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Cuiden la lengua

No puede ser que estemos a punto de firmar la paz mientras estamos en una peligrosa guerra verbal.

Se nos vino Semana Santa. Vamos a ver si en La Habana Gobierno y Farc se dan el saludo de la paz este 23 de marzo, o si en la última cena se sirve conejo. Todo es incierto, aunque hay que tener fe en que allí, ese día, comience la reconciliación nacional. Quizás, quizás, quizás, cantó el bolerista Jesús Santrich. Pero, en cambio, aquí la paz política se ve lejana. El ambiente está crispado.
Y se agravó esta semana porque la Fiscalía detuvo a Santiago Uribe, hermano menor del expresidente Álvaro Uribe, al que acusa de homicidio y conformación de grupos paramilitares.
Si es culpable o inocente, la justicia lo dirá, y que sea pronto, pues en esas lleva 20 años. Pero la deben acatar. Porque es peligroso tratar de desconocerla, de declararse en “rebelión” contra las instituciones, nada menos que la Justicia, de la que debemos ser apóstoles, más cuando se viene un proceso de posconflicto.
Suena incendiario eso de “Santiago es un secuestrado de la Fiscalía”, o salir a pedir que “renuncie Santos”, como hizo la bancada uribista, en una manifestación menos nutrida que la de los recicladores. Y es despalomado afirmar que aquí hay tiranía. Cuando hay libertades y división de poderes, y el Presidente no es juez. Y es grave que un expresidente ponga en duda las instituciones que gobernó, e inclusive las libertades, como la de prensa.
Están jugando con candela y con la gasolina en el tobillo. O en el ‘tubillo’, como dicen en el campo. Estamos como estamos, Pedro, ¿y tú cortando orejas?, guarda la espada en la vaina y deja la vaina, parece que dijo Jesús cuando Pedro se declaró en rebelión y le bajó la oreja derecha a un siervo del sumo sacerdote en el huerto. Y Jesús, que acataba las leyes, se la puso con sumo cuidado, aunque Pedro le quería echar zumo de limón en la herida.
Ese es el peligro. Que le quieren echar zumo en las heridas a este país, que está polarizado. Sé de buena fuente que en lo local comienza a haber señales de reconciliación, enemigos que se matricularon en bandos distintos se comienzan a reencontrar, sin darse “en la cara, marica”. Pero hay otros grupos en guerra declarada y nuestra dirigencia está poniendo la pólvora.
Aquí están divididos santistas y uribistas, pacifistas y guerreristas, taxistas y uberistas, peñalosistas y petristas, conductores y motociclistas, peatones y ciclistas; y se habla de división entre ministros santistas y vargaslleristas. En todo lado se siente la tensión, hay intolerancia. En estos días saqué la perra y me querían hacer recoger los orines de un prado.
Bien que haya oposición. Y el uribismo le puede decir al Gobierno, incluso que se tape, porque ya se le ve el hueco fiscal, o que cuidado que se le pueden ir las luces, pues peligra un racionamiento. Todas las observaciones que sean de gobierno. Pero, como les dicen a los viejitos a la hora del chocolate caliente, “cuiden su lengua”, pues después se les dificulta el ósculo.
Por eso estuvo bien que varios partidos políticos les pidieran este jueves a los uribistas no utilizar el lenguaje incendiario, que puede generar hechos de violencia. Y le piden a la dirigencia del Centro Democrático moderar los ánimos. Pero la petición debe ser general. Cuidar la lengua es para Gobierno y oposición.
Que piensen en el país. No puede ser que estemos a punto de firmar la paz con las Farc, mientras estamos en una peligrosa guerra verbal. Solo falta una chispa para que estalle otra guerra de los mil días, de los mil demonios, con mil muertos. Así que todos a cuidar la lengua. Y a respetar la ley. Dura lex, sed lex, así sea para Uribex.
Luis Noé Ochoa
luioch@eltiempo.com
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