumiendo en la sala de redacción?
Nuestra misión no ha cambiado. Seguimos regidos por la filosofía de Adolph S. Ochs, quien después de asumir control del diario en 1896, dijo que ‘The New York Times’ haría periodismo sin “miedo ni favores”. Lo que sí ha cambiado son los recursos que estamos dedicando a cubrir a este presidente. Nuestro equipo de reporteros que cubre la Casa Blanca es el más grande de la historia. Y Trump domina la cobertura en las páginas de opinión. No es porque le hayamos declarado la guerra. Es porque su presidencia representa un giro sísmico en la política de Estados Unidos y creemos que es importante cubrir minuciosamente cada paso.
¿Qué riesgos cree que existe a largo plazo si esta disputa se mantiene?
Una prensa libre es el oxígeno de la democracia. Es más fácil cometer abusos con impunidad cuando los periodistas son sancionados, intimidados o censurados fácilmente. La libertad de prensa en Estados Unidos ha gozado de protecciones legales robustas y un consenso político de que es imprescindible. Si estos pilares comienzan a tambalear, Estados Unidos perdería una parte sagrada de su esencia.
¿Por qué creyeron necesario sacar un anuncio durante los Óscar haciendo énfasis en la verdad?
Cada día hay más desinformación y polarización en los medios. Quisimos resaltar nuestro compromiso con los lectores: siempre procuraremos establecer los hechos, contarles la verdad y ejercer nuestra labor de manera seria y ética.
¿Conoce algún paralelo en la historia reciente de tal hostilidad entre la Casa Blanca y los medios?
No. Quizás el periodo más tenso fue el de la administración de Richard Nixon. Pero en esa época no había Twitter.
¿Les preocupa que Trump pase de ataques verbales a acciones concretas que atenten contra la libertad de expresión y la primera enmienda?
Debemos ser conscientes de que esa posibilidad existe, pero vale la pena aclarar que el presidente en Estados Unidos no tiene poder absoluto en estos temas. El Congreso y las cortes pueden hacerle frente a cualquier ataque. No sería la primera vez que nos enfrentamos al gobierno en un juzgado.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En Twitter: @sergom68
Washington
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