El alto voltaje de Petro

La transición hacia energías renovables ha empezado a acaparar la atención del electorado.

Héctor Pineda
Gustavo Petro les cogió ventaja a las otras candidaturas en la llamada transición energética. Los que ‘picaron en punta’ con las banderas de la lucha contra la corrupción, al momento de escribir estas letras, se han ido quedando en las preferencias ciudadanas hasta claudicar en el empeño presidencial y otras campañas, como la de la agenda de los espantos, propia del modelo de la ‘seguridad’; la del ‘ni aquí ni allá’ y la del uso del Estado para mover votos, según las encuestas, no despegan o han perdido el liderato.
Entonces, mientras los unos hacían campaña recogiendo firmas contra la corrupción y otros sacaban pecho con la infraestructura vial, en tono académico y a manera de crítica, Petro insistía en la poca pertinencia de combatir la corrupción sin cambiar la esencia estructural que la genera, en este caso, “el modelo de una economía improductiva, consumidora de las rentas de los combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas natural) y de la coca, todas ellas generadoras de corrupción y de muerte”. A varios se les enredaron los cables. Les parecieron esotéricos los planteamientos sobre paneles solares e, incluso, se atrevieron a vaticinar, sin mucho acierto, que el referendo anticorrupción se engulliría de manera rápida el escenario de la franja electoral alternativa.

Mientras el modelo económico de la sociedad siga atado a las energías fósiles, irremediablemente, será una sociedad sin futuro.

Así pues, la transición energética, entendida como el abandono progresivo de los paradigmas de usos de la energía y el urgente cambio hacia las energías renovables como principal medio de producción energética, reduciendo la que se lleva a cabo con combustibles fósiles y carbón, poco a poco ha dejado de ser un asunto de especialistas y ambientalistas y ha empezado a acaparar la atención de una parte del electorado, que si bien no posee la experticia (me incluyo) en este asunto de apariencia altamente técnica, las explicaciones dialécticas de Petro sin duda lo han descendido del Olimpo de los expertos y lo han puesto al alcance y comprensión de las mayorías ciudadanas ‘energiiletradas’, permítanme el uso del arbitrario neologismo.
Sorprendiendo a sus escuchas, acostumbrados a oírlo perorar sobre la agenda social, de los logros de la Bogotá Humana y de la implacable la lucha contra la corrupción y la criminalidad mafiosa, el candidato advierte desde la plaza pública que “mientras el modelo económico de la sociedad siga atado a las energías fósiles, irremediablemente, será una sociedad sin futuro, un territorio que produce bienes al costo de destrozar la naturaleza, sin percatarse del daño que le inflige al planeta con la emisión de gases de efecto invernadero que originan el calentamiento global, es una sociedad ligada a un modelo de la muerte”. Petróleo, carbón y extractivismo, cuestionados por la ciudadanía en varios municipios mediante el mecanismo de las consultas populares antiminería (todas exitosas), le sirven a Petro como recurso pedagógico para establecer, en términos de dilema, que lo que se dirime en esta contienda electoral no es otra cosa que “el modelo de la vida enfrentado a un modelo de la muerte”.
Entonces, el asunto energético, preocupación de la agenda global, ha adquirido notoriedad doméstica. El alto voltaje, hasta ahora, lo descarga Petro enlazando energías renovables con movilidad limpia (eléctrica), “democratización en la producción de energía cambiando techos de asbesto cancerígeno por paneles solares”, educación sobre nuevos saberes, hasta el absoluto distanciamiento con el modelo fósil de Maduro en Venezuela. Habrá que esperar los anuncios sobre metas de reducción de gases de efecto invernadero (GEI), logros en la siembra del sector eléctrico, levantamiento de barreras de acceso para la transición y los recursos para la investigación y desarrollo (I&D), entre otras planas pendientes.
HÉCTOR PINEDA
* Constituyente de 1991

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